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  • Crónica de un monstruo que pensó que era el único

    Come mothers and fathers throughout the land   And don't criticize what you can't understand   Your sons and your daughters are beyond your command   Your old road is rapidly agin' Please get out of the new one if you can't lend your hand  For the times, they are a-changin' Bob Dylan Mi abuelo murió en febrero de este año . Me hubiera gustado haber sido más cercano a él. Su muerte fue lenta y degenerativa, y en cierto modo no sorprendió a nadie cuando finalmente ocurrió. Fueron siete años de espera, marcados por visitas a hospitales, reanimaciones, camas llenas de tubos y mucha angustia. En ese proceso, perdió casi todo lo que importa: su salud, sus dos piernas, el humor, la cordura, la memoria, y, sobre todo, su dignidad. Al final, era solo un vestigio del hombre que fue, pero, a pesar de todo, nunca perdió las ganas de vivir. En su último viaje al hospital, el doctor lo desahució en silencio, como un secreto que le contó solo a mi tío Lucho. Nos dio la opción de dejarlo morir en una fría camilla de hospital o llevárnoslo a casa para que se fuera rodeado de los suyos. No lo pensamos dos veces: el viejo pasaría sus últimos días en la habitación donde había estado postrado tantos años . Todos esperábamos el funeral, excepto el muerto. Mi tata no estuvo dispuesto a entregarse dócilmente a esa buena noche; se aferró con uñas y dientes a su propia existencia hasta el último momento. Tuvo dudas cuando pidió un cura para que le diera la última oración. Por un momento pensé que se había resignado a su propia mortalidad. Pero, al día siguiente, dejó de dormir. Fueron tres días en donde no durmió. Esa misma noche dejó de hablar y de comer. No se movió de su posición en la cama en todo ese tiempo. Al tercer día soltó su último aliento; y entonces comprendí que él intuía que, si se iba a dormir, sería para siempre . La vigilia fue su última protesta contra los designios del juez supremo. De haber conservado sus piernas, probablemente habría entrado pataleando al ataúd. Algunos atribuyen esta actitud a los remordimientos, pero yo creo que en este acto está el más sincero amor por la vida.  Si hubiera sido más cercano a mi abuelo, me habría preocupado más su muerte que el funeral. Pero en cuanto recibí la noticia, solo pensé: “Volveré a verlos a todos ellos ”. Ese era mi principal interés. Estarían ellos. Mi hogar. De niño, me críe la mayor parte del tiempo en casa de mi abuela, en Lo Hermida . Mis padres me llevaban allá porque no tenían para costear una niñera, pero con el tiempo le agarré cariño al lugar. Ahí hice mis primeros amigos. Me llevaba bien con los vecinos. Todo el mundo conocía a todo el mundo. Fueron mis años dorados.  Hasta que comenzaron a irse. De niño no lo notaba, pero todos vivíamos hacinados como ratas; todos los adultos buscaban cómo mejorar su situación. Uno por uno se fueron mudando hasta que quedaron solo los abuelos, dueños originales de las casas. Se convirtió en un pasaje de viejos. Eventualmente crecí lo suficiente para no tener que ir a alojar y poco a poco perdí el contacto con toda esa gente. Me preocupaba la idea de verlos de nuevo a todos juntos. Obviamente seguí visitando a mis abuelos, y nunca dejé de ir a Lo Hermida; pero el funeral sería la primera vez en quince años que se reunirían todos . Yo sabía que irían, y tenía miedo de que vieran en lo que me convertido. He recorrido tanto desde que los vi por última vez. ¿Qué dirían al ver que soy un monstruo ? La aparición de las bestias Quizás el término " monstruo " sea exagerado, pero s e utilizó por primera vez hace diez años en una nota de un matinal, donde con tono alarmista se hablaba del ascenso de un nuevo tipo de criaturas. En ese entonces, la gente aún no estaba acostumbrada a estas figuras. Tradicionalmente, el monstruo se concebía encerrado en una habitación acolchada, desvariando entre camisas de fuerza y pastillas multicolores. Aunque la definición de “monstruo” se va actualizando, este tipo de seres ya se sometía al diván de Sigmund Freud buscando cura. El problema comenzó cuando empezaron a aparecer en lugares cada vez más alejados de los sanatorios, en sitios normales e incluso cotidianos. Entre las multitudes de trabajadores en el metro, desayunando sopaipillas junto a un carrito de la calle, o en medio del caos del barrio Bellavista. En menos de una década, los monstruos ya se habían apropiado de la ciudad. En uno de los primeros estudios sobre esta materia, un antropólogo de la Universidad de Chile, definió a estas criaturas como “ las bestias de Babilonia ”, diferenciándolas de otros monstruos por ser una consecuencia directa de la modernidad y el progreso. Su tesis sostiene que estas bestias emergen principalmente en las grandes ciudades, como resultado de un ritmo de vida acelerado e indolente. Es una condición que me diagnosticaron a los catorce años. Ya en ese entonces era visible, y ha ido evolucionando con el tiempo. Primero, mi piel se cubrió de un tejido lleno de escamas, lo que me impide sentir el contacto humano. Luego, mi lengua creció desproporcionadamente al tamaño de mi boca, dificultando mi capacidad de hablar fluidamente. Un par de ojos de topo me impiden ver más allá de mi nariz respingada. Finalmente, una joroba de camello se pronunció en mi espalda , añadiéndome un peso que llevo a todas partes. Por esta última razón, siempre me duele la espalda y el cuello. Aunque hoy la gente suele convivir entre bestias, las generaciones más antiguas reniegan su existencia. Se sorprenden y se indignan si se topan con alguno. Gardel decía que veinte años no son nada, pero el tiempo no pasa en vano. Me sentí como Ulises regresando a Ítaca; como si todo lo que hice durante quince años hubiera sido solo para volver a casa. Pude ver el velorio desde cinco cuadras antes de llegar. Sabía que iría gente, pero no tanta. El pasaje estaba repleto. A medida que me acercaba, mis dudas crecían. ¿Qué dirían al verme? ¿Me aceptarían como cuando era un niño? ¿Seguirían siendo los mismos que recordaba? Tuve que armarme de valor para cruzar el portón del pasaje. La calle estaba llena de autos estacionados, y al fondo, la gente entraba y salía de la casa de mi abuela; algunos vestidos de traje, otros de manera más informal. Todos habían venido a despedir al abuelo. Caminé lentamente, pero me topé con la señora Joanna, saliendo de su casa. Ella es la madre de Camilo, uno de mis mejores amigos. Me quedé petrificado por un instante. Mis escamas se endurecieron y mi joroba se hizo más pronunciada. Habían pasado años desde la última vez que la vi. Ahora, su cabello estaba lleno de canas y caminaba con una ligera curvatura en la espalda. No estaba seguro de que me hubiera reconocido. Me acerqué a saludarla tímidamente, cuando de pronto dijo: “ ¡Dios mío! Mira cómo te han crecido esas garras. Y esos colmillos. Jaimito, te has puesto enorme ”, mientras me abrazaba. Después de eso, todo fue un poco más fácil. La gente me aceptó como si nada. Reconocí a algunos, a otros no, pero todos me acogieron sin darle importancia a mi naturaleza. Fue como retomar una conversación pendiente. En la mañana del tercer día, trasladamos el ataúd en una carroza hacia el cementerio; frenando el tránsito y metiendo bulla con las bocinas de los autos, en una hilera de vehículos que se llegó a extender por varias cuadras. Todos llevaron sus luces prendidas, con mensajes de despedida en las vidrieras traseras de los coches. En el funeral, tuve el honor de cargar el féretro hacia la tumba. Lo llevamos entre seis, avanzando entre el llanto y los murmullos de la multitud, lentamente, mientras el pastor nos esperaba con su biblia en mano para dar una última oración. Nunca he sido muy religioso, y aunque siempre he intentado respetar las creencias de los demás, traté de aparentar solemnidad mientras el hombre hablaba. Miré alrededor para comprobar si había más gente en mí misma situación. Me puse a ver mis zapatos, luego mis garras, y después el agujero en la tierra, de siete metros de profundidad. Dios. Perdón. Mas allá. Un par de tías llevaban lentes de sol para no salpicar a la audiencia con sus lágrimas.  Miré el ataúd de mi abuelo, y al ver su rostro, en el que no me había fijado con detención hasta ese momento, sentí un espasmo que me recorrió por toda la joroba: ¿Era un colmillo de zorro lo que colgaba sobre su boca? No podía dejar de verlo. Entre sus labios, con la mandíbula relajada, se dejaba entrever el brillo de un diente afilado, blanco como la nieve, sugiriendo una verdad no pronunciada a lo largo de toda una vida . El pastor dejó de hablar, y cedió la palabra a los familiares que quisieran decir unas palabras. Recuerdos, anécdotas, dedicatorias. Algunos luchaban para no ahogar su voz entre el llanto. Recorrieron gran parte de la vida del viejo a través de diferentes historias, pero nadie dijo algo que explicara aquel colmillo bestial. Creo que nadie más se había fijado en eso.   En ese momento sentí el peso de la lejanía que tuve con mi abuelo. Fueron muchos años para descubrir ese detalle, oculto entre sus fauces; y no poder conversar el tema con él penetró entre lo más hondo de mis escamas. Probablemente me habría dicho que él no era un monstruo, enojado, porque los viejos consideran eso una discapacidad, o incluso un insulto. O quizás me habría enseñado algunos trucos para disimularlo , porque antes era común que los monstruos vivieran escondidos debajo de una cama, avergonzados. Me habría gustado sentarme a conversar todo esto con él. Mientras su ataúd, ya cerrado, descendía hasta el fondo de la tierra, y un montón de arreglos florales se iban acomodando, apretujados, sobre la cabecera de la tumba, las hijas rompieron finalmente en un llanto desconsolado y estruendoso. Poco a poco las lloronas fueron inundando todo el cementerio, convirtiéndolo en un lago, y tuve que alejarme para no terminar ahogado entre tanta tristeza. Desde la distancia, pude presenciar un cuadro que hasta entonces había ignorado: las flores se tornaron en nenúfares, flotando tranquilamente sobre la superficie del agua, y las personas, a quienes creía conocer tan bien, adquirieron formas de anfibios, tortugas, grillos y cocodrilos. Entre la tristeza y la despedida, comprendí que todos tenían en cierta medida algo monstruoso, y me sentí extrañamente como en casa.

