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- Sí, el 2024 fue QUILTRA
Somos un medio joven e independiente: eso traduce en un montón de obstáculos, pero también de oportunidades. Por eso, creemos que el 2024 fue un año inspirador. Encontramos en nuestros colaboradores historias frescas, respetuosas y humanas, que a través del periodismo narrativo nos acercaron a nuestros seguidores. Los reconocimientos se tradujeron en una comunidad amorosa y en ser los finalistas del Premio Periodismo de Excelencia y el Premio Pobre Que No Cambia de Mirada ¡Gracias por formar parte de esta aventura! <3 Te dejamos un Quiltra Wrapped del año que se va. ¡NOS VEMOS ESTE 2025 CON MÁS!
- Un recorrido por los carretes con receta: noches de jarabe, clonazepam y fentanilo
Según la Encuesta Nacional de Salud del 2022, un 69% de los jóvenes chilenos consume estupefacientes. En las fiestas de la Región Metropolitana, a diferencia de otras generaciones, las drogas ilícitas pasaron de moda. Hoy se consumen sustancias que venden en la farmacia: medicamentos para la tos, la ansiedad, analgésicos y hasta remedios veterinarios. Expertos explican que estamos en una crisis, pero que es antecedida por otra. Los tiempos de incertidumbre, la inestabilidad social y la pandemia, habrían hecho que los jóvenes encuentren en estas drogas un refugio frente al miedo hacia el futuro. Aquí una radiografía por distintos sectores de Santiago, desde que empieza el carrete hasta que termina. * Los nombres de las fuentes fueron cambiados para este reportaje Santiago Norte, 21:30 horas – Es sábado por la noche y Piero (20), dueño de casa, sale con su celular acompañado de Milán (20). Es un inmueble casi vacío, donde apenas hay un microondas en la cocina. Al fondo de la pieza de Piero, eso sí, hay una cantidad inimaginable de botellas vacías de Deucotos y AcForte, ambos jarabes para la tos . Otros cuatro amigos de la misma edad están sentados compartiendo dos frascos enteros de estos remedios mezclados con bebida. “Me gusta andar con ladronazo’ que se la tiran al minutazo. To’as las Glock están conmigo. Y la delincuencia camina conmigo” Suena el chileno Jere Klein en un parlante y el carrete está recién comenzando. Al ritmo de la música estos jóvenes buscan recetas médicas por Instagram para comprar otros tres jarabes en la noche, y algunos, mientras tanto, sacan sus llaves para consumir tusi saborizado. Los más populares: el de tres leches y lúcuma. Mientras inhalan, uno de los amigos que sueña con convertirse en estrella del trap y el drill, pone a Piero47 en el reproductor, y dice que vendiendo el tusi que él prepara de una manera “buena y sin fentanilo”, va a conseguir el auto de sus sueños, un BMW X5, que vale aproximadamente 84 millones de pesos, “y quizás hasta otra pistola más”, agrega. Con las recetas en la mano, uno de los jóvenes va directamente a comprar dos Deucotos a una farmacia, una Sprite de dos litros y tres cervezas para seguir la noche. Santiago Oriente, 21:30 horas - Al otro extremo de la ciudad las casas son gigantes, con jardines podados y no se escucha la música de los vecinos. Al interior de la casa de María Gracia (20), anfitriona del evento, 25 invitados de su misma edad se reparten piscolas, un pito de marihuana y cigarrillos, mientras suena la argentina Tini Stoessel. Esta casa eso sí, a diferencia de la Piero -donde apenas cuelga una foto antigua de su tío marcada por el paso del tiempo- está llena de enormes muebles y, desde la entrada, cuelgan fotos y recuerdos familiares. “Dale, miénteme. Haz lo que tú quiera' conmigo. Dime que esta noche yo soy tu bebé. Y mañana somos amigo' (....) Amigo’”, Sigue cantando Tini de fondo. Antonella (20), amiga de María Gracia, está emocionada por el carrete al que van a ir. Se trata de una fiesta electrónica con mesas VIP. “Matemos piscolas para no comprar allá”, dice. “Curémonos y chao, cuatro piscolas y mínimo una al seco”, suma otra. Más tarde, en la fiesta, dejarán las piscolas y consumirán drogas más fuertes. Juan Pablo Urrejola, psicólogo clínico y especialista en adicciones y trastornos de ansiedad del Centro Terapéutico EJE, comenta que nuestro país, a nivel regional, “se encuentra en primer lugar de consumo de marihuana y segundo en la ingesta de opioides. Mientras que a nivel mundial, somos terceros en el uso de anfetaminas y sus derivados, y séptimos en el consumo de cocaína. Esto obviamente afecta la salud mental de los jóvenes, pero es una respuesta a buscar un refugio, sobre todo en tiempos de crisis ”, agrega el especialista. En ambas juntas l os objetivos son los mismos : gastar dinero, grabar videos para el recuerdo que se subirán a sus redes sociales, conocer gente del sexo opuesto, usar drogas y beber alcohol. Una previa en crisis Según datos del 14° Estudio de Drogas en Población Escolar del SENDA , el 9,5% de los escolares reconoció haber consumido tranquilizantes sin receta médica en el último año . La mitad de ellos dijo que accedió a través del entorno cercano, como un familiar o amistades (30,9%) o que lo tomó directamente desde la casa (16,6%). Otras formas de conseguirlo fueron en ferias libres o mercados (10,2%) y en farmacias con una receta de otra persona (6,9%). En este último punto, Jorge Cienfuegos, presidente del Colegio de Químicos Farmacéuticos señala que: “no se puede evitar que una persona falsifique una receta de papel. Cualquiera puede hacer un recetario en una imprenta. Además, no hay ningún lugar acreditado donde se necesite llenar un formulario o te pidan una credencial para eso, entonces, es el caldo de cultivo para la proliferación del abuso de estos medicamentos”. El psicólogo Juan Pablo Urrejola agrega que, si bien el consumo de alcohol bajó según la OMS, la realidad es que las clínicas y hospitales mostraron otra durante la pandemia, donde muchos jóvenes, por la incertidumbre y el aislamiento en el que estaban viviendo, se refugiaron en el alcohol, lo que llevó a consecuencias posteriores en el consumo excesivo de esta sustancia. El carrete: distintas zonas, distintas drogas Santiago Norte, 23:00 horas - Milán se contacta con Ethan (19), otro amigo del Sector Sur de Santiago que cocina tusi. En esta videollamada, Milán se preocupa de la preparación, los precios con que saldrá al mercado y comentan sobre el fentanilo diciendo: “ hermano, eso te deja terrible sicosiado, te vei enfermo, nica le pongo esa wea ”. Milán le responde: “ Mi sangre, el otro día compré en Las Rejas y quedé imbécil, nunca más ”. A su vez, mientras se hace la droga, se cuestionan el uso de una “olla decente” para que su sabor no sea a metal o aluminio, ya que para ellos lo más importante, aparte del efecto, es el gusto. Como consumidores, ambos prefieren el de frutos del bosque. Jorge Cienfuegos dice que el recipiente en donde se cocina la droga muchas veces no se revisa y puede estar en mal estado, por lo que en ocasiones, el efecto a largo plazo del consumo de cualquier sustancia cocinada en estas ollas, libera una gran cantidad de metales pesados y otros componentes, lo que puede generar daños agregados aún peores por ser neurotóxicos. “El consumo en jóvenes desde 20 años en adelante muchas veces es por ansiedad, es decir, utilizan la droga como un bálsamo social para poder generar relaciones de amistad o de pareja, para poder socializar y para poder conectarse con otras persona s. Estos años de pandemia significaron una detención, una pausa importante en cuanto a los