  • La fibromialgia: el dolor incomprendido

    Hace unos días, la palabra "fibromialgia" fue trending topic en X, luego de que usuarios de esa red social cuestionaran si la enfermedad que padece una concursante de un reality show era real o no. A pesar de haber sido reconocida oficialmente por la Organización Mundial de la Salud en 1992, la fibromialgia sigue siendo una condición rodeada de incomprensión y estigmatización, lo que complica tanto el diagnóstico como el tratamiento para quienes la sufren. Aquí el testimonio de algunas mujeres y expertas en la materia. Nicole Alexandrovich, Catalina Ferrer y Francisca Zacarías  A los 22 años, Catalina se encontraba en esa fase de la vida donde todo parecía estar empezando. Estudiaba psicología en la Universidad de Santiago, tenía un grupo de amigos con los que salía los fines de semana, y soñaba con irse de intercambio. Sin embargo, desde hacía meses, algo no andaba bien con su cuerpo. Al principio pensó que el cansancio constante era por la carga académica, las largas jornadas de estudio y las horas en la biblioteca. Pero pronto, el agotamiento se volvió insoportable. Sus músculos dolían sin razón aparente, como si hubiera corrido una maratón sin haberse movido de su silla. Los médicos no parecían encontrar respuestas, el primer diagnóstico fue " estrés ". Le decían, mientras le prescribían vitaminas y le recomendaban descanso, que visitara a un psiquiatra . Pronto el dolor era tanto que hubo mañanas en las que le costaba levantarse de la cama, no por falta de ánimo, sino porque cada movimiento era una lucha. Jaquecas y vómitos acompañaron el malestar. Después de varias consultas y exámenes, un reumatólogo le mencionó lo que parecía ser la respuesta: fibromialgia . Una palabra que hasta ese momento nunca había escuchado. La noticia fue un alivio y un golpe al mismo tiempo. Alivio porque, al fin, alguien ponía nombre a lo que sentía, y un golpe porque entendió que esta enfermedad no tenía cura. "Hay mañanas donde despierto con una rigidez que me toma la espalda y mis piernas. Antes me daba mucha angustia, hoy desafortunadamente siento que me acostumbré. Me he frustrado bastante, es una lucha que no sólo involucra a tu cuerpo, sino que después a todo tu ser (...) Me he encontrado con muchos comentarios en redes sociales que dicen que esto no existe, que es mental, incluso. Me enoja mucho la falta de empatía, no es fácil lidiar con eso, porque a veces ni los mismos doctores tienen nociones sobre los tratamientos". * Pamela Andrea Moreno Pinto, una mujer de 50 años de Coquimbo, ha sufrido la devastadora combinación de dolor físico y emocional que acompaña a la fibromialgia. Su historia comenzó en noviembre de 2022, cuando empezó a experimentar una depresión y un cansancio extremo. “Me diagnosticaron depresión y me dieron licencia”, recuerda, pero los dolores en sus brazos comenzaron poco después. " Se me caían las cosas, estaba más cansada de lo normal. No podía trabajar ".  Indicativos de una posible fibromialgia la llevaron a un proceso frustrante de consultas médicas, donde la atención de salud pública resultaba insuficiente, “en mis crisis de dolor no podía acceder al servicio público, porque las horas eran para seis meses más, me tuve que atender en forma particular, donde enfrenté un alto costo entre doctores y medicamentos”, explica. El diagnóstico, según el reumatólogo, fue fibromialgia, pero la información era escasa. “ No supo explicarme qué se trataba y tuve que empezar a averiguar por mi cuenta ", dice. Experiencias personales como las de Pamela Moreno, revelan la profunda frustración que pueden enfrentar en el proceso de tratamiento. Como ella misma relata: “El reumatólogo me dijo que me iba a dar medicamentos para el resfrío (...) Que no había forma de calmar el dolor porque lo que seguía prácticamente era la morfina”. Pamela tomó hasta 22 medicamentos durante más de 8 meses, y eso le generó un endeudamiento significativo.  “Salí de la consulta, me subí al auto, me puse a llorar y decidí dejar de tomarme toda la medicación, excepto las pastillas para dormir”, cuenta Pamela mientras se le quiebra la voz.   * Karen Blamberg (54, Santiago), tiene dos hijas y la menor tenía dolores inexplicables desde que los 12 años. Recién en el 2018 Nicole fue diagnosticada con fibromialgia. Ahora ella tiene 21 y, si bien maneja varios métodos para aliviar su incomodidad, seguirá con esta enfermedad toda su vida porque no hay cura. Karen recuerda que cuando diagnosticaron a la pequeña, no lo percibió como algo difícil ya que, confiesa haber sido “totalmente ignorante en la materia” y no tenía idea lo que eso significaría para la vida y, por consecuencia, la suya. “Hasta que a la gente no le toca, no lo cree. Es una enfermedad invisible”. Estos momentos de dolor, muchas veces invalidante, explica Karen, no solo afectan a su hija de forma física, sino que también le influyen psicológica y anímicamente.    Con la voz emocionada dice que “sé qué tengo que ser firme y estar siempre parada de pie para poder ayudarla a ella, acompañarla, acogerla”.  Arriba de la mesa de su casa tiene cajas de remedios tradicionales, flores de Bach, vitaminas, hierbas y aceites. Karen explica que la ignorancia de la sociedad hacia la enfermedad la motiva a buscar aún más tratamientos y terapias, “para que ella pueda estar bien y vivir su vida en la mejor forma posible”. Reflexiona sobre las razones por las cuales quizás la investigación en torno al diagnóstico sigue “en pañales”, llegando a la conclusión de que al ser una enfermedad que no genera la muerte, no es tan documentada como la investigación sobre el cáncer o condiciones al corazón.   Dolores que no se ven La psicóloga Alejandra Sekler, especialista en dolor crónico, subraya que el dolor crónico no es solo una experiencia física, sino también emocional. “No podemos separar lo físico de lo emocional, psicológico y social cuando hablamos de cómo el dolor afecta a las personas”, explica. Según la especialista, la incomprensión y el aislamiento son comunes entre los pacientes con fibromialgia, lo que además puede llevar a una sensación de desesperanza. El camino hacia el diagnóstico suele ser largo y agotador para quienes padecen esta condición. La doctora Ana Luisa Miranda, fisiatra y jefa de la Unidad de Tratamiento del Dolor del Jota Aguirre (Hospital Clínico de la Universidad de Chile), destaca que el desconocimiento es uno de los mayores desafíos en el tratamiento de la fibromialgia. “No podemos entender ni tratar lo que no conocemos”, afirma, señalando que este desconocimiento a menudo resulta en que los pacientes se sientan subestimados e ignorados por el sistema de salud. Además, recuerda un congreso en el que participó hace unos 10 años “donde todavía había médicos que decían que la fibromialgia no existía (…) pero es por desconocimiento, porque si revisamos la literatura de los últimos 10 años, hay abundante evidencia de estudios con que validan y apoyan el diagnóstico de fibromialgia como la conocemos actualmente”. La fibromialgia es una enfermedad que, aunque no pone en riesgo la vida, tiene un impacto profundo en quienes la padecen y en sus familias. Las historias de Karen y Pamela ilustran la lucha diaria que enfrentan las personas con fibromialgia y sus cercanos, una enfermedad que sigue siendo en gran medida invisible para el mundo exterior. Como señala la psicóloga Alejandra Sekler, “Muchos pacientes se sienten aislados, incomprendidos y solos”, una realidad que resalta “la necesidad urgente de una mayor comprensión y apoyo para quienes viven con esta condición”.

  • Miki Kratsman desde Tel Aviv: "Los niños no hablan del futuro, sino de un trastorno, del miedo, de la inseguridad"

    A pesar de su origen israelí, el artista y académico Miki Kratsman ha recorrido Palestina con su cámara retratando el estado de las víctimas en sitios vulnerados y en campamentos. Su interés ha sido visibilizar las atrocidades de la invasión, lo que lo ha convertido en muchas oportunidades en un persona que incomoda a sus autoridades. Desde Tel Aviv nos cuenta sobre las protestas en la capital contra el gobierno de Netanyahu, el criticado rol de la prensa y una mirada íntima sobre lo que fue declarado por la Organización de Naciones Unidas como el primer genocidio transmitido en tiempo real. Todas las tardes el centro de Tel Aviv se llena de gente que se congrega contra las medidas de guerra del gobierno de Benjamín Netanyahu. El fotógrafo Miki Kratsman (65) asiste al menos dos veces por semana. Va a manifestarse, pero también a documentar lo que gritan en las convocatorias. Las pedidas son tantas como el número de asistentes: unos quieren que se liberen los rehenes que siguen en Gaza, otros piden la renuncia de su primer ministro y lo llaman asesino, algunos solicitan el cese al fuego de inmediato.  El fotoperiodista y académico ha sido desde hace años una figura incómoda para el Estado de Israel. Durante más de tres décadas el activista de origen hebreo se ha dedicado a cubrir el conflicto. En 2004 cofundó Breaking The Silence , una organización no gubernamental, integrada por soldados veteranos israelíes, quienes pertenecieron al ejército desde la Segunda Intifada y que comparten sus testimonios de lo que fue su servicio en los Territorios Ocupados.  Incluso en 2017 exhibió en el Museo chileno de Arte Contemporáneo “ People I Met/Gente que conocí” , una serie de imágenes de trabajos anteriores de los que rescató los rostros de aquellas personas afectadas por la guerra: niños, mujeres y hombres en protestas, juicios y otras situaciones. Un proyecto que comenzó cuando llevó algunas de esas fotos a un campamento en Jenin, Cisjordania, y les pidió a la gente que le indicaran a quiénes reconocían. El impacto inicial lo llevó a crear una página de Facebook con el mismo título, la que hoy cuenta con miles de seguidores. –¿Cuál es el estado de la sociedad israelí hoy? “En verdad me preguntás en un momento que es muy crítico para un país que la peor enfermedad que tenemos es ser muy obedientes –hace una pausa–. Cuando el gobierno decide algo, somos muy disciplinados. Y en los últimos dos años, la sociedad israelí se despertó y dijo ‘quiero revisar ese asunto, quiero preguntarme lo que no me preguntaba antes’ y la gente empezó a salir a la calle. Pero no estamos acostumbrados a hacerlo y cuando tenés un músculo atrofiado, es muy difícil rehabilitarlo. El asunto de la conciencia política israelí es eso: un músculo atrofiado –otra pausa– porque la gente sale a la calle, pero no sabe oponerse. Es algo que lo estamos aprendiendo con el tiempo”.  –¿Qué están pidiendo en las manifestaciones en Tel Aviv? “Hay una minoría que sólo pide terminar la invasión. Otra que pide alto al fuego para que los rehenes puedan volver. Otros quieren que traigan a los rehenes, pero que no terminen la invasión. Está muy dividido todo. Estamos viviendo una crisis donde ni siquiera hay una voz que se escucha. Hay varias”.  –¿Ves alguna salida para lo que está ocurriendo en tu ciudad, pero también para el conflicto en general?  “Como en muchas otras oportunidades en la historia, siempre hay alguien que gana y el que gana no es necesariamente un país o el otro, sino más bien los políticos. El pueblo pierde y los gobiernos ganan. Acá da la impresión, y hablo no solamente en mi nombre, sino que también es lo que podés escuchar en los medios de comunicación, que el gobierno israelí no tiene ningún interés en llegar a algún acuerdo para no caer.  A mí me parece y espero estar equivocado, que esto va a ser largo.  Tratar de entender qué es lo que va a pasar, me parece una pretensión irrazonable”.  –¿Qué te parece cuando países como España o Noruega reconocen a Palestina? “Es sólo un statement (declaración). Es importante, pero no va a cambiar nada. Después de oprimir durante tanto tiempo al pueblo palestino, hay que ver qué es lo que sobrevive. Es decir: cuáles serán sus líderes, sus conceptos, qué es lo que ellos van a querer. Hoy en día es difícil entenderlo y no los culpo (...) Edward Said (autor palestino-estadounidense) dijo que la tragedia del pueblo palestino es ser víctima de víctimas. Y es lo que son: son víctimas de víctimas. Eso es tan duro y tan difícil de solucionarlo. Pienso que el pueblo israelí no quiere deshacerse de su posición de víctima después del holocausto –pausa–, cuando venimos a hablar de un enemigo no podemos poner eso como una excusa... No podemos ponerlo en juego, no es parte. Eso no nos va a llevar a ningún lado”. Tras una pausa más larga, retoma: “Tenemos que olvidarnos por un momento de eso, aunque es inolvidable, pero ponerlo de costado y decir ‘ya no somos víctimas, hay una nueva situación, hay otras víctimas y nosotros tenemos mucha culpa de que ellos sean los afectados’. Miki no es sólo observador, sino que él ha vivido las consecuencias directas del conflicto. El 7 de octubre los ataques de Hamás a Israel –en el que 1.200 personas fueron asesinadas y otras 250 secuestradas por el grupo terrorista– arrasaron con el kibutz Nir Oz, un pueblo agrícola, donde vivían su tía y un amigo, quienes fueron tomados como rehenes.  Para el horror no hay palabras, sino imágenes que él mismo capturó después, cuando junto al periódico Clarín publicó los restos de lo que quedó. “Fue duro, pero es entre yo y mi tía”, expresa cuando le pregunto por lo que conversó con ella, quien pasó 54 días secuestrada.  En cambio, Haim Peri (80), su amigo y activista, murió. El 3 de junio, el Ejército de Israel confirmó su muerte junto a otros tres hombres. “Hace por lo menos 15 años él abrió una galería en los campos del kibutz con una intención súper humanitaria. Tuve la oportunidad de exponer ahí… Perdimos a los mejores”, afirma.  No todos los ojos están en Rafah Horas antes de comenzar esta entrevista, un ataque aéreo en Gaza por parte del ejército de Israel había dejado al menos 35 muertos en una escuela administrada por la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos. El objetivo, según las Fuerzas de Defensa de Israel, era destruir un “complejo” de Hamás que operaba allí, en un colegio donde residían seis mil desplazados. Pero a pesar de la cercanía geográfica, en Tel Aviv no todos se enteraron. No si se trata de lo que está ocurriendo en la franja, dice Kratsman.  Entonces, le pregunto si acaso la imagen generada por Inteligencia Artificial que se hizo viral en occidente contribuía a seguir con “todos los ojos en Rafah”. “En Israel no se ve nada de lo que pasa en Gaza, en Israel no hay ningún ojo en Gaza. La prensa israelí no muestra lo que pasa en Palestina. Lo vemos únicamente el que busca en la web o el que lee periodismo extranjero. Nosotros no sabemos cómo se ve la guerra”, responde. –¿Qué pasa con los medios de comunicación en Israel?  “Hoy la prensa israelí ve en su función la de rehabilitar el ánimo. Abrís el noticioso y es como que un psicólogo te está hablando y te dice que tenemos que unirnos, tenemos que dejar de discutir, hacen interviews  con las familias que perdieron sus hijos, sus padres, sus abuelos, sus nietos y claro que me parece muy importante y tengo mucho respeto por ellos, ayer me comunicaron que un amigo mío se murió en Gaza –silencio–. Tengo mucho respeto a esas familias, pero no puede ser que una prensa que se respeta a sí misma, muestre una pequeña parte de la realidad”.  Más allá de Palestina: el otro conflicto de Israel  Desde el 2006 que Kratsman no ha vuelto a cruzar la frontera. Hace tiempo dejó su trabajo para los medios israelíes y como ciudadano judío no le está permitido acceder. "Me interesaría mucho estar dentro de Gaza”, afirma. Hace un mes se acercó lo más que pudo y capturó la destrucción entre la niebla: una edificación urbana tirada abajo, atravesada por una arena blanca, como cuando vas en una ruta y ves una nube sobre el asfalto. “Me parece que esa es una de las imágenes más importantes que saqué desde que empezó esta guerra y es bastante potente, pero es muy limitada”.  Por lo mismo, dice, se ha dedicado a sacar más fotos en las marchas y a profundizar su trabajo de 14 años en las aldeas beduinas no reconocidas , localizadas en el desierto al sur de Israel. Uno que comenzó en agosto de 2010 cuando se fue a vivir un mes a Wadi al-Na’am. Su objetivo era entender lo que era vivir allí: dependiendo de paneles solares para producir energía y adquiriendo el agua de poblaciones judías a un precio mucho más caro, cuando no es a través de conexiones clandestinas.  Entrar en confianza no fue fácil, pero a medida que se integraba al estilo de vida, logró sacar su cámara para llevar un registro de aquellas comunidades que no estaban en los mapas, curtiendo el suyo propio para el Negev Coexistence Forum for Civil Equality (NCF), una organización árabe-judía que trabaja por los derechos civiles de los residentes del desierto.  Kratsman ha recorrido la mayoría de las 35 aldeas no reconocidas que hoy se erigen. Su trabajo con los beduinos es un archivo abierto para periodistas, abogados y quienes lo necesiten, en el que imprimió las huellas de familias que a inicios de los 50’ fueron desplazadas de sus tierras por el gobierno y concentradas al sur de Israel. Una cartografía de vecinos que no todos quieren ver, pero que existen a 45 minutos de Tel Aviv.  "Hay 35 aldeas beduinas no reconocidas en el Naqab a las que Israel denomina aldeas de dispersión o ilegales, y llama a sus habitantes intrusos en tierras del Estado y delincuentes. La mayor parte de la población beduina perdió sus tierras cuando Israel las declaró Mawat (tierras agrícolas “muertas” y sin cultivar) y las reclamó como tierras del Estado. En su perfil de Instagram se puede ver parte de ese trabajo, hoy enfocado en las demoliciones que están enfrentando las aldeas. A inicios de mayo, los habitantes de Wadi al-Khalil lo contactaron para que fuera a documentar la inminente demolición, amparada en la ampliación de la autopista 6 hacia el sur: familias frente a una cámara y detrás de ellas las ruinas. “Me pidieron ir a sacarles fotos en sus casas destruidas para poder usar esas imágenes”, explica.  –En varias de las fotos que tomaste hay niños y adolescentes. ¿Qué te han comentado ellos sobre su vida en las aldeas y sobre su futuro?  “Es muy triste, no hablan del futuro –pausa–. Se habla de un trastorno, del miedo, de la inseguridad. No se habla del futuro porque es todo tan confuso. Y el momento donde los encontrás es uno donde están súper pesimistas y yo, en cierto momento, decidí que no iba a preguntar más sobre el futuro porque no tienen ninguna respuesta”. Tras otra pausa, busca un ejemplo que nos traslada geográficamente al norte, a Palestina. “En un campo de refugiados en Jericó, le pregunté a un chico de 9 años cuál era su sueño y me dijo que no tenía sueños”, recuerda. Nuestra conversación se detiene por un silencio abrumador. “Le dije: ‘¿Pero no hay algo que quieras tener, comprar, hacer? ¿Un lugar donde quieras estar?’. Entonces el hermano mayor dijo que él sí tenía un sueño. ‘Quisiera tener un ropero’”.  Un silencio desolador nos cruza. " ¿Cómo se mantiene una vida normal cuando tu vecino vive como vive? ”, interpela el activista.

  • El adiós de los juguetes: las niñas ahora prefieren productos de skincare

    El hashtag #SephoraKids ya ha sido utilizado más de 9 mil veces en TikTok. En esta plataforma, menores de entre 6 y 13 años, se filman comprando y utilizando productos de skincare que no necesitan, como tónicos anti-envejecimiento. Hoy se discute la existencia de un mercado cosmético dirigido a las más pequeñas. Hablamos con preadolescentes que consumen este tipo de productos y con especialistas para conocer los riesgos de esta tendencia.  Por Daniela Pinedo * Los nombres de las fuentes fueron cambiados. Paula (12) no le pidió barbies al viejito pascuero la navidad pasada. El tónico facial que recibió se encuentra en su velador dentro de una caja rosada junto a otra variedad de cosméticos que ya tenía y que ha ido juntando como regalos en sus cumpleaños, navidades y ocasiones especiales. Según ella, los usa todos. Hace un tiempo descartó las muñecas y los legos por esta nueva obsesión: el cuidado de la piel. En las mañanas y en las noches, de manera religiosa, sigue una rutina de al menos quince minutos en la que se llena la cara con cremas. Cuenta que incluso en su tiempo libre le gusta ir al mall a vitrinear los almacenes de belleza y le encanta probarse los exfoliantes, serums y demás alternativas que se fabricaron para retrasar el envejecimiento.  Algo parecido vive Antonia, de once años. Según las estadísticas de su iPhone, ella consume alrededor de 3 horas diarias de TikTok . Es la aplicación que más usa. Allí el contenido que ve son las rutinas de belleza y de cuidado facial, los populares get ready with me , además de hauls  o videos donde se muestran grandes compras de productos cosméticos. Al preguntarle qué es lo que más le atrae de los videos, simplemente contesta: “ no sé, a todas mis amigas les gusta y a mí también ”. Y sigue pegada al teléfono mirando. El hashtag #skincare experimentó su mayor incremento en interés el año pasado, con una subida del 45% en búsquedas en comparación con 2022. Según la empresa alemana Statista, se espera que el mercado de cuidado facial para infancias y bebés - así es, bebés -, experimente un crecimiento anual de 7.71% anualmente hasta 2028, y el número de usuarios de estos productos se espera llegue a 160.7 millones. "Las niñas que siguen a estos influencers de skincare  o consumen este tipo de contenido en redes sociales, pueden sentirse presionadas al compararse con ellos”,  opina la psicóloga de la Universidad de Santander Adela Chaljub,  “al ver sus rutinas de belleza y los productos que tienen,  pueden sentirse presionadas a cumplir con esta cultura para encajar o ser aceptadas”. Sobre este fenómeno , Susana Saravia, psicóloga infantojuvenil de la Clínica Universidad de los Andes, comentó que, desde el punto de vista socioemocional, “durante esta etapa se produce una exploración y experimentación fundamental para el desarrollo infantil, aunque existe el peligro de exponerse a estándares de belleza que pueden generar presiones y una autopercepción negativa. Esto puede derivar en un enfoque excesivo en la imagen corporal, dañando la autoestima e influyendo en el desarrollo de posibles trastornos alimenticios ”. La Gen Alfa, los nacidos entre 2010 y 2023, es considerada la primera generación que ha crecido en un mundo completamente digitalizado, lo que los hace más expuestos y susceptibles a las tendencias que surgen en estos medios. Trinidad (12), por otro lado, no está viendo TikTok, durante sus vacaciones de invierno se ha esforzado por estudiar para la prueba de matemáticas que tiene a la vuelta, su papá le prometió que si obtenía una nota por encima de seis cinco le iba a traer un buen regalo de un viaje. Al igual que Paula,   ella tampoco quiere muñecas o una consola de videojuegos, sueña con que le traigan una Lala Retro Whipped Cream  de la marca Drunk Elephant . El envase de 50 mililitros dice que es una crema de recuperación con 6 aceites africanos y en la tienda Sephora se puede comprar por aproximadamente 62 dólares.  “Es lo mejor de lo mejor, ni siquiera los venden en Chile, yo los he buscado en el BlushBar  y se lo he pedido a mi mamá pero ella tampoco lo ha visto, pero es lo único que las gringas están usando”, afirma la niña como si fuera toda una experta. Drunk Elephant es una de las marcas más populares entre los niños que usan skincare .  Y muchas veces esta ha sido criticada por no poner suficientes restricciones en la promoción de sus productos a menores. En preguntas frecuentes, la marca norteamericana que ama Trinidad, responde que sus productos pueden ser usados por preadolescentes, pero no recomiendan aquellos que contienen retinol, por ejemplo.  De acuerdo con el reporte de ganancias publicado por la marca en febrero de este año, Drunk Elephant  vio un aumento del 77% en sus ventas globales en 2023. *** De acuerdo con la química farmacéutica de la Universidad de Concepción, Carolina Gómez, “en general, los padres no saben lo que contienen las cremas que le compran a sus hijos, estas deberían ser siempre utilizadas bajo vigilancia de los adultos y en caso de que no sean aptas para ellos no deberían ser usadas en lo absoluto”. La mayoría de estos productos contienen fuertes compuestos químicos como son los alfa hidroxiácidos (comúnmente encontrados en productos con fines de anti-envejecimiento), derivados de metales alcalinos como el sodio, óxido de zinc, aluminio, sulfatos, en algunos casos incluso petróleo. “Muchos de estos activos pueden afectar el PH y las capas de la piel además de causar demasiada irritación y descamación, por lo tanto no están permitidos” asegura la experta. Todos los días a eso de las ocho de la noche, Paula se dirige al baño para hacerse su rutina de skincare. El primer paso es una mascarilla facial. Para esta ocasión utiliza una antioxidante e hidratante de Kiss Beauty, y la deja funcionar durante cinco minutos, “la piel queda con un efecto como glossy . Me gusta por lo brillante que te la deja”. Luego la retira y se pone un serum que “huele super rico”, el Hyaluronic Acid  de The Ordinary  que contiene 5 formas de Ácido Hialurónico y vitamina B5. Le sigue la crema de ojos, la cual admite habérsela robado a su mamá, la etiqueta está desgastada y desconoce la marca, supone que es buena porque a ella nunca le han salido ojeras. Los últimos dos pasos son el tónico y crema, “ me falta una mascarilla de labios ”, explica luego de secarse el rostro. “Los menores de edad no necesitan una rutina de skincare como tal”,  afirma la cosmetóloga Manuela San Martín. Para los menores de 14 , ella únicamente aconseja el uso de bloqueador solar y crema hidratante, e incluso con estos dos productos advierte a los padres conversar previamente con un dermatólogo y ser conscientes de lo que están comprando en la farmacia. “Hay que evitar la sobreexposición a las redes sociales y a estímulos no adecuados para las capacidades cerebrales y de desarrollo cognitivo de los niños, ya que pueden no procesar la información de manera adecuada. Además, es importante educar sobre el uso correcto de las redes sociales y discernir qué contenido es fiable”, dice la piscóloga de la Universidad de los Andes.

  • El pudú podría extinguirse antes de lo que pensamos

    Los pequeños y tranquilos cérvidos que transitan por diversos sectores de la Isla de Chiloé están bajo amenaza. Hasta la fecha ya han ingresado 30 pudúes heridos al centro de Rehabilitación Chiloé Silvestre a causa de ataques de perros.  Un día en la vida de un pudú podría ser más o menos así: en el denso bosque verde de Chiloé se encuentra el tranquilo y solitario cérvido más pequeño del mundo divagando entre la abundante vegetación. Con su hocico busca maqui o zarzamoras para poder alimentarse. Se pasea tranquilo porque en la zona no hay presencia de depredadores grandes como el puma o el zorro, o eso cree él. Pero de pronto escucha un ruido, alza sus pequeñas orejas redondeadas y enfoca la mirada al frente. Se queda quieto, inicialmente no logra detectar el peligro, solo se mantiene inmóvil analizando la situación con sus oscuros ojos, que son como pocitas de petróleo aterciopelado.  Su primer instinto nunca es arrancar, pero en cosa de segundos, el crujir de hojas secas que escuchó lo sigue el ladrido de un perro que corre rápido hacia él . Es un animal grande que probablemente tiene dueño, pero tal como acostumbra , al ver el portón de su hogar medio abierto, aprovecha la oportunidad de escapar y salir a cazar.  El pudú cae tumbado al suelo. Los puntiagudos colmillos del perro se incrustan fuertemente en la zona posterior de su pierna y pasan de ser blancos a estar manchados por sangre. Ya no es un solo perro, a lo lejos se ven dos más que vienen rápido. El pequeño está perdiendo energía, tiene la mirada entrecerrada, desorientada y respira cada vez con menos fuerza, intenta alzar su cabeza a causa de su curioso instinto, pero apenas puede moverse. Su cuerpo tiembla y cuando está a punto de fallecer los residentes de la zona se percatan de la trágica situación que ha ocurrido. ¡Teléfono, teléfono!, ¿qué hacemos en esta situación? “llamen al SAG”, grita alguien a lo lejos.  En situaciones así los pasos a seguir son inmediatamente llamar al Servicio Agrícola Ganadero (SAG) para que hagan el rescate y seguido de eso llamar al centro Chiloé Silvestre para que puedan entregar las indicaciones sobre qué hacer con el animal antes de que llegue el SAG o hasta el momento en que llegue. Entre las indicaciones que se entregan se encuentran dejar al pudú en un lugar tranquilo y aislado, donde no haya mucho ruido e idealmente en lo posible con proporcionarle alguna fuente de calor como un guatero o botellas con agua caliente. Tras ser rescatado el pudú, con su brillante pelaje manchado con sangre, llega al centro de rehabilitación, tiene algunos de sus músculos rotos y presenta dificultad para pararse y caminar. La herida provocada por los perros durante la emboscada se empieza a infectar tomando un color cada vez más oscuro, casi negro, dejando atrás el aspecto rojizo que tenía en un inicio, es decir que la zona afectada se empieza a necrosar y por consecuencia a provocarle pérdida muscular, sin embargo, el apetito del pudú se mantiene y este no pierde el ánimo para luchar por su vida.  Te podría interesar: La ranita del Loa no tiene dónde vivir En los últimos años el ataque de perros a animales endémicos ha ido en aumento. Según cifras entregadas por el reconocido ‘ doctor pudú ’, el veterinario Javier Cabello, también director de la ONG Chiloé Silvestre, organización que cuenta con el único centro de rehabilitación de fauna silvestre en el archipiélago, dice que “ en lo que va del 2024 ya han ingresado 30 pudúes en comparación a el año pasado en el cuál fueron 50 en total los que ingresaron y el antepasado donde fueron 60 (...) Es una cifra preocupante ”. En este momento el pudú se está recuperando progresivamente gracias a un tratamiento y a la ayuda que le proporcionan los profesionales que lo cuidan. Esta es una historia que muchos de su especie han vivido, pero lamentablemente no todos han logrado sortear la crítica situación de la misma manera que este ya que en estos casos el panorama de acuerdo con la gravedad de las heridas en la mayoría de las ocasiones es desalentador y conducen a un desenlace terrible.  El doctor pudú explicó que la mayor causa de ingresos al centro es debido a los ataques provocados por perros, señalando que un 75% de los pudúes que llegan heridos fallecieron, situación que afecta no sólo a los que habitan en la isla grande que es donde existe una mayor población de pudúes, sino que geográficamente esta especie habita desde la Región del Maule hasta la Región de Aysén. Aunque el principal factor de ingreso de fauna a centros de rehabilitación es los ataques de perros hacia pudúes, no es el único ítem que atenta contra la integridad de estas especies, si no que se suman los atropellos en carretera producidos por conductores que van a exceso de velocidad, enfermedades transmitidas por otros animales domésticos, caza ilegal y la destrucción y alteración de su hábitat natural. Existen tres categorías en las cuáles un animal se encuentra amenazado de extinguirse y esas son: en peligro crítico, en peligro y vulnerable. Los pudúes se encuentran rotulados como “ vulnerables ”, y si bien esa viene siendo la más baja, es importante tener la idea de que igualmente son una especie amedrentada en camino a la extinción. Desde diversas organizaciones medioambientales hacen el llamado a que las personas disminuyan la velocidad, que aumenten también las sanciones y multas a propietarios de perros que maten a animales silvestres que no asuman una tenencia responsable y que se implemente una educación efectiva a nivel nacional en los colegios acerca de la importancia de respetar y cuidar la biodiversidad e implementar carreteras más seguras para la fauna silvestre para ir en ayuda o contrarrestar de cierta forma lo que está sucediendo. Por ahora, el destino (y cuidado) de los pudúes queda en manos de los ciudadanos.