vínculos”, sostiene Felipe Irusta, psicólogo especialista en adicciones y director del Centro Terapéutico EJE. Santiago Oriente, 23:00 horas - María Gracia pide un Uber con sus amigas y arriba del auto ponen “X ESO BB” de Niki Nicole y Jere Klein. Antonella reflexiona en voz alta: “me encanta esa canción, pero me carga el pendejo del Jere Klein, no se le entiende nada y es un drogadicto”. La interrumpe Elisa: “¿amiga teni’ efectivo para comprarle clona al Raimundo?”, y María Gracia responde: “yo traje media pastilla para cada una, tomémosla ahora y chao”. Al otro lado de la capital Piero y sus amigos hablan de cuando uno de ellos compró un jarabe pinchado en un campamento en Cerrillos. “Oh, hermano, eso era como chupar metal. Tenía un sabor asqueroso”, le interrumpe Bastián. Milán responde: “compañero, eso era como el tusi con fentanilo, que wea más tóxica”, insiste. Piero mientras hacía su noveno jale en menos de tres horas señala: “mira yo ahora ando piola, pero eso del fentanilo es pa’ perkines igual que las clonas, te deja imbécil. Además, los que consumen eso, por lo general, es gente super adicta, o mayores o de la calle”, hace la aclaración. En relación al jarabe, José Espinoza, dirigente por 25 años de la feria Bernardino Parada de La Pintana , dice que ha habido un aumento de la venta ilegal de medicamentos al aire libre , y señala que en una ocasión él compró ibuprofeno y se encontraba vencido. Esto, a su vez, va ligado al aumento de un 400% del robo de camiones de productos farmacológicos, y el aumento de un 1.000% en relación al 2021 en la incautación de más de 10.000 millones de dosis de medicamentos, según cifras del ISP. “El fentanilo debería estar regulado bajo la Ley 20.000. Si bien éste es similar a la morfina, tanto en su uso como en su efecto, a diferencia de Estados Unidos u otros países en donde se ven personas inyectándose esta letal dosis hasta quedar inconscientes, en Chile, por cultura, las drogas inyectables no han sido tan consumidas o no han estado tan a la moda como las drogas más convencionales por miedo a las agujas”, explica Jorge Cienfuegos. El experto dice que, aunque el fentanilo ha estado por años en Chile para fines médicos, el mal uso de éste, como por ejemplo en las mezclas de esta sustancia con tusi, pueden provocar distintos efectos, teniendo como resultado fallas renales, hepáticas y cardiacas. Mientras tanto, en el evento de tech del sector oriente, en la sección VIP, los más jóvenes consumen clonazepam y ketamina, los más adultos inhalan cocaína. En medio de la fiesta, muchos hombres mayores ofrecen a las veinteañeras esta droga, incitándolas a posteriores actos sexuales. Y mientras bailan , Elisa (20) acepta una dosis de ketamina de un extraño y la consume, en tanto, María Gracia comparte un cuarto de pastilla de clonazepam con Antonella. Las jóvenes se motivan por un objetivo en específico: ellas dicen que quieren “comerse a alguien”. O mejor dicho, estar toda la noche acompañadas por algún hombre. Con relación a la ketamina, que es utilizada para caballos, Jorge Cienfuegos señala: “hay un nicho bien oscuro en este asunto. Eso es materia específicamente del Servicio Agrícola Ganadero (SAG). Entonces, ahí entramos en la duda, ¿cuál es la capacidad del SAG para regular estos medicamentos? Y si bien, vemos que hay una precaria fiscalización ya de por sí en la venta ilegal de medicamentos, en el caso de la ketamina, es más baja de la que tiene el Instituto de Salud Pública (ISP)". Al ritmo del tech, María Gracia se dirige hacia un baño químico con un tal Benjamín, y Antonella empieza a sentirse afligida porque no encuentra ningún hombre para ella, por lo mismo, quiere conseguir ketamina también. En el otro sector de Santiago, Piero con sus amigos se dirigen a una plaza, en donde todos los chicos están consumiendo jarabe con Fanta o Sprite, mientras que otros jalan tusi. En el hogar de Ethan -una casa vacía, con cajas de remedios por todos lados, y una foto semi quemada de él y su mamá en el living- se encuentra la cocina, que prácticamente es un laboratorio artesanal. Al percatarse de esto, Milán exclama: “la hicimos compañero. De aquí pal mundo. Énfasis”. El resto responde: “Énfasis compañero. Nos vamos a robar el mundo”. Mientras que, en el otro carrete, Elisa se entera de que el hombre con el que bailaba estaba con ella sólo para pasar al salón VIP, lo que la pone muy triste. Al mismo tiempo, Antonella empieza a buscar más droga, ya que no llama la atención de ningún hombre y María Gracia sigue en el baño químico encerrada con Benjamín. Piero sale con sus amigos a la plaza, mostrándose como si fuese el hombre más afortunado del mundo. Entre más eufóricos, más quieren consumir y, a su vez más quieren presumir lo que ellos consideran logros. Milán le muestra una pistola a Ethan. Piero empieza a mostrar sus joyas de 24 quilates a toda la gente que estaba alrededor diciendo “sigiloso como un cocodrilo”, mientras jala tusi sabor frutos del bosque. En el evento tech, la música baja sus revoluciones, pero las reacciones de las tres amigas no. Elisa sigue triste, Antonella se juntó con un hombre de 50 años hasta besarlo con la condición de que le diera más droga, y si bien más tarde dirá que esto la hizo “sentirse mal”, no le importó y siguió consumiendo. Mientras que María Gracia se dio cuenta que Benjamín estaba muy drogado. “No puedo más. Estoy muy empilado”, le dijo él con los ojos completamente perdidos. El after: caer de vuelta a la realidad Ambos eventos terminan y los grupos de amigos se dirigen a sus casas para reflexionar y seguir con la madrugada, pero con ánimos muy distintos. Piero junto a sus amigos se van hacia un recinto en Cerrillos, donde siguen jalando tusi y lo mezclan con Deucotos. Mientras lo hacen, uno de ellos pone “Háblame de plata” de Galee-Galee y Piero 47. “ Somo' ejemplo de superación. Pa' lo' menore' en la población. Vamo' to' pa'rria' menore’ no jalen. Que fumen Maria ”. Milán ve la foto de su hermana pequeña tamaño carnet en su billetera, mira a su alrededor y le dice a Piero: “ Hermano estamos solos ”. Bastián habla sobre su madre y empieza a llorar. La euforia va desapareciendo de sus cuerpos. Piero dice que el único recuerdo familiar que tiene es el de una foto de su tío, que actualmente tiene demencia. Entonces grita: “no hay ningún énfasis acá”. Al otro lado, María Gracia y sus amigas tienen una crisis existencial porque no consiguieron un hombre, por lo que el after, se reduce a compartir un cigarro para pasar las penas mientras miran el cielo a punto de amanecer por la ventana de la pieza. La fiesta terminó. “El Colegio Médico siempre ha defendido el libre ejercicio de la profesión por parte de los especialistas en donde dicen que ellos pueden prescribir lo que ellos estimen conveniente o quieran. El problema de hacer eso es que tienes personas de buena voluntad, o éticamente correctas, y personas éticamente incorrectas. Con estas últimas, no hay ninguna herramienta todavía que puedas identificar que sea procesable o sancionable al respecto, y si existe no se han utilizado, y esa es una de las problemáticas más grandes hoy en día”, dice Jorge Cienfuegos. “Con el consumo, por lo general se buscan dos cosas: el placer y evadir el dolor. Muchas se encuentran reprimidas o la persona no logra expresar, canalizar, o catalizarla de manera adecuada sin el consumo de la sustancia. No saben cómo gestionarlo bien”, agrega el psicólogo Felipe Irusta de EJE.