  • Arianna de Sousa: “No hemos entendido la crisis migratoria como una problemática humanitaria”

    La periodista venezolana Arianna de Sousa-García comenzó a escribir ‘Atrás queda la tierra' en 2017 con dos objetivos. Primero, deseaba sentir que estaba logrando algo significativo en Chile y combatir ese diálogo interno que le sugería que su estancia en este país no estaba siendo productiva. En segundo lugar, y quizás el más importante, quería dejarle a su hijo un testimonio sobre el origen de ambos y lo que significa ser migrante.La idea era que él no olvidara que hay miles de otros niños que nacieron en su tierra pero se vieron obligados a crecer en otra. Cuando la periodista venezolana Arianna de Sousa-García comenzó a promocionar su primer libro ‘Atrás queda la tierra’, habló con diarios, revistas y fue a radios. Casi de inmediato recibió más de 50 mensajes en su cuenta de instagram de personas que ella no conocía y que no quiso revisar.  Hace un tiempo que la escritora tiene bloqueadas palabras como ‘venezofacha’, ‘veneca’, ‘fuera’ y justamente la aplicación le avisaba que estas solicitudes contenían algunos insultos.  Se le apretó el corazón. Fue en ese momento en que recordó que a través de su texto no sólo estaba contando la historia de su pueblo, sino abriendo una ventana a su vida privada y a la de su hijo: un niño venezolano que está creciendo en este país y al que ella le escribe este libro como un recordatorio de que forman parte de los más de 8 millones de personas que dejaron su hogar en búsqueda de una mejor vida fuera de las fronteras. “El libro lo comencé en 2017 y me estremece mucho ver que en todos estos años, en lugar de mejorar las cosas, pareciera que empeoraron, y que los discursos de odio y la precariedad se han fortalecido. Me parecía hasta hipócrita no exponer mi historia y el dolor de tantas personas. Me costó un montón recordar, reconstruir, hablar con mis padres, mis abuelos, con amigos mayores que yo y que podían contribuir a escribir este relato de la Venezuela de antes que yo naciera, del país en el que crecí, de la gente de la que aprendí y el hogar que tuve que abandonar con mi hijo. Mi experiencia como migrante me ha hecho entender la vida desde otro lugar: que se puede armar y desarmar. Que lo definitivo a veces es transitorio y al revés ", di ‘ Atrás queda la tierra ’ (Six Barral, 2024) incluye las vivencias crudas de otros venezolanos, pero también las reflexiones que Arianna hace sobre su nación desde el periodismo, el ser extranjera y la maternidad. Hay partes ensayísticas, de registro, que cuentan las discriminaciones y dolencias sociales que viven los migrantes venezolanos en nuestro país, y también es una crónica en la que la autora cuenta cómo abandonó su tierra, empezó desde cero, la mira con distancia y cría a un niño en otra cultura.  Ante el acoso xenófobo que contabas, pensaste incluso en dejar de dar entrevistas. ¿No te parece que tu libro es justamente un antídoto contra el odio? “Para mí existir en Chile también ha sido eso. Trabajo en una librería donde hablo con muchísima gente y desde que trabajo con público esto pasa todos los días de mi vida: recibo comentarios que no son malos, pero sí ignorantes, odiosos, y trato de contestar lo mejor posible. Es extraño y es bonito también porque la calma como respuesta ante la violencia los deja desarmados y ahí, algunas veces, se siembra la curiosidad. Pero claro, tiene un costo grandísimo y yo me desarmo fácil. Mientras escribía este libro estuve en dos oportunidades con licencia psiquiátrica porque no podía no sentir angustia e impotencia ante todo lo que encontraba sobre las muertes y situaciones difíciles que tuve que reescribir. Y cuando reconstruí mi propia historia. No quiero caer en cama, quiero ser responsable con el libro y ser fuerte para él. Eso significa parar para seguir. Seguir para educar. Educar para que otros no pasen por lo mismo ” ¿Cómo han recibido desde la comunidad migrante tu relato? “Han pasado cosas curiosas. Se me acercó alguien en la librería para decirme ‘ yo también soy hija de un chavista’ . Me lo dijo como algo prohibido. Como si se tratara de un secreto. Y no lo es. La mayoría de nuestros padres fueron chavistas y creyeron en un proyecto que fracasó. Hay una vergüenza en asumir eso, pero a conciencia, no quise dejar de demostrar cómo lo político permea en la vida doméstica y cómo fue mi experiencia creciendo con un padre chavista. Me quedé corta incluso. Y además que son experiencias que no sólo ocurrieron en Venezuela, sino que han vivido otros seres humanos que se han apasionado por alternativas políticas. He encontrado mucha literatura y uno podría hacer un estante sólo de esa temática. Autores de Rumania, Albania, China, que sienten esa frustración o a veces vergüenza. Es muy interesante ver y registrar qué pasa con las pasiones: a quiénes afectamos cuando estamos tan apasionados, qué hacemos con ella cuando le ponemos límites y cuando no”.  ¿Cómo se vinculó tu hijo con el texto? “No lo he leído todavía. Lo tiene en su biblioteca con la promesa de que a los quince años lo va a leer. Ahora es muy chico. Pero él aparece en el texto. Hay personas que no me creen que él haya hecho esa reflexión, cuando menciona que no es de allá, no es de aquí, es multipaís. Lo tengo grabado (se ríe). Es sensible, inteligente, rápido de mente y quiero que cuando tenga dudas sobre su origen e identidad, tenga las respuestas. Posiblemente estaré allí para responderlas, pero este libro tiene el pulso del momento. Lo escribía de madrugada, cuando él dormía, porque tengo una crianza muy vívida y me gusta estar con él la mayor parte del tiempo que pueda. Él no tiene el acento, ni el pelo como yo, ni mi color de piel. Está creciendo bajo el sol chileno, que pega menos. Va a pasar desapercibido. Va a vivir una experiencia muy distinta. Pero va a ser el hijo de una migrante ”.  ¿Cuál es tu relación con Venezuela hoy, desde la distancia? “No tengo dudas de mi amor por Venezuela. Lo que sí tengo es un miedo enorme sobre lo que voy a sentir  cuando vuelva. No he vuelto ni una vez. Entonces percibo que ese retorno se acerca, no sé si definitivo, yo pienso que no: yo he construido una vida aquí, sobre todo una para mi hijo y no se la voy a romper tan fácilmente. Es necesario un retorno simbólico. Una primera cita. Quiero recordar mi aire, ver el mar. Pero no queda casi nadie, ni mi familia, ni amigos. entonces, ¿para qué volver? ¿Volver a qué? Esas son las preguntas. Para mí es un sueño, como un paisaje precioso, idílico, que no es posible. Qué miedo volver y que la realidad de lo que está pasando allí no me permita ser o que mis recuerdos se aclaren y sean otra cosa, de otro color, más crudo incluso de lo que guardo en la memoria. Eso me asusta. Encontrar una historia distinta a la que me he contado, para bien o para mal.” ¿Y cuál es tu relación con Chile? ¿Lo consideras tu hogar? “Es el hogar de mi hijo. Estamos con un gobierno en el que muchos migrantes apoyamos porque garantizaba respeto y se han incumplido con promesas . Más bien se instaló un discurso de otros ex presidentes o que fueron adoptados desde la derecha. Es súper doloroso. Me rompió el corazón. Entonces yo estoy intentado valorar que aquí vive parte de mi familia: mi abuela, mi madre, mi hermana y mi tía. Tengo una pareja chilena. Y sus hijos, quienes se han convertido en los míos. Mi esfuerzo hoy es apreciar eso. En que estoy en un mismo lugar con toda esa gente que amo y que me ama, pero la verdad es que el país se ha transformado en un lugar hostil”.  ¿Cuál es la relación entre los gobiernos locales y la xenofobia?  “Que los gobiernos instalen discursos contra la migración o hagan ver que la violencia y la delincuencia vienen desde allí cuando los estudios nos muestran otra cosa me parece súper problemático. La mayoría de los crímenes no viene de la migración, sino que es a esos a los que se les da cobertura porque funcionan mediáticamente  y fortalecen una identidad nacional. El país se une en un único relato. Pero que te estén culpando todo el tiempo, y que seas el cuerpo responsable de todo lo malo, es muy frustrante . Es doloroso también ver cómo hay otros migrantes que adhieren a ese discurso para estar a salvo. Y parece que existimos unos buenos y unos malos. Hace poco se me acercó una señora  y cuando me iba a saludar me dijo ‘ay pero tú eres venezolana’ y se alejó. Le dije que sí y me dijo “ah, pero tú eres de las buenas, no viniste a delinquir, ni a dañar nuestra raza’. Yo tuve que salirme del lugar y dejar que mis compañeros se encargaran, pero a lo que voy con este ejemplo es que esos discursos se validan cuando el oficialismo, que prometió hacer lo contrario, cae también en instalar esas narrativas. Los latinos no hemos entendido la crisis migratoria como una problemática humanitaria ”. ¿Cuál es la evaluación que hace sobre la labor del presidente Boric en el área de migración? “No sé cuál es la dinámica en el poder, pero qué lástima que ceda a las cosas. No creo que tenga un problema de identidad, sino que más bien es valórico, de principios. Hay cosas que no se transan y al final lo que él transó es lo que no lo toca: ser migrante. Si hay que lanzar a alguien por la borda, ¿a quién?, por supuesto, tiramos a los extranjeros. Es muy decepcionante que esta persona haya sido el político que cuando estaba en búsqueda de firmas, le escribió a organizaciones migrantes para buscar apoyo. No sé a que se ha enfrentado él como presidente, pero ha dejado claro que tiene principios móviles”.

  • Amanda Marton, escritora: ¿Quién de ustedes no ha dicho alguna vez que no quiso parecerse a su mamá?

    La periodista y escritora chileno brasileña acaba de debutar en librerías con ‘No quería parecerme a ti’, una obra en la que comparte su experiencia al ser hija de una madre con esquizofrenia. ¿Pero qué hace tan universal a este texto? En que es una ventanita a la intimidad de una familia, donde más allá de un diagnóstico, se tensiona el amor, los silencios, la construcción de la identidad de su autora y las expectativas entre la relación de una mujer y su mamá.  La primera vez que leí a Amanda Marton hablar sobre su mamá fue en una crónica que publicó Anfibia . Todavía recuerdo la ilustración que la acompañaba, la de una mujer con la cara cubierta, con el cuerpo flotando en un agua verdosa. Me emocioné mientras avanzaba con la lectura y lloré. Me identifiqué tanto con el texto. Y no porque mi mamá tuviera esquizofrenia, como Cecilia, la mujer del relato, sino porque en este artículo la periodista relata con la mano más amigable una de las relaciones más complejas que puede enfrentar el ser humano.  Se la mandé a todo el mundo: se llamaba ‘ Mi madre es otra’ y en ella Amanda manifestaba este temor con el que cargó tantos años, el de heredar un diagnóstico de esquizofrenia que -según la ciencia- podría manifestarse hasta los 30 años.  Ahora Marton tiene 31 y acaba de lanzar un libro en el que hila sus memorias, la historia de su familia y una investigación completa sobre esquizofrenia. El título es algo que tantos hijos hemos dicho alguna vez: “ No quiero parecerme a ti ”.  A principios de junio, en el centro de Santiago de Chile, Amanda celebró su primer retoño editorial y esa noche quedaron manos arriba y faltó tiempo para que el público no sólo hiciera más preguntas, sino para que también compartiera con ella y con los otros asistentes sus propias experiencias con sus madres. En la parte de atrás, donde ya no cabían más almas, unas amigas se emocionaron revisando algunas páginas y una le dijo a la otra: “mi mamá no tiene esquizofrenia , pero yo tampoco quise parecerme a ella”. El texto, antes de comenzar, cita a la mexicana Alma Delia Murillo: “¿Cuántos normales y cuántos felices cabrán como adjetivos en las familias?, ¿cuántos serán los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente? ¿Existen o son solo un mito repetido incansablemente por generaciones? ”.  ¿Existirán las familias felizmente perfectas? "Cuando tuve que hablar del libro por primera vez, yo pregunté: ¿Quién de ustedes no ha dicho alguna vez que no quiso parecerse a su papá o mamá? Todos los hijos en algún momento de nuestra vida hemos dicho eso, creo yo. Hay características de esas personas que nos hacen decir: no quiero ser como tú o quiero ser mejor que tú. En mi caso, efectivamente, yo en lo que no me quería parecer a ella era en el aspecto de la esquizofrenia. En el libro reconozco mucho eso, yo estaba tan centrada en el diagnóstico, que obvié muchas cosas en las que sí quería parecerme (...) Pensamos mucho en nuestras familias en comparación con las del resto: o es más duro o más bonito, pero nunca lo vemos como una experiencia universal . Justamente, la universalidad de este libro no está en la esquizofrenia, sino en el amor, en la familia, en los silencios, en los estereotipos, en la lucha constante por construir la identidad, algo en lo que estamos todos”. ¿Crees que hay una expectativa mayor sobre la funcionalidad de las madres? “Totalmente. Mucha gente comentó que en el libro estaba la prueba de por qué las personas con trastornos no debían ser madres. Me daban ganas de contestarles que Hitler pensaba lo mismo, dejar infértiles y extirpar a la esquizofrenia, según parámetros nazis. Hay un posicionamiento moralista sobre qué conviene a la hora de ser madre, o quién debe serlo y quién no, como si alguien con un trastorno tuviera que restringirse a esa oportunidad ”. ¿Con qué preguntas odiosas te has encontrado en la promoción del libro? “Son preguntas que vienen desde el desconocimiento: si mi mamá vive sola, si se puede valer por ella, también me preguntan si la cuido, si basta o no con tomarse un remedio o si los brotes se manifiestan todos los días. Me encantaría que me preguntaran sobre lo que genuinamente hace ella: cómo es como mamá, por fuera del diagnóstico, que hablen de esa historia de amor que cuento en el libro y que se transforma a raíz de la esquizofrenia, pero que no deja de existir”. En el libro haces un repaso por el pasado de ustedes, pero actualmente, ¿cuáles son esos lugares de encuentro que tienes con tu mamá? “Siguen siendo los mismos de siempre. Hay una interacción cotidiana que no cambia como sí cambia la vida .  No vivimos juntas, pero cuando nos juntamos, vemos películas, comentamos de libros, ella es una gran lectora y nos regalamos textos. Intercambiamos cartas. Las redes sociales también son un lugar de encuentro. Mi mamá publica muchas selfies de señora (se ríe) y yo le opino sobre eso. A ambas nos gusta cocinar, por ejemplo, cuando la voy a ver no me deja entrar en su cocina. Lamentablemente después de cada brote ella no puede estar tan bien y en términos de desarrollo cognitivo, personal o social hay un deterioro. Pero como cualquier otra relación: hay encuentros, desencuentros y choques, certidumbres y sorpresas ”. Te podría interesar: Entrevista a la autora Arianna de Sousa: “No hemos entendido la crisis migratoria como una problemática humanitaria” Amanda visitó a su madre en Brasil y le llevó el libro de prueba. Fue la primera persona en leerlo. “Lo primero que le dije fue que no abandonara el libro, porque en eso no nos parecemos, yo no suelto un texto, llego al final, pero ella sí se encuentra con una historia triste, puede dejarlo”. Cecilia se sentó de inmediato a leerlo, frente a ella, no fue capaz de esperar. Mientras avanzaba le hacía comentarios a su hija, la autora. Se lo terminó en un día.  Marton le preguntó qué le había parecido y su mamá lo calificó con un 8.5 (en Brasil la nota máxima es un 10). Amanda le preguntó por qué. “ Tenía mucho miedo de que no como lectora, sino que como mamá, no avanzara y no llegara a las conclusiones, que pensara que su hija no quería parecerse a ella.  Me dijo que habían momentos en los que no se sintió identificada. Le dije que lo entendía, muchas cosas tenían que ver con sus delirios o las decisiones que tomó de manera inconsciente, pero la investigación periodística lo verificó. Lo consulté con seis personas y me dijeron lo mismo. Le dije que estaba siendo poco objetiva, que lo estaba analizando como protagonista. Ese día nos reímos y me subió la nota a 9.5, no quiso ponerme el 10”. El libro 'No quería parecerme a ti' de Amanda Marton ya está disponible para su compra en formato físico y digital.

  • Cuídenla como si fuese Mía

    Durante 2023 fallecieron nueve menores de un año debido a enfermedades respiratorias. El caso de Mía Olivares fue el más controversial. Murió el 6 de junio en el Hospital Claudio Vicuña de San Antonio luego de esperar cuatro días a ser trasladada para recibir la atención médica que necesitaba. A la niña no la mató el virus sincicial, sino una seguidilla de falencias en el sistema de salud: deficiencias en la gestión de camas críticas y fallas en la atención pediátrica de cuadros respiratorios, además de una aparente mala praxis por parte del hospital, según auditorías en el caso. “Mía viajó por todo Chile estando siempre en San Antonio. Nos dieron distintas versiones, nos decían una cosa y luego salían con otra. Si las cosas se hubieran hecho distintas, nuestra hija estaría con nosotros”. Declaraciones de Nicol García y Nicolás Olivares, padres de Mía, en el texto de la querella que presentaron por el caso de su hija. Viernes 2 de junio de 2023. Nicol García y Nicolás Olivares notaron que sus hijos Agustín (7 años) y Mía (3 meses), tenían tos y fiebre. Con cuidados en la casa lograron bajar la temperatura a Agustín y alimentar a la niña, pero al día siguiente sus cuadros respiratorios se complicaron y partieron al hospital Claudio Vicuña de San Antonio, donde viven. Él fue dado de alta pronto; Mía quedó hospitalizada porque su tos empeoraba.  El domingo 4 de junio, en el turno de la mañana, avisaron a los padres que trasladarían a Mía a junto a otros niños contagiados con virus sincicial a Valparaíso. Una de las madres le contó a Nicol: “A tu hija estuvieron a punto de intubarla”. A eso de las 13:00 horas, Nicol le pidió a una prima enfermera que visitara a su hija en el hospital. La mujer vio a Mía con los ojos hinchados y se preocupó. Esa hinchazón podría ser consecuencia de la administración de corticoides, le dijo a Nicol.  A las 18:40 llegó otra tía de Mía a cuidarla y mientras estuvo con la niña notó que la pequeña tenía dificultades para respirar. Solicitó la atención de una funcionaria de salud tens, quien tomó las pulsaciones de Mía advirtiendo que eran inusualmente altas. Luego, esta funcionaria informó a una enfermera sobre la situación. La niña lloraba, pero finalmente se tranquilizó. La tía les dijo a las funcionarias de salud que Mía se volvía inestable. “Ellas parecían no percatarse de la situación”, señala. Cerca de las 21:30, Nicol García retomó el cuidado de su hija. En ese momento estaban dos kinesiólogos presentes, y uno de ellos, el practicante, expresó su preocupación acerca de la discrepancia en los datos de saturación que él estaba registrando, según se lee en la querella que presentaron los padres por el caso de su hija. A las 21:50 de ese domingo 4 de junio informaron a los padres desde el Hospital que Mía estaba en lista de espera para ser trasladada. Su estado era crítico. Una cama para mía La madrugada de ese día a Nicol le habían informado sobre el traslado de su hija a una cama de UCI y preguntó hacia dónde sería llevada. Le respondieron que a donde fuese posible. Durante la noche Mía se mantuvo estable y sin complicaciones. Nicol salía frecuentemente de la sala REA para consultar a enfermeras, tens y cualquier personal disponible. Sentía que a Mía no lla cuidaban y que sólo estaba ella con su marido en la sala, sin la presencia de médicos para monitorear a la niña. La familia quería trasladarla a una clínica, pero el director del hospital les comunicó que el plan de urgencia estaba activado, pero la situación era difícil debido a la falta de disponibilidad de camas críticas. La Unidad de Gestión Centralizada de Casos (UGCC), dependiente de la Subsecretaría de Redes Asistenciales, es la encargada de gestionar los traslados de pacientes que necesitan camas críticas, asegurando la continuidad de su atención médica. Cada hospital y clínica tiene personal específico a cargo de gestionar las camas UCI. Estos pueden ser enfermeros o médicos del recinto asistencial y su rol fundamental es notificar la disponibilidad de camas para pacientes críticos. Así el sistema de la UGCC puede monitorearse desde cualquier parte del territorio nacional. “Lo primero que hacen es buscar camas críticas en la red pública. Al no encontrar camas en la red pública pasan a buscar camas a la red privada. Por ende, siempre van a tener más derivaciones de la red pública; tienen que saturar sus camas primero antes de ocupar las privadas”, explica Franklin Novoa, gestor de camas.  Por ley de transparencia se obtuvo el número de camas críticas para niños (UCI pediátricas) la semana en que enfermó Mía, del 2 al 6 de junio de 2023. El sistema estaba al límite. Luis Castillo, exsubsecretario de redes asistenciales, señala en relación al caso de Mía: “No se gestionaron dinámicamente los requerimientos existenciales de los pacientes críticos pediátricos. Como tenían la información que les había entregado la UGCC de que no había camas UCI pediátricas, no preguntaron nada más”.  Relata las experiencias que le tocó vivir durante la pandemia: “Cuántas veces me dijeron que no había cama acá en Santiago. ‘Espérate un poco’ les decía. ‘Yo iré a mirar’. Ahí se ponían nerviosos y uno mirándolos les preguntaba: ‘¿Por qué este enfermo está aquí? ¿Por qué no puede estar allá? Entonces pedía que trasladaran a enfermos que estaban estables a la unidad intermedia y abrieran esas camas para pacientes más graves’. Eso no existió”. Luis Castillo también critica a la UGCC: “El sistema funciona muy bien cuando hay disponibilidad de camas para los requerimientos asistenciales que tiene, pero en forma estática cuando los requerimientos sobrepasan la capacidad instalada de camas. Ahí se necesita un gestor dinámico y un coordinador que integre este nivel de complejidad de camas tanto en el sector público como privado. Eso no existió en este caso”. Mediante una solicitud de Transparencia se intentó conocer cómo funcionaron los traslados de lactantes y niños hasta 2 años antes y después de la muerte de Mía. Fueron entregadas cifras entre el 1 de marzo de 2023 y el 11 de junio (la semana posterior a su fallecimiento). Se entregaron solo totales, por lo que no es posible saber el comportamiento de las derivaciones, pero dentro del periodo que se logra conocer, según las cifras del Minsal, entre el 1 de marzo y el 11 de junio fueron trasladados 149 menores de dos años. De ellos, 43 a centros privados y 106 a centros públicos. De las cifras, llama la atención que los traslados a centros privados aumentaron notoriamente tras la muerte de Mía y la exposición pública que tuvo su caso. En los tres meses anteriores a su fallecimiento (1 de marzo al 5 de junio), hubo 23 traslados a centros privados, mientras que sólo en los cinco días posteriores a su muerte (hasta el 11 de junio), fueron 20.  Además, antes de su fallecimiento la mayor parte de los traslados fue a hospitales regionales (solo dos en RM, uno a Clínica Meds y otro al Hospital Clínico UC); mientras que tras su muerte aumentaron los traslados a reconocidas clínicas en la RM (3 a Clínica Alemana y 5 al Hospital Clínico UC). La espera de la ambulancia Mía necesitaba estar internada en una cama UCI. Su situación iba empeorando con el paso de las horas. A eso de las tres de la madrugada del lunes 5 de junio, le notificaron a la familia que la lactante iba a ser trasladada al Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso para seguir con el cuidado intensivo. Sin embargo, ese traslado nunca se realizó. A las 10:00 de la mañana del lunes 5 de junio llegó una ambulancia del Hospital, pero estaba destinada a recoger a un niño que había sido intubado. Al consultar por qué Mía aún no había sido trasladada, mientras que el otro niño sí, les respondieron: “Así funciona el sistema y no tenemos margen de acción”, ya que ese traslado estaba previamente coordinado.  La llegada de la ambulancia estaba planificada para la medianoche del 6 de junio para partir rumbo a Santiago y posteriormente a Arica, pero nunca llegó. Hoy la familia demanda dos posibles negligencias por parte del Hospital Claudio Vicuña. Primero, que a pesar de los evidentes signos clínicos al ingreso de Mía -taquicardia, taquipnea, fiebre y desaturación (menos del 92%)-, se categorizó erróneamente como C3 en lugar de C2, una clasificación más acorde con su condición de alto riesgo, según se constata en el “Informe análisis de Caso Nº 1/2023 del Comité Central de Auditorías de muertes en niños y niñas”, realizado por el Servicio de Salud Valparaíso-San Antonio. La segunda de las negligencias que demanda la familia tiene relación con el trato e implementos que utilizaron en el hospital con la paciente. En el mismo informe se señala que “ante la insuficiencia respiratoria aguda, la paciente no fue conectada a Cánula Nasal de Alto Flujo (CNAF) hasta 10 horas después del ingreso, a pesar de las recomendaciones actuales. Durante este tiempo, se utilizó oxígeno por naricera con flujos y concentraciones variables. La paciente continuó inestable durante casi 24 horas con CNAF antes de decidir la intubación y la ventilación mecánica invasiva (VMI), proceso que tomó otras 12 horas”.  La familia sostiene que estas demoras podrían contribuir a un manejo inadecuado. Por lo mismo, el martes 21 de noviembre de 2023 presentaron una querella criminal por estas y otras posibles negligencias médicas. En la querella también expresan la falta de prontitud en la solicitud de una cama crítica pediátrica desde el Hospital Claudio Vicuña a la UGCC MINSAL, realizada el 5 de junio a las 11:23 horas, a pesar de tener indicios de la necesidad desde las 04:00 horas del 4 de junio. Se sugiere que esta demora pudo contribuir a la probable pérdida de un cupo durante el 4 y la primera parte del 5 de junio, a pesar de que el reporte del 5 de junio mostraba dos cupos disponibles en otras instituciones, siendo uno de ellos en la Clínica Las Condes. En el documento se relata que la situación empeoró mientras se esperaba la cama crítica, resultando en la conexión tardía a ventilación mecánica y, posteriormente, en un shock hipotensivo.  También se señala que la paciente fue manejada en un establecimiento que no cumplía con las condiciones óptimas de soporte. La familia argumenta que estas circunstancias, resaltadas por la auditoría, podrían constituir posibles negligencias médicas. Había camas en Coquimbo y Rancagua La jefa de urgencia del hospital Claudio Vicuña informó a los padres que Mía sería trasladada a Arica, ya que solo allí había disponibilidad de cama UCI pediátrica.  “Minutos después nos informaron que debíamos deben esperar, ya que podría surgir la oportunidad de trasladar a Mía a Viña del Mar en lugar de Arica”, señalan los padres en la querella. Pronto les comunicaron que la opción en Viña del Mar se descartaba y continuarían con Arica.  “Después de esto estuvimos esperando, preguntando a qué hora venía la ambulancia, hasta que llegó la noche”, comentan los padres.  La familia se empezó a desesperar.  “A las 00:00 horas del martes 06 de junio de 2023, supuestamente iba a iniciar el viaje de Mía hacia Arica, que había sido confirmado y coordinado, y no pasó nada. Luego a las 07:00 de la mañana nos dijeron que venía la ambulancia, pero no llegó”, relatan los padres en la querella. El traslado a Arica no pudo concretarse porque Mía empeoró y porque hubo una demora en solicitar la ambulancia, según señala la familia. ¿Qué sucedió? ¿Por qué hubo demora? Aerotac fue la empresa encargada de realizar el traslado. El abogado Miguel Acuña asegura que uno de los testimonios que lograron rescatar de la empresa es que se dio muy tarde el aviso. “Una ambulancia para traslados específicos es bien difícil de conseguir. El hospital quería innovar con un traslado aéreo con pacientes críticos y sobre todo con una lactante. Era la primera vez que se hacía en el Hospital Claudio Vicuña. Sin embargo, no se pudo porque obviamente la paciente falleció”, señala el abogado Miguel Acuña. Esta investigación encontró por lo menos dos hallazgos relacionados con la disponibilidad de una cama UCI: una en Rancagua y otra en Coquimbo respectivamente. Si bien se conoce el caso de la Clínica Las Condes, el Hospital Clínico FUSAT de Rancagua también tenía una cama disponible. “Después del fallecimiento de Mía, en el transcurso de la investigación, descubrimos que la Clínica FUSAT también tenía cupo”, comenta Miguel Acuña, abogado de los padres de Mía. Por otra parte, una fuente anónima que trabaja en el Hospital San Pablo de Coquimbo reveló para este reportaje que tenían camas y nunca llamaron: “Al día siguiente del fallecimiento de Mía nos llegó un niño de Punta Arenas. La verdad es que no nos llamaron y nosotros teníamos cupo. Algo pasó. Ahora no es necesario que te llamen, porque están obligados durante la campaña de invierno a subir los cupos. Yo no sé qué pasó, pero a Coquimbo nunca llamaron”, concluye. Realidad del Hospital Claudio Vicuña Tanto Agustín Olivares como Mía Olivares entraron a la urgencia infantil del Hospital de San Antonio. El diagnóstico de Agustín concluyó en un cuadro gripal. “Le dieron medicamentos de adulto, ya que no tenían para niños (…) Cuando monitorearon a Mía, la máquina se puso de color rojo, mi tía preguntó y le dijeron que estaban malas y que esas máquinas eran para adultos. Mi tía, al observar que a la niña se le salía la naricera y le quedaba en la orilla de la nariz, se dio cuenta de que no le funcionaba correctamente, ya que era muy grande para ella”. Declaraciones de Nicol García y Nicolás Olivares en la querella. La situación que vivió Mía refleja los problemas de infraestructura y recursos del hospital Claudio Vicuña. La falta de camas UCI, tanto para adultos como pediátricas, así como la carencia de equipos y profesionales, se evidencian en la atención que recibió la niña. Esta realidad, según María Eugenia Cavieres, presidenta de la federación Quinta Costa de la AFUSAM, resalta la urgente necesidad de abordar problemas fundamentales en la atención médica, como la escasez de personal y la carencia de equipamiento. En la querella, la familia señala que se trató a un paciente en estado crítico en un establecimiento que carece de la prestación de UCI pediátrica y que no cuenta con especialistas y profesionales médicos especializados en el manejo de este tipo de pacientes.  El Hospital Claudio Vicuña, al igual que la mayoría del país, no estuvo ajeno al aumento de casos de virus respiratorios durante la semana de junio en que falleció Mía. Según el Departamento de Estadísticas e Información de la Salud (DEIS), en 2023 este hospital tuvo un peak de atenciones en urgencias de niños menores de un año. Todas  causadas por problemas respiratorios. El peak fue en la semana 36 (del 30 de agosto al 5 de septiembre). La culpa no es Mía “¡Cómo hicieron tan tarde todo!, ¿Por qué hicieron gestiones a último minuto? Jugaron mucho con nuestras expectativas, nos ilusionaban. Mía viajó por todo Chile estando siempre en San Antonio, nos dieron distintas versiones, nos decían una cosa y luego salían con otra. Sii las cosas se hubieran hecho de manera distinta, nuestra hija estaría con nosotros, sobre todo si la hubiésemos podido trasladar antes a cualquier centro de salud público o privado”.  Declaraciones de los padres de Mía en la querella penal. En cierto momento del martes 6 de junio, estando en el pasillo, comenzaron a escucharse gritos. Nicol García escuchó que su hija había tenido un paro cardíaco. También escuchó cuando reprendían a un guardia y a una funcionaria del laboratorio. Cuando todo estaba listo para que Mía fuese trasladada, sufrió no uno ni dos, sino tres paros cardiacos.  Finalmente, les dieron la noticia a los padres: la niña había fallecido. En un comunicado del hospital, su director, Enrique Jiménez Mira, manifiesta el compromiso con seguir trabajando para mejorar la atención médica. A su vez, lamenta profundamente la muerte de la lactante.  Para los abogados de la familia, Miguel Acuña y Epiro San Martín, en el caso de Mía es importantísimo saber qué reparación busca la familia. En una entrevista, respondieron a la pregunta en cuestión: “Sabemos que cualquier suma de dinero no les va a devolver a la guagüita, pero es uno de los elementos que establece el ordenamiento jurídico”, afirman. Miguel Acuña agrega que la finalidad de la querella no es el dinero, pero “es una de las condiciones cuando se demanda al Estado, la forma de reparación del daño que impone la Ley”. El monto que se pide ronda entre las 3.000 - 3.500 unidades de fomento.   La repercusión del caso del caso de Mía Olivares hizo que la bancada de Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), principalmente el senador Francisco Chahuan y la diputada Camila Flores, anunciaran un proyecto de Lley que busca garantizar la atención de salud para infantes, ya sea en el sector público o privado, además garantizar camas UCI. El proyecto fue votado el lunes 20 de noviembre de 2023 en el Congreso y fue aprobado en forma general. La propuesta busca que a ninguna familia le vuelva a ocurrir lo que le pasó a la pequeña Mía Olivares.