- El desalojo tocó la campana del colegio
El 4 de junio, Benjamín, un niño de nueve años, vio cómo retroexcavadoras derribaban su casa en una toma de Quilicura. En ese instante perdió su hogar y la continuidad de sus estudios. Junto a su madre tuvo que mudarse a otra comuna, lejos del liceo al que asistía cada día y la educación quedó en la cola de las prioridades. Hoy es uno de los más de 50 mil niños fuera del sistema educativo, expulsado de las aulas tras ser desalojado de su barrio. Sentada en el borde de una silla, con las manos temblorosas, Fabiola evita el contacto visual mientras cuenta esta historia. Su voz es baja, quebrada, como si en cada palabra existiera una posibilidad de perder una de las únicas cosas que le quedan. No quiere que nadie sepa su nombre ni el de su hijo. “Fui a pedir ayuda a la municipalidad porque ya no cachaba qué más hacer”, susurra, “le conté a la trabajadora social que Benjamín ya no podía ir al liceo desde el desalojo y me respondió que si no iba al colegio, me lo iban a quitar”. Lo último que le recomendó, antes de darle la espalda, fue “ si no puedes con él, quizá sea mejor que lo cuide alguien que sí pueda ”. El 4 de junio a las 8:30 de la mañana, el campamento Mauricio Fredes de la comuna de Quilicura, fue desalojado . El rugido de las máquinas resonó en cada rincón de las viviendas de hojalata, mezclado con los gritos y las órdenes de las autoridades. Los vecinos, aferrados a quedarse, levantaron barricadas y expresaron su descontento, acompañados por un viejo e inquebrantable miedo a un círculo de pobreza del que pensaron haber salido. Fabiola dice que su hijo de nueve años expresó con frustración: “ No sé por qué me pasa esto ”, como si él tuviera algún tipo de responsabilidad en el desalojo. Ella lo abrazó fuerte. El desmantelamiento del campamento marcó el inicio de una serie de traslados para él y su madre. Se acurrucaron bajo tres techos distintos en menos de dos meses. Pero su mochila de Spiderman siempre estuvo tal y como se encontraba el día en que se vieron forzados a salir de Quilicura: con sus útiles listos. Benjamín tiene nueve años y en los últimos meses ha vivido en más de tres casas transitorias con su mamá, mientras encuentran un hogar. Él ya no va al colegio. Y aunque la preocupación durante toda esa temporada fue encontrar un lugar dónde resguardarse, otro problema que surgió ante cada reubicación fue el retroceso en su proceso de reintegración en el sistema educacional. Generando su primera deserción escolar . “Al principio, cuando entendió que no iba a volver, me miraba con esos ojitos llenos de preguntas que yo no podía responder … ‘¿Y mis compañeros, mamá?’, me preguntó harto tiempo por esos cabros”, recuerda Fabiola. Hoy, esta madre soltera y su hijo viven en un nuevo campamento ubicado en la periferia de Lampa. Son pocos los parques cercanos, los paraderos de locomoción pública son casi inexistentes y el liceo más cercano está a kilómetros. Fabiola dice que ya no sabe qué hacer, que su trabajo como auxiliar de aseo en un Cesfam le consume todo el día y cuenta que le angustia no poder llevarlo a un liceo. “ Están tan lejos (los establecimientos educacionales) y no me dan los tiempos. Me encantaría poder salir a dejarlo y a buscarlo después, pero si hago eso olvídate de la comida ”, cuenta la mamá. Anotación negativa para el sistema Benjamín abandonó las clases y su deserción escolar es una herida abierta en el tejido de la sociedad que ilustra una red de protección estatal que no fue capaz de sostener la escolaridad de los niños y niñas de ese asentamiento ilegal. La académica UDD y especialista sobre impacto social de la Pontificia Universidad Católica, Macarena Mackay, explica que la deserción escolar es la interrupción prolongada e indefinida del sistema educacional, producido por diversos motivos, ya sea económicos, laborales, sociales o derivaciones de adicciones. Sin embargo, existe la deserción “forzada”, la cual se produce por la reasignación de un lugar para vivir, priorizando la disponibilidad geográfica por sobre la educación, agregó. Según las últimas cifras de 2023 del Ministerio de Educación (MINEDUC) la tasa de desvinculación escolar chilena es de 1.66%, lo cual corresponde a 50.814 estudiantes que no están registrados en el sistema educacional, lo que representa un incremento de 0,2 puntos porcentuales respecto a la tasa del año 2022. Dibujo que hizo Benjamín sobre el día en el que fueron desalojados del campamento. La Organización de Naciones Unidas (ONU), aseveró en su informe sobre “ Desalojos Forzosos ” (2014) que estos son desconcertantes para toda familia, pero son “especialmente traumáticos para la estabilidad de los niños”. Señalaron cómo la violencia, el pánico y la confusión que rodean estos desahucios dejan una huella profunda, que a menudo desencadenan trastornos postraumáticos que dificultan enormemente su aprendizaje y desarrollo sociocognitivo. La madre explica que Benjamín se queda solo en casa, que ya no confía en dejarlo con otras personas, porque en ocasiones anteriores fueron imprudentes con su cuidado, aunque no quiso detallar de qué manera. A pesar de lo difícil que puede ser para un niño enfrentar esta soledad, a Fabiola le genera una paz amarga. El niño se levanta temprano todos los días, cuando su mamá se va al trabajo y cuando el sol se abre paso entre las paredes de madera y latón. Su rutina es siempre la misma: sale a caminar por los caminos polvorie ntos que bordean la toma. Ha aprendido a inventarse juegos, a veces con piedras, a veces con palos. En su improvisada pista, donde esquiva y vuela sobre escombros, con los brazos extendidos y sus puños al frente, lanza telarañas soñando con ser Spiderman en bicicleta. Hace tiempo que dejó de jugar a la pelota, aunque siempre ha querido jugar en la cancha de la toma, pero es tímido y no se acerca a los otros niños. Isidora García, Directora Social de la fundación Techo-Chile , enfatizó en que el tema de niñez en campamentos es una cifra borrosa, donde no se sabe ni cuántos niños hay, ni en qué condiciones se encuentran. Lo que por ende, según la especialista, genera la falta de medidas y protocolos que protejan integralmente a los menores que residen en asentamientos ilegales. “¿Que sucede después, cuando los desalojan?, ¿A dónde se van? Lamentablemente esa respuesta nadie esta siendo capaz de darla” , señala con preocupación. “ No hay una coordinación entre los distintos servicios del Estado para poder generar una respuesta integral para abordar las consecuencias sociales que estos desahucios traen a las familias”, agrega García. Las matemáticas todavía le encantan a Benjamín, aunque se confunde con las divisiones. “Juego con palitos en el patio (gran terreno cercano a su casa con altos pastizales). Los pongo en el suelo, los cuento y los agrupo, como cuando la profe nos enseñaba en clase. Es bacán porque así no voy a repetir cuando vuelva al liceo ”.