  • Soy autista y no lo sabía

    ilustración por Antonia Berger. “Eres una persona autista”. Aquella afirmación abrió heridas nuevas y viejas, pero a su vez cerró más de una. La neuróloga dijo aquellas cuatro palabras sin ser consciente del tsunami que me recorría. Durante diecinueve años viví dentro del espectro autista sin saberlo. ¿Por qué no sabía? ¿Por qué nadie se dio cuenta? ¿Por qué los especialistas no se dieron cuenta? Era septiembre y el calor empezaba a ser sofocante. Llevaba semanas sin ir a clases. No podía levantarme de la cama, hasta respirar se me había vuelto una tarea difícil. Me dolía el corazón o tal vez el alma, no lo sé, pero algo dolía. Yo solo sabía llorar. Había caído en un cuadro depresivo otra vez. Nadie entendía por qué. Llevaba casi nueve años en tratamiento psicológico, las mejoras solo venían por temporadas cortas, pero la ansiedad y la depresión ya se habían vuelto parte de mí. Se creía que tenía algún trastorno de la personalidad, o tal vez del ánimo, algo crónico, pero no tenía un diagnóstico como tal. Estaba en la consulta de mi psicólogo, sentada en el mismo sillón gris de siempre, envuelta por el olor de la taza de café que tenía en mis manos. Los psicólogos esperan que tú hables y dejes pedazos de tu memoria en su consulta, pero ese día yo no tenía ganas de hablar, así que él se vio obligado a rellenar el silencio. No le tomé atención hasta que empezó a contarme del espectro autista (EA). Él veía rasgos autistas en mí, él creía que yo era autista no diagnosticada. La nueva teoría era que mi autismo no estaba siendo tratado como se debía, lo que me estaba condenando a vivir dentro de un círculo repetitivo de tristeza. Yo no sabía nada sobre el autismo y me estaban hablando sobre él. Nunca me ha gustado el no saber y me da miedo ser una persona ignorante, así que empecé a aprender sobre él. Lo primero que descubrí fue que las siglas TEA están mal. El autismo no es un trastorno, ya que no presenta alteraciones, ni desórdenes mentales, pero sí suele venir acompañado por ellos. La depresión, la ansiedad, el trastorno de déficit de la atención (TDAH), incluso trastornos de la conducta alimentaria (TCA), suelen presentarse en las personas autistas, y yo no me escapé de la regla. Siempre creí que algo estaba mal en mí, tal vez había nacido descompuesta, me sentía defectuosa. No entendía por qué a los demás les resultaba tan fácil hacer cosas que para mí eran casi imposibles, incluso dolorosas. Llegué a odiarme por no ser una persona funcional. Nunca lograba encajar y me enojaba por eso, porque no podía ser como los demás. Me sentía ajena a la sociedad, que no pertenecía a ningún lado y eso dolía. Duele. Vivía en un estado permanente de depresión. Mi psicólogo decía que todo eso iba a mejorar cuando supiéramos si es que tenía bipolaridad o trastorno límite de la personalidad. Yo quería confiar en él, quería recibir un diagnóstico, quería entender lo que me pasaba, quería entenderme Empecé el proceso de diagnóstico EA, para esto un equipo multidisciplinario de neurólogos, psiquiatras y psicólogos (también suele haber fonoaudiólogos y terapeutas ocupacionales), evalúo mi desarrollo como persona, diversas conductas mías que llamaban la atención, mi perfil sensorial, entre estas cosas. Se pidió la opinión de los terapeutas que me habían atendido años atrás, y ahora, de la nada, todos ellos veían rasgos autistas en mí. Todos concordaban con que yo podía ser autista, pero ninguno lo había mencionado antes. Me realizaron el ADOS-2, una evaluación que, junto a los informes psicológicos que habían escrito los especialistas, respalda y confirma el diagnóstico. Según un estudio realizado el año 2021 en Santiago y publicado por la Universidad Católica,  la prevalencia del autismo es de 1 en 51, vale decir, cerca del 2% es autista. Los doctores opinaban sobre mí. Sobre mi cabeza. Creían que mi personalidad podría estar fragmentada gracias a los medicamentos. Decían que inconscientemente mi personalidad se moldeaba según los diagnósticos que iba recibiendo. Hablaban de mí como si yo no estuviera ahí, no me tomaban en cuenta, me dolía escucharlos, pero ellos eran los especialistas, había que escucharlos. Mientras buscaban un trastorno, yo me buscaba a mí misma en sus palabras, aún así, en esos momentos yo no tenía voz. A nadie le interesó lo que yo tenía por decir, lo que yo pensara, ni lo que yo sentía. El 20 de noviembre del 2023 recibí los resultados del ADOS-2. La última palabra la tenían esos papeles. Estaba nerviosa, quería que los resultados dijeran que era autista, que se acabara la incertidumbre, tenía miedo de que no fuera así. Tal vez nada iba a cambiar, pero iba a tener respuestas, la búsqueda iba a terminar. Entré en la consulta, la sala se me hacía un lugar frío, las sillas eran incómodas. Llegó la neuróloga y, sin rodeos, dijo que los datos demostraban que yo era una persona autista. No dije nada, no hice nada, no supe cómo reaccionar. Mi mamá hacía preguntas, no entendía desde cuándo tenía una hija autista y cómo es que ella no se había dado cuenta. Me dio la sensación de que se sentía culpable por no haberse dado cuenta. Tenía el informe que confirmaba mi autismo en mis manos. Con mis dedos repasaba las letras mayúsculas en negrita que indicaban mi diagnóstico. Sentía que en cualquier momento podían desaparecer, no sé por qué. Le tomé una foto. Si llegaban a desaparecer, tendría pruebas de que estuvieron ahí al menos. Quería contarles a todos que era autista, tal vez ahora las personas me podrían entender: me sentía libre, estaba feliz, me habían quitado un filtro de los ojos y ahora todo se veía distinto, empecé a entender cosas que llevaban una vida siendo inexplicables. Pero también estaba abrumada, me dieron los resultados que tanto había esperado, y eran los que quería, pero estaba llorando, no podía parar de llorar, no lo entendía. Lo había conseguido. Tenía mi diagnóstico, pero una pena desgarradora me estaba invadiendo. Me consumió y después vino la rabia. Grité, rompí cosas, odié a todos, estaba enojada con el mundo entero. Quería que me abrazaran. Yo quería abrazarme. Soy autista, siempre lo he sido, pero yo no lo sabía. Antes, cuando no lo sabía, pensaba que estaba rota, tal vez sí lo estuve, pero ya no. Cuando me diagnosticaron, sentí dolor y compasión por mí. Un diagnóstico que ha venido acompañado de la soledad, miedo e inseguridad. Pero ahora que sé que soy autista me quiero mucho más, he empezado a conocerme de verdad, ahora me entiendo mejor, empiezo a perdonar por obligarme a encajar cuando realmente nunca he estado hecha para encajar y eso está bien.

  • Villa Nacimiento cumple 30 años en 12m2

    En 1992 el Estado entregó cientos de casetas a familias vulnerables en La Pintana que funcionaron como viviendas sociales. Originalmente consideradas como transitorias, estas persisten después de 30 años. Debido a la construcción precaria se han producido numerosos accidentes por los materiales inflamables y de baja calidad, y además las estrechas calles dificultan la entrada de servicios de emergencia. Y aunque existe un Plan de Regeneración de Conjuntos, los residentes temen perder la pequeña victoria de doce metros cuadrados que consiguieron y que consideran su hogar. El 15 de junio de 1992 se inauguró la Villa Nacimiento: un terreno de tres hectáreas con 356 viviendas de 12 metros cuadrados, ubicada al nororiente de La Pintana. El conjunto de viviendas es parte del Programa de Vivienda Progresiva, creado en 1990, que tenía como objetivo dar una casa de emergencia en un periodo rápido de tiempo a familias vulnerables. Implementado con el retorno de la democracia, en pleno gobierno del presidente Patricio Alwyn, una de las ideas era proteger a los ‘allegados’, es decir, las familias que vivían de manera transitoria en una casa o espacio ajeno. Para esa época, según la Ficha de Clasificación Socioeconómica Nacional (CASEN), se estimaba que de 3,2 millones de hogares en nuestro país, 1,4 vivían bajo esta condición. A una de estas casas, en el pasaje Río Cogotí, llegaron Jimena Castro (64), Pedro Quinteros (67) y sus tres hijos. La situación de ellos era de allegados en Cerrillos, hasta que consiguieron esta vivienda. Al momento de recibirla, Jimena recuerda que el impacto fue devastador: “Cuando vi la casa quería devolverme, no sólo por lo incómoda, sino porque era helada y húmeda”, su marido asiente, “no eran casas, eran un cajón puesto para arriba de puros cartuchos. Nos acomodamos con una camita, una mesita y dos sillas. Era todo lo que cabía” Katherine Pérez (60), actual secretaria de la junta de vecinos, llegó al barrio cuando tenía 20 años, esperaba un hijo y se instaló con su marido en uno de los pasajes. Al igual que Castro y su familia, ellos vivían como allegados en la casa de su suegra en La Cisterna.  “Me sentí vulnerada, ya que me entregaron un cuadrado donde tenía que acomodarme. Fue muy denigrante, porque era como: ‘arréglate como puedas’ (...) Era super inseguro en ese tiempo, porque cuando las casas estaban siendo entregadas, venían a robar de otros sectores.” En 1983, el Estado con ODEPLAN, eliminó toda estandarización de vivienda, limitándose a controlar normas mínimas para garantizar el derecho de las personas a condiciones de seguridad y salubridad, evitando regulaciones que restan flexibilidad y agregan más costos. Ante esta situación, empresas privadas, otorgaron menos presupuestos y estándares a las viviendas sociales, con el resultado de que en 1989, 330.000 hogares eran materialmente deficitarios y 360.000 tenían precarias condiciones sanitarias. Katherine dice que estas casetas en verano son insoportables, no hay luz natural y ni aislamiento para el calor. Además, lo que más le acompleja en esta fecha son las plagas, puesto que Villa Nacimiento colinda con un sitio de pastizales, que está muy cercano a campos agrícolas. Claudia dice: “hay muchos bichos, ratones, pulgas y garrapatas”. Katherine agrega que “como esto era un tranque y estamos cerca de la línea de La Platina, en ese tiempo plantaban choclo y papas, entonces los roedores, eran habituales. Hoy no es muy diferente. Siempre se ha tenido que luchar contra alguna plaga”. Las casas están hechas de vulcanita y cholguán, un material relativamente barato, pero altamente inflamable. “El piso era de cemento, las casas no tenían rejas, las divisiones con los vecinos eran de alambres, el patio era un pastizal y las ventanas de cholguán eran un cajón que tenía bisagras arriba y la abríamos con un palo. No había segundo piso, tú tenías que poner el piso y la escalera”, dice Katy. Para el 96 los propietarios empezaron a levantar segundos pisos en sus viviendas. Actualmente Katy señala que  “en cada ‘nave’ hay 6 casas, y sus divisiones son con material ligero. Nosotros, en el segundo piso, estamos separados por vulcanitas, las puertas son de cholguán, y el techo es de nylon o pizarreño”. Ante el material utilizado en las ampliaciones de los vecinos, sin tener conocimientos de construcción, se provocaron recurrentes incendios, como lo es el más recordado por vecinos en Nochebuena del 95. Un siniestro en el pasaje Río Cogotí en donde murieron dos niños. A uno lo sacaron entre sábanas y frazadas, lo habían dejado al medio de la calle porque seguía vivo. "En ese momento, yo era chica y lo vi todo quemado. Después de eso, que apagaron el incendio, encontraron el cuerpo de su hermanita quemado abajo de la cama”, dice Claudia Vargas, una de las vecinas que llegó en el 92 junto a su familia al barrio. Otro caso, el mismo año, es el de dos escolares, en donde Jimena relata que se quemaron dos más: “uno de ellos venía del colegio y, estando en la casa cuando empezó el incendio, quiso arrancar pero quedó enganchado en la cama. Yo me acuerdo que vi el cuerpo completo quemado con el uniforme”. Ante la ampliación desmedida en el sector, Pablo Arellano (34), arquitecto, socio de 6280 y experto en proyectos urbanos sociales para el Estado, dice que “la gente que hace autoconstrucción, no conoce la normativa vigente, no son arquitectos, entonces a veces llega y construye sin tener conocimientos”. Esto, aparte de los incendios, genera que los servicios de emergencia no puedan entrar a los pasajes por lo angostas que quedan las calles, sumándole los autos estacionados, las piscinas al medio de los pasajes en verano, y la ampliación de antejardines y estacionamientos. Jimena confirma: “Las ambulancias no pueden entrar, entonces tienen que llevar al enfermo a la esquina”. Según el diagnóstico del equipo de renovación urbano de Villa Nacimiento del Servicio de Vivienda y Urbanización (SERVIU), el 99% del conjunto habitacional tiene ampliaciones por la necesidad de espacio. El 97% de estas son autoconstrucciones y el 2% corresponde a contratación para realizar los trabajos. Esto, en respuesta a la “poca iluminación en las casas”, según Pedro. Claudia cuenta que “todos tenemos experiencia en los siniestros. A veces ni siquiera llegan los bomberos, y la gente ya tiene todo apagado. Hay vecinos que se encargan de los niños, otros guardan los enseres de los que fueron damnificados, otros son más arriesgados, están por el techo y rompen paredes”. Desamparados Patricia Aravena (54), dueña de un almacén de barrio, y Lidia Zapata (67), llegaron en 2012. Ambas venían de los blocks de Arriagada en Santo Tomás, los cuales fueron expropiados y demolidos por fallas estructurales. Junto a ellas, llegaron también nuevos vecinos, lo que proporcionó más problemas al sistema de servicios básicos del sector, como lo es la presión del agua. Patricia señala: “es muy poca el agua caliente que nos llega porque hay muy baja presión. Hasta las 10 hay que bañarse, después de las cinco en invierno no te llega”. Otro problema, que va relacionado con la masificación de la Villa en conjunto con la apertura de la Caletera Sur, es el sitio eriazo de La Platina, que en este último tiempo se ha convertido en un basural. Lidia dice que “aquí hay camiones y camionetas que tiran basura. El otro día, venía un furgón lleno de colchones y justo los pilló la paz ciudadana. De repente se toman el lugar y hacen casuchas”. El mismo periodo en el que llegaron Lidia y Patricia, en la calle Recoba con Río Cogoti, a la entrada de la Villa, se expropiaron un centenar de casas por la remodelación de la Caletera Sur. Además, junto a ello, sacaron la junta vecinal que tenían y una plazoleta. El 2014, expropiaron en la misma manzana más casas, en donde hoy en día, en ese mismo terreno, hay una cancha de fútbol, en el que niños arman campeonatos con equipos de otras villas, un contacto entre otros sectores que se había perdido por la construcción de la Caletera. Ante todos estos problemas que surgieron durante esos años, Pedro señala que: “el alcalde que teníamos antes, Jaime Pavés, nunca vino a la villa. Ese día que a nosotros nos dijeron que iba a venir el alcalde, nunca llegó”. Patricia, ante esto, asegura: “los alcaldes que hemos tenido, siempre han sido pencas, nunca han estado con nosotros”. También Lidia dice que “la alcaldesa que hay ahora, es peor que el de antes, porque cuando fue la pandemia, jamás ayudó a la población”. En 2018 se planteó el Programa de Regeneración de Conjuntos Habitacionales, que buscó responder a las necesidades de conjuntos habitacionales en situación más crítica. Para ello, el programa se basó en 5 fases: La 0, es crear una Mesa Técnica Territorial. La 1, es generar un Plan Maestro. La 2, es acordar junto a la comunidad el Plan. La 3, es la Ejecución del Plan Maestro, el cual en este caso es la creación de 55 viviendas, crear más caminos con conectividad y expropiar viviendas. Y por último la 4, que es consolidar la organización comunitaria. En relación con este, la villa está dividida. Según el arquitecto Pablo Arellano, este plan es una muy buena solución, ya que el expropiar, demoler, y construir viviendas buenas crea una mejor calidad de vida, evita hacinamiento, humedad e incendios, ya que hoy en día hay más normativas tanto en metraje, materiales y habitabilidad. Pero, según otros vecinos, este plan nos les juega a favor. Por ejemplo, Lidia dice que “hay gente que no les gustaría que les demolieran la casa porque es el sacrificio de toda su vida, en donde las fueron construyendo de a poco”. Jimena señala que “el problema es la gente que va a llegar”. En este caso, Katy está de acuerdo con el programa, ya que se entregará una vivienda más digna a la gente, pero a su vez señala: “Se está tomando demasiado tiempo ya, llevamos 5 años con pocos avances, y eso intranquiliza a la gente”. El 12 de agosto de 2021 se contabilizaron un total de 92 casas para su expropiación, sumando un total de 6.634 m2 de terreno, para la construcción de viviendas sociales.   El arquitecto ante esta situación señala: “Uno entiende que la gente no se quiere ir porque invirtió plata. Pero, hoy en día existen políticas de vivienda más estrictas que en los 90’. De todas maneras las condiciones serán mejores, ya que hoy, hay normas de iluminación y de distanciamiento entre casas, y son cosas que en el año 92 no se hicieron. Hay un sentimiento de pertenencia, pero como Estado, se necesita entregar mejores condiciones que en las que están ahora, independiente de que ellos quieran o no”. En respuesta de esto, los vecinos señalan: “A nadie le importa que las calles estén rotas, que no tengan conectividad, y que sean estrechas. Nos tienen a la deriva, entonces se perdió el respeto”.- Claudia. “Tendría que juntar más plata entre familiares, y mi casa, ya no sería mi casa, y viviría de allegada.  Ya no tendría mi espacio propio y no tendré la paz que tengo. Si al final, la plata no hace la felicidad”.- Jimena. “Estoy dispuesta a cambiar todo esto, porque vendrá algo mejor que lo que tiene, pero el problema es el tiempo”- Katherine. “Tú no sabes con qué gente vas a quedar acá”-Lidia. Pedro y su pareja, Patricia, ampliaron su casa sacando préstamos del banco, sus retiros del 10%, créditos y, obviamente, trabajando el doble. “Yo de aquí salgo muerto”, dice él.

  • Dos artículos nuestros son finalistas para el Premio Periodismo de Excelencia 2023

    La premiación que realiza hace más de 20 años la Universidad Alberto Hurtado reconoce la calidad y relevancia de los mejores trabajos escritos, audiovisuales y digitales del año. Dos de nuestros reportajes favoritos fueron seleccionados en la categoría "Mejor reportaje escrito". ¡Estamos celebrando! Hoy la Universidad Alberto Hurtado dio a conocer los trabajos finalistas del Premio Periodismo de Excelencia (PPE) 2023. Y la gran sorpresa es que Revista Quiltra obtuvo dos de tres nominaciones en la categoría de "Mejor reportaje escrito". El PPE, que da relevancia a las piezas periodísticas de calidad desde hace más de 20 años, premiará a los mejores reportajes, crónicas, perfiles y entrevistas escritos y publicados durante el 2023. Como equipo nos sentimos profundamente orgullosos y agradecidos de que se reconozca el periodismo narrativo joven y que se valore el trabajo de medios independientes. ¡Sólo tenemos un año de vida y esto nos llena de energía para seguir adelante! Los finalistas Uno de los destacados fue el artículo "Un recorrido por los carretes con receta: noches de jarabe, clonazepam y fentanilo" de las periodistas Camila Álvarez y Jacinta Matus, quienes evidenciaron a través de un híbrido entre crónica y reportaje, cómo los jóvenes chilenos consumen drogas de farmacias en las fiestas. Medicamentos para la tos, la ansiedad, analgésicos y hasta remedios veterinarios son parte del cóctel en Santiago por la noche. "Expertos explican que estamos en una crisis, pero que es antecedida por otra. Los tiempos de incertidumbre, la inestabilidad social y la pandemia, habrían hecho que los jóvenes encuentren en estas drogas un refugio frente al miedo hacia el futuro. Es una radiografía por distintos sectores de la capital, desde que empieza el carrete hasta que termina". Nuestro otro finalista es "El egreso de la generación container", un reportaje de Tomás Basaure, que cuenta cómo, tras el tsunami que en febrero de 2010 que arrasó con el Colegio Insular Robinson Crusoe en el Archipiélago de Juan Fernández, los alumnos recibieron una solución modular de forma transitoria. En noviembre de 2022, Seis jóvenes se graduaron y se transformaron en la primera generación en completar todos sus estudios escolares en un container, creciendo bajo la promesa de la construcción definitiva. Algo que nunca pasó". En el relato, publicado tras la graduación de los jóvenes, cuenta la historia, los recuerdos y reflexiones de un curso de niños y niñas afectados por una de las catástrofes más dramáticas de nuestra historia. Aprovechamos de felicitar a nuestros compañeros de Ciper Chile, un equipo que admiramos profundamente y al que le agradecemos su trabajo y contribución a la verdad. Revisa la lista completa de finalistas aquí

  • Un recorrido por los carretes con receta: noches de jarabe, clonazepam y fentanilo