- Villa Nacimiento cumple 30 años en 12m2
En 1992, el Estado entregó cientos de casetas a familias vulnerables en La Pintana, destinadas a ser viviendas sociales temporales. Sin embargo, más de 30 años después, muchas de estas aún siguen en pie. Su construcción precaria ha provocado numerosos accidentes debido a los materiales inflamables y de baja calidad, mientras que las angostas calles dificultan el acceso de los servicios de emergencia. A pesar de la existencia de un Plan de Regeneración de Conjuntos, los residentes temen perder su pequeño logro: los doce metros cuadrados que consideran su hogar. El 15 de junio de 1992 se inauguró la Villa Nacimiento: un terreno de tres hectáreas con 356 viviendas de 12 metros cuadrados, ubicada al nororiente de La Pintana. El conjunto de viviendas es parte del Programa de Vivienda Progresiva, creado en 1990, que tenía como objetivo dar una casa de emergencia en un periodo rápido de tiempo a familias vulnerables. Implementado con el retorno de la democracia, en pleno gobierno del presidente Patricio Alwyn, una de las ideas era proteger a los ‘allegados’, es decir, las familias que vivían de manera transitoria en una casa o espacio ajeno. Para esa época, según la Ficha de Clasificación Socioeconómica Nacional (CASEN), se estimaba que de tres millones de hogares en nuestro país, 1,4 vivían bajo esta condición. A una de estas casas, en el pasaje Río Cogotí, llegaron Jimena Castro (64), Pedro Quinteros (67) y sus tres hijos. Eran allegados en Cerrillos, donde la familia de su marido, hasta que consiguieron esta vivienda temporal. Al momento de recibirla, Jimena recuerda que el impacto fue devastador: “ Cuando vi la casa quería devolverme, no sólo por lo incómoda, sino porque era helada y húmeda ”, Pedro asiente, “ no eran casas, eran un cajón puesto para arriba de puros cartuchos. Nos acomodamos con una camita, una mesita y dos sillas. Era todo lo que cabía ” Katherine Pérez (60) , actual secretaria de la junta de vecinos, llegó al barrio cuando tenía 20 años, esperaba un hijo y se instaló con su marido en uno de los pasajes. Al igual que Castro y su familia, ellos vivían como allegados en la casa de su suegra en La Cisterna. “Me sentí vulnerada, ya que me entregaron un cuadrado donde tenía que acomodarme. Fue muy denigrante, porque era como: ‘arréglate como puedas’ (...) Era super inseguro en ese tiempo, porque cuando las casas estaban siendo entregadas, venían a robar de otros sectores.” En 1983, el Estado con ODEPLAN, eliminó toda estandarización de vivienda, limitándose a controlar normas mínimas para garantizar el derecho de las personas a condiciones de seguridad y salubridad, evitando regulaciones que restan flexibilidad y agregan más costos. Ante esta situación, empresas privadas, otorgaron menos presupuestos y estándares a las viviendas sociales, con el resultado de que en 1989, 330.000 hogares eran materialmente deficitarios y 360.000 tenían precarias condiciones sanitarias. Katherine dice que estas casetas en verano son insoportables, no hay luz natural y ni aislamiento para el calor. Además, lo que más le acompleja en esta fecha son las plagas, ya que Villa Nacimiento colinda con un sitio de pastizales, que está muy cercano a campos agrícolas. Claudia dice: “hay muchos bichos, ratones, pulgas y garrapatas ”. La vecina agrega que “como esto era un tranque y estamos cerca de la línea de La Platina, en ese tiempo plantaban choclo y papas, entonces los roedores, eran habituales. Hoy no es muy diferente. Siempre se ha tenido que luchar contra alguna plaga”. Las casas están hechas de vulcanita y cholguán, un material relativamente barato, pero altamente inflamable. “El piso era de cemento, las casas no tenían rejas, las divisiones con los vecinos eran de alambres, el patio era un pastizal y las ventanas de cholguán eran un cajón que tenía bisagras arriba y la abríamos con un palo. No había segundo piso, tú tenías que poner el piso y la escalera”, dice Katy. Para el 96 los propietarios empezaron a levantar segundos pisos en sus viviendas. Actualmente Katy señala que “ en cada ‘nave’ hay 6 casas, y sus divisiones son con material ligero. Nosotros, en el segundo piso estamos separados por vulcanitas, las puertas son de cholguán, y el techo es de nylon o pizarreño ”. Ante el material utilizado en las ampliaciones de los vecinos, sin tener conocimientos de construcción, se provocaron recurrentes incendios. El más recordado es el de Nochebuena del 95, un siniestro en el pasaje Río Cogotí en donde murieron dos niños. A uno lo sacaron entre sábanas y frazadas, y después lo dejaron al medio de la calle porque seguía vivo. "En ese momento, yo era chica y lo vi todo quemado. Después de eso, que apagaron el incendio, encontraron el cuerpo de su hermanita quemado abajo de la cama”, dice Claudia Vargas , una de las vecinas que llegó en el 92 junto a su familia al barrio. Jimera recuerda que un caso muy parecido pasó después con dos escolares: “Uno de ellos venía del colegio y, estando en la casa cuando empezó el incendio, quiso arrancar pero quedó enganchado en la cama. Yo me acuerdo que vi el cuerpo completo quemado con el uniforme”. Ante la ampliación desmedida en el sector, Pablo Arellano (34), arquitecto, socio de 6280 y experto en proyectos urbanos sociales para el Estado, dice que “la gente que hace autoconstrucción, no conoce la normativa vigente, no son arquitectos, entonces a veces llegan y construyen sin tener conocimientos”. Esto, aparte de los incendios, genera que los servicios de emergencia no puedan entrar a los pasajes por lo angostas que quedan las calles, sumándole los autos estacionados, las piscinas al medio de los pasajes en verano, y la ampliación de antejardines y estacionamientos. Jimena confirma: “ Las ambulancias no pueden entrar, entonces tienen que llevar al enfermo a la esquina ”. Según el diagnóstico del equipo de renovación urbano de Villa Nacimiento del Servicio de Vivienda y Urbanización (SERVIU), el 99% del conjunto habitacional tiene ampliaciones por la necesidad de espacio. El 97% de estas son autoconstrucciones y el 2% corresponde a contratación para realizar los trabajos. Esto, en respuesta a la “poca iluminación en las casas”, según Pedro. Claudia cuenta que “todos tenemos experiencia en los siniestros. A veces ni siquiera llegan los bomberos, y la gente ya tiene todo apagado. Hay vecinos que se encargan de los niños, otros guardan los enseres de los que fueron damnificados, otros son más arriesgados, están por el techo y rompen paredes”. Desamparados Patricia Aravena (54) , dueña de un almacén de barrio, y Lidia Zapata (67), llegaron en 2012. Ambas venían de los blocks de Arriagada en Santo Tomás, los cuales fueron expropiados y demolidos por fallas estructurales. Junto a ellas, llegaron también nuevos vecinos, lo que proporcionó más problemas al sistema de servicios básicos del sector, como lo es la presión del agua. Patricia señala: “es muy poca el agua caliente que nos llega porque hay muy baja presión. Hasta las 10 hay que bañarse, después de las cinco en invierno no te llega”. Otro problema, que va relacionado con la masificación de la Villa en conjunto con la apertura de la Caletera Sur, es el sitio eriazo de La Platina, que en