    Según la Encuesta Nacional de Salud del 2022, un 69% de los jóvenes chilenos consume estupefacientes. En las fiestas de la Región Metropolitana, a diferencia de otras generaciones, las drogas ilícitas pasaron de moda. Hoy se consumen sustancias que venden en la farmacia: medicamentos para la tos, la ansiedad, analgésicos y hasta remedios veterinarios. Expertos explican que estamos en una crisis, pero que es antecedida por otra. Los tiempos de incertidumbre, la inestabilidad social y la pandemia, habrían hecho que los jóvenes encuentren en estas drogas un refugio frente al miedo hacia el futuro. Aquí una radiografía por distintos sectores de Santiago, desde que empieza el carrete hasta que termina. * Los nombres de las fuentes fueron cambiados para este reportaje Santiago Norte, 21:30 horas – Es sábado por la noche y Piero (20), dueño de casa, sale con su celular acompañado de Milán (20). Es un inmueble casi vacío, donde apenas hay un microondas en la cocina. Al fondo de la pieza de Piero, eso sí, hay una cantidad inimaginable de botellas vacías de Deucotos y AcForte, ambos jarabes para la tos. Otros cuatro amigos de la misma edad están sentados compartiendo dos frascos enteros de estos remedios mezclados con bebida. “Me gusta andar con ladronazo’ que se la tiran al minutazo. To’as las Glock están conmigo. Y la delincuencia camina conmigo” Suena el chileno Jere Klein en un parlante y el carrete está recién comenzando. Al ritmo de la música estos jóvenes buscan recetas médicas por Instagram para comprar otros tres jarabes en la noche, y algunos, mientras tanto, sacan sus llaves para consumir tusi saborizado. Los más populares: el de tres leches y lúcuma. Mientras inhalan, uno de los amigos que sueña con convertirse en estrella del trap y el drill, pone a Piero47 en el reproductor, y dice que vendiendo el tusi que él prepara de una manera “buena y sin fentanilo”, va a conseguir el auto de sus sueños, un BMW X5, que vale aproximadamente 84 millones de pesos, “y quizás hasta otra pistola más”, agrega. Con las recetas en la mano, uno de los jóvenes va directamente a comprar dos Deucotos a una farmacia, una Sprite de dos litros y tres cervezas para seguir la noche. Santiago Oriente, 21:30 horas - Al otro extremo de la ciudad las casas son gigantes, con jardines podados y no se escucha la música de los vecinos. Al interior de la casa de María Gracia (20), anfitriona del evento, 25 invitados de su misma edad se reparten piscolas, un pito de marihuana y cigarrillos, mientras suena la argentina Tini Stoessel. Esta casa eso sí, a diferencia de la Piero -donde apenas cuelga una foto antigua de su tío marcada por el paso del tiempo- está llena de enormes muebles y, desde la entrada, cuelgan fotos y recuerdos familiares. “Dale, miénteme. Haz lo que tú quiera' conmigo. Dime que esta noche yo soy tu bebé. Y mañana somos amigo' (....) Amigo’”, Sigue cantando Tini de fondo. Antonella (20), amiga de María Gracia, está emocionada por el carrete al que van a ir. Se trata de una fiesta electrónica con mesas VIP. “Matemos piscolas para no comprar allá”, dice. “Curémonos y chao, cuatro piscolas y mínimo una al seco”, suma otra. Más tarde, en la fiesta, dejarán las piscolas y consumirán drogas más fuertes. Juan Pablo Urrejola, psicólogo clínico y especialista en adicciones y trastornos de ansiedad del Centro Terapéutico EJE, comenta que nuestro país, a nivel regional, “se encuentra en primer lugar de consumo de marihuana y segundo en la ingesta de opioides. Mientras que a nivel mundial, somos terceros en el uso de anfetaminas y sus derivados, y séptimos en el consumo de cocaína. Esto obviamente afecta la salud mental de los jóvenes, pero es una respuesta a buscar un refugio, sobre todo en tiempos de crisis”, agrega el especialista. En ambas juntas los objetivos son los mismos: gastar dinero, grabar videos para el recuerdo que se subirán a sus redes sociales, conocer gente del sexo opuesto, usar drogas y beber alcohol. Una previa en crisis Según datos del 14° Estudio de Drogas en Población Escolar del SENDA, el 9,5% de los escolares reconoció haber consumido tranquilizantes sin receta médica en el último año. La mitad de ellos dijo que accedió a través del entorno cercano, como un familiar o amistades (30,9%) o que lo tomó directamente desde la casa (16,6%). Otras formas de conseguirlo fueron en ferias libres o mercados (10,2%) y en farmacias con una receta de otra persona (6,9%). En este último punto, Jorge Cienfuegos, presidente del Colegio de Químicos Farmacéuticos señala que: “no se puede evitar que una persona falsifique una receta de papel. Cualquiera puede hacer un recetario en una imprenta. Además, no hay ningún lugar acreditado donde se necesite llenar un formulario o te pidan una credencial para eso, entonces, es el caldo de cultivo para la proliferación del abuso de estos medicamentos”. El psicólogo Juan Pablo Urrejola agrega que, si bien el consumo de alcohol bajó según la OMS, la realidad es que las clínicas y hospitales mostraron otra durante la pandemia, donde muchos jóvenes, por la incertidumbre y el aislamiento en el que estaban viviendo, se refugiaron en el alcohol, lo que llevó a consecuencias posteriores en el consumo excesivo de esta sustancia. El carrete: distintas zonas, distintas drogas Santiago Norte, 23:00 horas - Milán se contacta con Ethan (19), otro amigo del Sector Sur de Santiago que cocina tusi. En esta videollamada, Milán se preocupa de la preparación, los precios con que saldrá al mercado y comentan sobre el fentanilo diciendo: “hermano, eso te deja terrible sicosiado, te vei enfermo, nica le pongo esa wea”. Milán le responde: “Mi sangre, el otro día compré en Las Rejas y quedé imbécil, nunca más”. A su vez, mientras se hace la droga, se cuestionan el uso de una “olla decente” para que su sabor no sea a metal o aluminio, ya que para ellos lo más importante, aparte del efecto, es el gusto. Como consumidores, ambos prefieren el de frutos del bosque. Jorge Cienfuegos dice que el recipiente en donde se cocina la droga muchas veces no se revisa y puede estar en mal estado, por lo que en ocasiones, el efecto a largo plazo del consumo de cualquier sustancia cocinada en estas ollas, libera una gran cantidad de metales pesados y otros componentes, lo que puede generar daños agregados aún peores por ser neurotóxicos. “El consumo en jóvenes desde 20 años en adelante muchas veces es por ansiedad, es decir, utilizan la droga como un bálsamo social para poder generar relaciones de amistad o de pareja, para poder socializar y para poder conectarse con otras personas. Estos años de pandemia significaron una detención, una pausa importante en cuanto a los vínculos”, sostiene Felipe Irusta, psicólogo especialista en adicciones y director del Centro Terapéutico EJE. Santiago Oriente, 23:00 horas - María Gracia pide un Uber con sus amigas y arriba del auto ponen “X ESO BB” de Niki Nicole y Jere Klein. Antonella reflexiona en voz alta: “me encanta esa canción, pero me carga el pendejo del Jere Klein, no se le entiende nada y es un drogadicto”. La interrumpe Elisa: “¿amiga teni’ efectivo para comprarle clona al Raimundo?”, y María Gracia responde: “yo traje media pastilla para cada una, tomémosla ahora y chao”. Al otro lado de la capital Piero y sus amigos hablan de cuando uno de ellos compró un jarabe pinchado en un campamento en Cerrillos. “Oh, hermano, eso era como chupar metal. Tenía un sabor asqueroso”, le interrumpe Bastián. Milán responde: “compañero, eso era como el tusi con fentanilo, que wea más tóxica”, insiste. Piero mientras hacía su noveno jale en menos de tres horas señala: “mira yo ahora ando piola, pero eso del fentanilo es pa’ perkines igual que las clonas, te deja imbécil. Además, los que consumen eso, por lo general, es gente super adicta, o mayores o de la calle”, hace la aclaración. En relación al jarabe, José Espinoza, dirigente por 25 años de la feria Bernardino Parada de La Pintana, dice que ha habido un aumento de la venta ilegal de medicamentos al aire libre, y señala que en una ocasión él compró ibuprofeno y se encontraba vencido. Esto, a su vez, va ligado al aumento de un 400% del robo de camiones de productos farmacológicos, y el aumento de un 1.000% en relación al 2021 en la incautación de más de 10.000 millones de dosis de medicamentos, según cifras del ISP. “El fentanilo debería estar regulado bajo la Ley 20.000. Si bien éste es similar a la morfina, tanto en su uso como en su efecto, a diferencia de Estados Unidos u otros países en donde se ven personas inyectándose esta letal dosis hasta quedar inconscientes, en Chile, por cultura, las drogas inyectables no han sido tan consumidas o no han estado tan a la moda como las drogas más convencionales por miedo a las agujas”, explica Jorge Cienfuegos. El experto dice que, aunque el fentanilo ha estado por años en Chile para fines médicos, el mal uso de éste, como por ejemplo en las mezclas de esta sustancia con tusi, pueden provocar distintos efectos, teniendo como resultado fallas renales, hepáticas y cardiacas. Mientras tanto, en el evento de tech del sector oriente, en la sección VIP, los más jóvenes consumen clonazepam y ketamina, los más adultos inhalan cocaína. En medio de la fiesta, muchos hombres mayores ofrecen a las veinteañeras esta droga, incitándolas a posteriores actos sexuales. Y mientras bailan , Elisa (20) acepta una dosis de ketamina de un extraño y la consume, en tanto, María Gracia comparte un cuarto de pastilla de clonazepam con Antonella. Las jóvenes se motivan por un objetivo en específico: ellas dicen que quieren “comerse a alguien”. O mejor dicho, estar toda la noche acompañadas por algún hombre. Con relación a la ketamina, que es utilizada para caballos, Jorge Cienfuegos señala: “hay un nicho bien oscuro en este asunto. Eso es materia específicamente del Servicio Agrícola Ganadero (SAG). Entonces, ahí entramos en la duda, ¿cuál es la capacidad del SAG para regular estos medicamentos? Y si bien, vemos que hay una precaria fiscalización ya de por sí en la venta ilegal de medicamentos, en el caso de la ketamina, es más baja de la que tiene el Instituto de Salud Pública (ISP)". Al ritmo del tech, María Gracia se dirige hacia un baño químico con un tal Benjamín, y Antonella empieza a sentirse afligida porque no encuentra ningún hombre para ella, por lo mismo, quiere conseguir ketamina también. En el otro sector de Santiago, Piero con sus amigos se dirigen a una plaza, en donde todos los chicos están consumiendo jarabe con Fanta o Sprite, mientras que otros jalan tusi. En el hogar de Ethan -una casa vacía, con cajas de remedios por todos lados, y una foto semi quemada de él y su mamá en el living- se encuentra la cocina, que prácticamente es un laboratorio artesanal. Al percatarse de esto, Milán exclama: “la hicimos compañero. De aquí pal mundo. Énfasis”. El resto responde: “Énfasis compañero. Nos vamos a robar el mundo”. Mientras que, en el otro carrete, Elisa se entera de que el hombre con el que bailaba estaba con ella sólo para pasar al salón VIP, lo que la pone muy triste. Al mismo tiempo, Antonella empieza a buscar más droga, ya que no llama la atención de ningún hombre y María Gracia sigue en el baño químico encerrada con Benjamín. Piero sale con sus amigos a la plaza, mostrándose como si fuese el hombre más afortunado del mundo. Entre más eufóricos, más quieren consumir y, a su vez más quieren presumir lo que ellos consideran logros. Milán le muestra una pistola a Ethan. Piero empieza a mostrar sus joyas de 24 quilates a toda la gente que estaba alrededor diciendo “sigiloso como un cocodrilo”, mientras jala tusi sabor frutos del bosque. En el evento tech, la música baja sus revoluciones, pero las reacciones de las tres amigas no. Elisa sigue triste, Antonella se juntó con un hombre de 50 años hasta besarlo con la condición de que le diera más droga, y si bien más tarde dirá que esto la hizo “sentirse mal”, no le importó y siguió consumiendo. Mientras que María Gracia se dio cuenta que Benjamín estaba muy drogado. “No puedo más. Estoy muy empilado”, le dijo él con los ojos completamente perdidos. El after: caer de vuelta a la realidad Ambos eventos terminan y los grupos de amigos se dirigen a sus casas para reflexionar y seguir con la madrugada, pero con ánimos muy distintos. Piero junto a sus amigos se van hacia un recinto en Cerrillos, donde siguen jalando tusi y lo mezclan con Deucotos. Mientras lo hacen, uno de ellos pone “Háblame de plata” de Galee-Galee y Piero 47. “Somo' ejemplo de superación. Pa' lo' menore' en la población. Vamo' to' pa'rria' menore’ no jalen. Que fumen Maria”. Milán ve la foto de su hermana pequeña tamaño carnet en su billetera, mira a su alrededor y le dice a Piero: “Hermano estamos solos”. Bastián habla sobre su madre y empieza a llorar. La euforia va desapareciendo de sus cuerpos. Piero dice que el único recuerdo familiar que tiene es el de una foto de su tío, que actualmente tiene demencia. Entonces grita: “no hay ningún énfasis acá”. Al otro lado, María Gracia y sus amigas tienen una crisis existencial porque no consiguieron un hombre, por lo que el after, se reduce a compartir un cigarro para pasar las penas mientras miran el cielo a punto de amanecer por la ventana de la pieza. La fiesta terminó. “El Colegio Médico siempre ha defendido el libre ejercicio de la profesión por parte de los especialistas en donde dicen que ellos pueden prescribir lo que ellos estimen conveniente o quieran. El problema de hacer eso es que tienes personas de buena voluntad, o éticamente correctas, y personas éticamente incorrectas. Con estas últimas, no hay ninguna herramienta todavía que puedas identificar que sea procesable o sancionable al respecto, y si existe no se han utilizado, y esa es una de las problemáticas más grandes hoy en día”, dice Jorge Cienfuegos. “Con el consumo, por lo general se buscan dos cosas: el placer y evadir el dolor. Muchas se encuentran reprimidas o la persona no logra expresar, canalizar, o catalizarla de manera adecuada sin el consumo de la sustancia. No saben cómo gestionarlo bien”, agrega el psicólogo Felipe Irusta de EJE.

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