este último tiempo se ha convertido en un basural. Lidia dice que “aquí hay camiones y camionetas que tiran basura. El otro día, venía un furgón lleno de colchones y justo los pilló la paz ciudadana. De repente se toman el lugar y hacen casuchas”. El mismo periodo en el que llegaron Lidia y Patricia, en la calle Recoba con Río Cogoti, a la entrada de la Villa, se expropiaron un centenar de casas por la remodelación de la Caletera Sur. Además, junto a ello, sacaron la junta vecinal que tenían y una plazoleta. El 2014, expropiaron en la misma manzana más casas, en donde hoy en día, en ese mismo terreno, hay una cancha de fútbol, en el que niños arman campeonatos con equipos de otras villas, un contacto entre otros sectores que se había perdido por la construcción de la Caletera. Ante todos estos problemas que surgieron durante esos años, Pedro señala que: “El alcalde que teníamos antes, Jaime Pavés, nunca vino a la villa. Ese día que a nosotros nos dijeron que iba a venir el alcalde, nunca llegó”. Patricia, ante esto, asegura: “los alcaldes que hemos tenido, siempre han sido pencas, nunca han estado con nosotros”. También Lidia dice que “la alcaldesa que hay ahora, es peor que el de antes, porque cuando fue la pandemia, jamás ayudó a la población”. En 2018 se planteó el Programa de Regeneración de Conjuntos Habitacionales, que buscó responder a las necesidades de conjuntos habitacionales en situación más crítica. Para ello, el programa se basó en 5 fases: La 0, es crear una Mesa Técnica Territorial. La 1, es generar un Plan Maestro. La 2, es acordar junto a la comunidad el Plan. La 3, es la Ejecución del Plan Maestro, el cual en este caso es la creación de 55 viviendas, crear más caminos con conectividad y expropiar viviendas. Y por último la 4, que es consolidar la organización comunitaria. En relación con este, la villa está dividida. Según el arquitecto Pablo Arellano, este plan es una muy buena solución, ya que el expropiar, demoler, y construir viviendas buenas crea una mejor calidad de vida, evita hacinamiento, humedad e incendios, ya que hoy en día hay más normativas tanto en metraje, materiales y habitabilidad. Pero, según otros vecinos, este plan nos les juega a favor. Por ejemplo, Lidia dice que “ hay gente que no les gustaría que les demolieran la casa porque es el sacrificio de toda su vida, en donde las fueron construyendo de a poco ”. Jimena señala que “el problema es la gente que va a llegar”. En este caso, Katy está de acuerdo con el programa, ya que se entregará una vivienda más digna a la gente, pero a su vez señala: “Se está tomando demasiado tiempo ya, llevamos 5 años con pocos avances, y eso intranquiliza a la gente”. El 12 de agosto de 2021 se contabilizaron un total de 92 casas para su expropiación, sumando un total de 6.634 m2 de terreno, para la construcción de viviendas sociales. El arquitecto ante esta situación señala: “Uno entiende que la gente no se quiere ir porque invirtió plata. Pero, hoy en día existen políticas de vivienda más estrictas que en los 90’. De todas maneras las condiciones serán mejores, ya que hoy, hay normas de iluminación y de distanciamiento entre casas, y son cosas que en el año 92 no se hicieron. Hay un sentimiento de pertenencia, pero como Estado, se necesita entregar mejores condiciones que en las que están ahora, independiente de que ellos quieran o no”. En respuesta de esto, los vecinos señalan: “A nadie le importa que las calles estén rotas, que no tengan conectividad, y que sean estrechas. Nos tienen a la deriva, entonces se perdió el respeto”. - Claudia. “Tendría que juntar más plata entre familiares, y mi casa, ya no sería mi casa, y viviría de allegada. Ya no tendría mi espacio propio y no tendré la paz que tengo. Si al final, la plata no hace la felicidad”.- Jimena. “Estoy dispuesta a cambiar todo esto, porque vendrá algo mejor que lo que tiene, pero el problema es el tiempo”- Katherine. “Tú no sabes con qué gente vas a quedar acá”-Lidia. Pedro y su pareja, Patricia, ampliaron su casa sacando préstamos del banco, sus retiros del 10%, créditos y, obviamente, trabajando el doble. “Yo de aquí salgo muerto”, dice él.
- Crónica de un monstruo que pensó que era el único
Come mothers and fathers throughout the land And don't criticize what you can't understand Your sons and your daughters are beyond your command Your old road is rapidly agin' Please get out of the new one if you can't lend your hand For the times, they are a-changin' Bob Dylan Mi abuelo murió en febrero de este año . Me hubiera gustado haber sido más cercano a él. Su muerte fue lenta y degenerativa, y en cierto modo no sorprendió a nadie cuando finalmente ocurrió. Fueron siete años de espera, marcados por visitas a hospitales, reanimaciones, camas llenas de tubos y mucha angustia. En ese proceso, perdió casi todo lo que importa: su salud, sus dos piernas, el humor, la cordura, la memoria, y, sobre todo, su dignidad. Al final, era solo un vestigio del hombre que fue, pero, a pesar de todo, nunca perdió las ganas de vivir. En su último viaje al hospital, el doctor lo desahució en silencio, como un secreto que le contó solo a mi tío Lucho. Nos dio la opción de dejarlo morir en una fría camilla de hospital o llevárnoslo a casa para que se fuera rodeado de los suyos. No lo pensamos dos veces: el viejo pasaría sus últimos días en la habitación donde había estado postrado tantos años . Todos esperábamos el funeral, excepto el muerto. Mi tata no estuvo dispuesto a entregarse dócilmente a esa buena noche; se aferró con uñas y dientes a su propia existencia hasta el último momento. Tuvo dudas cuando pidió un cura para que le diera la última oración. Por un momento pensé que se había resignado a su propia mortalidad. Pero, al día siguiente, dejó de dormir. Fueron tres días en donde no durmió. Esa misma noche dejó de hablar y de comer. No se movió de su posición en la cama en todo ese tiempo. Al tercer día soltó su último aliento; y entonces comprendí que él intuía que, si se iba a dormir, sería para siempre . La vigilia fue su última protesta contra los designios del juez supremo. De haber conservado sus piernas, probablemente habría entrado pataleando al ataúd. Algunos atribuyen esta actitud a los remordimientos, pero yo creo que en este acto está el más sincero amor por la vida. Si hubiera sido más cercano a mi abuelo, me habría preocupado más su muerte que el funeral. Pero en cuanto recibí la noticia, solo pensé: “Volveré a verlos a todos ellos ”. Ese era mi principal interés. Estarían ellos. Mi hogar. De niño, me críe la mayor parte del tiempo en casa de mi abuela, en Lo Hermida . Mis padres me llevaban allá porque no tenían para costear una niñera, pero con el tiempo le agarré cariño al lugar. Ahí hice mis primeros amigos. Me llevaba bien con los vecinos. Todo el mundo conocía a todo el mundo. Fueron mis años dorados. Hasta que comenzaron a irse. De niño no lo notaba, pero todos vivíamos hacinados como ratas; todos los adultos buscaban cómo mejorar su situación. Uno por uno se fueron mudando hasta que quedaron solo los abuelos, dueños originales de las casas. Se convirtió en un pasaje de viejos. Eventualmente crecí lo suficiente para no tener que ir a alojar y poco a poco perdí el contacto con toda esa gente. Me preocupaba la idea de verlos de nuevo a todos juntos. Obviamente seguí visitando a mis abuelos, y nunca dejé de ir a Lo Hermida; pero el funeral sería la primera vez en quince años que se reunirían todos . Yo sabía que irían, y tenía miedo de que vieran en lo que me convertido. He recorrido tanto desde que los vi por última vez. ¿Qué dirían al ver que soy un monstruo ? La aparición de las bestias Quizás el término " monstruo " sea exagerado, pero s e utilizó por primera vez hace diez años en una nota de un matinal, donde con tono alarmista se hablaba del ascenso de un nuevo tipo de criaturas. En ese entonces, la gente aún no estaba acostumbrada a estas figuras. Tradicionalmente, el monstruo se concebía encerrado en una habitación acolchada, desvariando entre camisas de fuerza y pastillas multicolores. Aunque la definición de “monstruo” se va actualizando, este tipo de seres ya se sometía al diván de Sigmund Freud buscando cura. El problema comenzó cuando empezaron a aparecer en lugares cada vez más alejados de los sanatorios, en sitios normales e incluso cotidianos. Entre las multitudes de trabajadores en el metro, desayunando sopaipillas junto a un carrito de la calle, o en medio del caos del barrio Bellavista. En menos de una década, los monstruos ya se habían apropiado de la ciudad. En uno de los primeros estudios sobre esta materia, un antropólogo de la Universidad de Chile, definió a estas criaturas como “ las bestias de Babilonia ”, diferenciándolas de otros monstruos por ser una consecuencia directa de la modernidad y el progreso. Su tesis sostiene que estas bestias emergen principalmente en las grandes ciudades, como resultado de un ritmo de vida acelerado e indolente. Es una condición que me diagnosticaron a los catorce años. Ya en ese entonces era visible, y ha ido evolucionando con el tiempo. Primero, mi piel se cubrió de un tejido lleno de escamas, lo que me impide sentir el contacto humano. Luego, mi lengua creció desproporcionadamente al tamaño de mi boca, dificultando mi capacidad de hablar fluidamente. Un par de ojos de topo me impiden ver más allá de mi nariz respingada. Finalmente, una joroba de camello se pronunció en mi espalda , añadiéndome un peso que llevo a todas partes. Por esta última razón, siempre me duele la espalda y el cuello. Aunque hoy la gente suele convivir entre bestias, las generaciones más antiguas reniegan su existencia. Se sorprenden y se indignan si se topan con alguno. Gardel decía que veinte años no son nada, pero el tiempo no pasa en vano. Me sentí como Ulises regresando a Ítaca; como si todo lo que hice durante quince años hubiera sido solo para volver a casa. Pude ver el velorio desde cinco cuadras antes de llegar. Sabía que iría gente, pero no tanta. El pasaje estaba repleto. A medida que me acercaba, mis dudas crecían. ¿Qué dirían al verme? ¿Me aceptarían como cuando era un niño? ¿Seguirían siendo los mismos que recordaba? Tuve que armarme de valor para cruzar el portón del pasaje. La calle estaba llena de autos estacionados, y al fondo, la gente entraba y salía de la casa de mi abuela; algunos vestidos de traje, otros de manera más informal. Todos habían venido a despedir al abuelo. Caminé lentamente, pero me topé con la señora Joanna, saliendo de su casa. Ella es la madre de Camilo, uno de mis mejores amigos. Me quedé petrificado por un instante. Mis escamas se endurecieron y mi joroba se hizo más pronunciada. Habían pasado años desde la última vez que la vi. Ahora, su cabello estaba lleno de canas y caminaba con una ligera curvatura en la espalda. No estaba seguro de que me hubiera reconocido. Me acerqué a saludarla tímidamente, cuando de pronto dijo: “ ¡Dios mío! Mira cómo te han crecido esas garras. Y esos colmillos. Jaimito, te has puesto enorme ”, mientras me abrazaba. Después de eso, todo fue un poco más fácil. La gente me aceptó como si nada. Reconocí a algunos, a otros no, pero todos me acogieron sin darle importancia a mi naturaleza. Fue como retomar una conversación pendiente. En la mañana del tercer día, trasladamos el ataúd en una carroza hacia el cementerio; frenando el tránsito y metiendo bulla con las bocinas de los autos, en una hilera de vehículos que se llegó a extender por varias cuadras. Todos llevaron sus luces prendidas, con mensajes de despedida en las vidrieras traseras de los coches. En el funeral, tuve el honor de cargar el féretro hacia la tumba. Lo llevamos entre seis, avanzando entre el llanto y los murmullos de la multitud, lentamente, mientras el pastor nos esperaba con su biblia en mano para dar una última oración. Nunca he sido muy religioso, y aunque siempre he intentado respetar las creencias de los demás, traté de aparentar solemnidad mientras el hombre hablaba. Miré alrededor para comprobar si había más gente en mí misma situación. Me puse a ver mis zapatos, luego mis garras, y después el agujero en la tierra, de siete metros de profundidad. Dios. Perdón. Mas allá. Un par de tías llevaban lentes de sol para no salpicar a la audiencia con sus lágrimas. Miré el ataúd de mi abuelo, y al ver su rostro, en el que no me había fijado con detención hasta ese momento, sentí un espasmo que me recorrió por toda la joroba: ¿Era un colmillo de zorro lo que colgaba sobre su boca? No podía dejar de verlo. Entre sus labios, con la mandíbula relajada, se dejaba entrever el brillo de un diente afilado, blanco como la nieve, sugiriendo una verdad no pronunciada a lo largo de toda una vida . El pastor dejó de hablar, y cedió la palabra a los familiares que quisieran decir unas palabras. Recuerdos, anécdotas, dedicatorias. Algunos luchaban para no ahogar su voz entre el llanto. Recorrieron gran parte de la vida del viejo a través de diferentes historias, pero nadie dijo algo que explicara aquel colmillo bestial. Creo que nadie más se había fijado en eso. En ese momento sentí el peso de la lejanía que tuve con mi abuelo. Fueron muchos años para descubrir ese detalle, oculto entre sus fauces; y no poder conversar el tema con él penetró entre lo más hondo de mis escamas. Probablemente me habría dicho que él no era un monstruo, enojado, porque los viejos consideran eso una discapacidad, o incluso un insulto. O quizás me habría enseñado algunos trucos para disimularlo , porque antes era común que los monstruos vivieran escondidos debajo de una cama, avergonzados. Me habría gustado sentarme a conversar todo esto con él. Mientras su ataúd, ya cerrado, descendía hasta el fondo de la tierra, y un montón de arreglos florales se iban acomodando, apretujados, sobre la cabecera de la tumba, las hijas rompieron finalmente en un llanto desconsolado y estruendoso. Poco a poco las lloronas fueron inundando todo el cementerio, convirtiéndolo en un lago, y tuve que alejarme para no terminar ahogado entre tanta tristeza. Desde la distancia, pude presenciar un cuadro que hasta entonces había ignorado: las flores se tornaron en nenúfares, flotando tranquilamente sobre la superficie del agua, y las personas, a quienes creía conocer tan bien, adquirieron formas de anfibios, tortugas, grillos y cocodrilos. Entre la tristeza y la despedida, comprendí que todos tenían en cierta medida algo monstruoso, y me sentí extrañamente como en casa.
- Entrevista a Katelina “Gata” Eccleston: “El reggaetón es alegría, y la alegría es política”
¿Qué tiene de político el chocar las caderas al ritmo del dembow? ¿Por qué nos gusta tanto el perreo pero estigmatizamos tanto a quienes hacen o escuchan reggaetón? ¿Puede el reggaetón ser feminista? La discusión es amplia, pero algunas de las respuestas a estas interrogantes las tiene Katelina Eccleston, experta en la historia del género y la mujer que ha llevado el perreo a las aulas de Harvard. Chile es la capital mundial del reggaetón. Los cinco años consecutivos en que ha ganado el reconocimiento de Spotify como el país donde más se escucha este género musical alrededor del mundo (superando a Puerto Rico), y los más de dos millones de personas que este 2022 intentaron conseguir una entrada para asistir a los shows de Daddy Yankee y Bad Bunny, lo confirman. Estas canciones que bailamos en las fiestas, que retumban a todo volumen en los parlantes de los autos, y que tantos dicen odiar por su contenido y la supuesta simpleza de su sonido, es indudablemente parte del ADN del Chile post 2000’s y por supuesto, de Latinoamérica. Pero el reggaetón es más que el perreo, el dembow , las letras explícitas o la estética -que tal como canta Wisin en Noche de Sexo- , “combina la calle con la moda de París”, hoy, gracias al trabajo de la historiadora musical experta en reggaetón, Katelina Eccleston, el género está teniendo el reconocimiento racial, político y social que merece. Katelina “Gata” Eccleston tiene 28 años, y es hija de padres panameños-jamaiquinos, dos de las culturas que hace más de tres décadas fueron las responsables del nacimiento de este ritmo que hoy resuena hasta en las fiestas de los lugares más recónditos y alejados de Latinoamérica. “La Gata” -como es conocida en la industria- es también historiadora musical, fan del perreo hasta abajo y la mujer a cargo de Reggaetón con la Gata , la “primera plataforma dedicada al análisis y la historia” de este género musical. Además, tiene un podcast bilingüe llamado Perreo 101 y fue parte del selecto panel de 20 expertos internacionales seleccionados para armar la lista de Las 100 Mejores Canciones de Reggaetón de la Historia para Rolling Stone. Y como si fuera poco, hace unas semanas expuso en las aulas de la Universidad Harvard sobre afrolatinidad y su estrecha relación con este género musical. “Es peligroso desconocer los orígenes del reggaetón, porque no puedes saber hacia dónde vas, si no sabes primero de dónde vienes”, dice Katelina desde Las Vegas, ciudad en la que pasó los últimos días de noviembre celebrando la #LatinGrammysWeek. Ahí, entre los más grandes exponentes del género y contando en primera persona la historia del perreo, la Gata conversó con Quiltra sobre el whitewashing, el reggaetón como movimiento de liberación social, el rol de las mujeres la industria, y el por qué deberíamos dejar de pelear por si la Rosalía debe o no ganar premios de música latina. -Nos encanta escuchar reggaetón, disfrutarlo, bailar e imitar su estética, pero muchas veces como sociedad también juzgamos a este género desde una mirada clasista y racista. ¿Cuál es tu opinión sobre este comportamiento? ¿Cómo superar ese cinismo? “Creo que hay una desconexión ahí porque considero que esta música efectivamente es festiva. La alegría es una forma de resistencia, la alegría es política. Si la gente no lo entiende, ese no es un problema del artista sino que del receptor o consumidor . La alegría es política y es la base de la creación de esta música que fue utilizada para combatir a las instituciones que querían alentar a los negros a someterse a la sociedad de maneras que iban en contra de su propia existencia. Cuando este género nació en Panamá, había una dictadura. Esta música le daba felicidad a la gente negra, los ayudaba a celebrar su negritud y su identidad, y así iban en contra del régimen. Eso es absolutamente contestatario y político. No es el formato violento al que estamos acostumbrados con las armas y las manifestaciones, pero el reggaetón es música protesta. Si aceptamos esto, y arriesgando a sonar cliché, el mundo sería un lugar mejor. Sé que Chile tuvo una serie de levantamientos políticos en los últimos años, y como historiadora puedo reconocer que el reggaetón ha crecido tanto en ese país porque se convirtió en un método de resistencia. La gente está resistiendo con la música, eso es algo muy hermoso y muy poderoso. No es una coincidencia, es el legado de este género. Siempre que los latinoamericanos necesitan un medio de resistencia, recurren al reggaetón. Esto partió en Jamaica, luego en Panamá, en Puerto Rico, República Dominicana y ahora en Chile” -Durante la primera fecha de Daddy Yankee en Chile en septiembre pasado, hubo diversos incidentes que incluyeron estampidas, personas que intentaron forzar las entradas al estadio, robos al interior del recinto y otros episodios de violencia tanto afuera como dentro del lugar. A raíz de esto, se revivió en los medios de comunicación la discusión sobre la relación entre el reggaetón, la violencia y la delincuencia. ¿Cuál es tu opinión respecto a este estigma? “Por supuesto que cada género que está basado en la cultura negra/afro como lo es el reggaetón, será catalogado de esta forma ya que los estereotipos no sólo siguen vivos sino que también siguen siendo fuertes. Lo que pienso cuando escucho que quienes cantan y aman el reggaetón son violentos y promueven la violencia, es en otro estigma perjudicial promovido especialmente en Estados Unidos, el black on black crime. Lo que muchos no entienden es que la razón por la que el concepto de black on black crime es tan racista, es porque todas las otras razas se matan entre ellos en la misma proporción. Entonces cuando convenientemente se usa este argumento cuando estamos celebrando esta música, es una táctica racista para distraernos sobre lo que realmente está pasando. Por primera vez en la historia el reggaetón está logrando el respeto que merece, y aunque las caras más visibles del género son latinos blancos, este género sigue teniendo raíces negras. Es obvio que esta música que va en contra del status quo será abordada desde los estereotipos más racistas y clasistas posibles, aún cuando finalmente el reggaetón es un medio de celebración que las personas negras y las personas pobres tienen para sobrevivir en países como Puerto Rico, Colombia, República Dominicana, y todo latinoamérica. Así que sí, este pensamiento es inherentemente racista y es algo que debemos cambiar porque está mal. También existe una discusión sobre la categoría de “música urbana”, a la que se critica por reducir distintos géneros a lo mismo cuando no lo son, especialmente en premios como los Grammys donde se encasilla a todos los artistas latinos en una misma etiqueta ¿Qué opinas de esto? “Pienso que los Grammys necesitan más categorías. Creo que en la medida en que permitamos que otros géneros y el idioma castellano tengan su propio reconocimiento, la música que calificamos de “urbana” debería seguir su propio camino. Me gustaría ver brillar por sí solas a la música tropical, la bachata, el merengue, los que constantemente son clasificados bajo esta etiqueta cuando no lo son. Ahí yo me pregunto, ¿por qué no tener entonces una categoría sólo para la bachata, por ejemplo. Hay suficiente competencia como para abrir ese camino. Creo que este término está pasado de moda y además es incorrecto, así que si tuviera que cambiar algo sería justamente eso” -Una de las principales críticas hacia el reggaetón tiene que ver con la forma en la que se trata a las mujeres, a las que además constantemente se nos borra de la historia tanto como audiencia y como exponentes. ¿Cómo ves tú esa situación? “ El reggaetón en todas sus formas es feminista. Hay momentos feministas como Yo Quiero Bailar de Ivy Queen, o la música que está haciendo la hermosa Villano Antillano, la primera y pionera reggaetonera transgénero . Lo más feminista que hay en el reggaetón no es la música, sino lo que decidimos hacer con nuestros cuerpos y la autonomía que expresas cuando estás disfrutando esas canciones . Ahora, por supuesto que también hay momentos de cosificación y eso siempre hay que recalcarlo y llamarlos por lo que son. Sin embargo, también creo que no deberíamos hacer la vista gorda a las mujeres que han expresado o que han celebrado esa cosificación por cuenta propia. Tenemos que recordar que temas como Dale Don Dale tienen a mujeres pioneras como la puertorriqueña Glory Glow, quien dice la icónica frase “suelta como gabete” en la canción. Ella lo dice con mucho orgullo, con mucha confianza, y lo hizo para celebrar su sexualidad. Eso fue poderosísimo, y no conozco a ninguna mujer que no cante esa parte cuando empieza a sonar. ¿A quién no la hace feliz cantarla? Eso es porque Glory se estaba mostrando poderosa junto a Don Omar. Y también hizo lo mismo en Gasolina con Daddy Yankee. Claro, lo que ella hace es responder a un llamado, pero sin su respuesta no hay interacción. Hay poder ahí también, y sin su esencia esa canción se evapora. Tenemos que darle un aplauso a mujeres como ella o como Jenny la Sexy Voz (Sola, ft. J. Álvarez y Farruko) y reconocer que las mujeres en este género como Becky G y Natti Natasha en Sin Pijama están adueñándose de su sexualidad, y diciendo ‘ok, si los hombres quieren ir hacia allá nosotras podemos ir también, no los necesitamos’” -Claro, muchas veces en esta conversación se obvia el consentimiento… “El consentimiento es muy importante, y creo que en su gran mayoría las mujeres estamos de acuerdo con esto. Ivy Queen abrió muchas puertas con ‘Yo Quiero Bailar', una canción que esencialmente es sobre el consentimiento . Pienso que lo que complica las cosas es que incluso si las mujeres consienten esta sexualización, la cultura está primariamente enfocada hacia los hombres y los pone siempre en primer lugar. Existe un creciente deseo de las mujeres de tomar el control en ese aspecto, pero son eclipsadas justamente porque la opinión de los hombres es la que domina. No es que la de ellos sea más fuerte, sino que somos opacadas en ese sentido. -¿Es el reggaetón inherentemente sexual? ¿Por qué? “Siento que el sexo en el reggeatón es empoderante. Como la mujer adulta que soy, me excitan las insinuaciones sexuales en sus canciones. Creo que por fin estoy en una edad -y gran parte de sus oyentes también- donde podemos celebrarlas apropiadamente porque crecimos. Esto es algo que extraño mucho, porque casi ya no existe en el mainstream ya que este se trata de proteger una cierta imagen, de poder escuchar esas canciones junto a tu abuelo, abuela, papi o mami. Aunque eso no me preocupa, sí creo que el reggaetón debería tratar de adultos sexualmente libres. Al menos ese es el reggaetón que más disfruto. El reggaetón es una herramienta para que las mujeres exploren su putería (risas), para celebrarla, y sentirse empoderadas por ello”
- Ojo al charqui: vivir a pasos de un matadero clandestino
En Chile se come carne. En septiembre del año pasado, sólo en consumo bovino se registraron hasta 159 mil toneladas según la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA). Un mes en el que por tradición los asados son protagonistas de las mesas chilenas. Sin embargo, no todo es de primer corte: en comunas de Santiago Sur abundan los mataderos clandestinos que no sólo maltratan a los animales que están por ser sacrificados, sino que ponen en peligro la salud y el bienestar físico y emocional de los vecinos. La casa de Emilia San Martin (42), secretaria de la junta de vecinos Fe y Esperanza en La Pintana, está llena de productos de limpieza: hay cloro, sprays aromáticos y desinfectantes. Tiene un macetero con flores e inciensos que usa para disimular los olores fétidos que llegan desde los mataderos ilegales que están cerca de su vivienda. A pocos metros, además, está el canal Lo Blanco tapado con basura que sale de las mismas faenas. La comuna de La Pintana, particularmente, solía ser una zona rural y agrícola hasta los años 80, cuando empezó su proceso de urbanización gradual, dejando así territorios parcelados que se utilizan para fines industriales y agropecuarios y que conviven con las poblaciones y tomas alrededor. Emilia cuenta que ha visto cómo en estos espacios, donde funcionan los mataderos, queman todos los desechos, incluídas las menudencias del animal. “Cuando eso pasa el olor es extremo, pero antes del fuego, la pudrición que generan es repugnante ”. Además señala que “de octubre en adelante aunque tengamos matamoscas y spray ambientales, nos llenamos de bichos”. A los malos olores y plagas de insectos y ratas, hay que sumarle el ruido de animales gritando al momento de ser faenados. La vecina dice que todas las madrugadas, entre dos y cinco de la mañana, la despiertan las quejas de los cerdos al ser sacrificados, como si fuera una película de terror. Ella cuenta que el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) clausura estos recintos y no pasan más de tres meses antes de que vuelvan a funcionar. “Esta es tierra de nadie (...) Los mataderos se han ido moviendo por toda la ciudad hasta instalarse aquí , en La Pintana, porque saben que las personas no van a reclamar por sus derechos, y que si lo hacemos, no nos van a escuchar tampoco”. Sara Bellardes, otra vecina del sector, iba con su nieta de cuatro años caminando hacia su casa. La niña, que antes vivía en Pudahuel, ahora convive con su abuela. De pronto escucharon gritos de animales que asustaron a la menor. “ Ella me pregunta siempre ‘¿Qué es eso abuela? ¿Qué es ese olor? ¿Qué son esos ruidos?’... Me da pena tener que explicarle ”. Sábado 8 de septiembre, una mañana soleada y medianamente calurosa, se encuentran instaladas dos grandes ferias de la comuna, una que cruza casi toda la calle de John Kennedy y otra en el sector de El Castillo. En ambas hay mucha gente comprando alimentos: frutas, verduras, aliños y carne. Si bien esta última no se ve en mal estado, dos vecinos de la población Eleuterio Ramírez, señalan que hay que tener ojo, que mucha de la carne comercializada en la feria y en las carnicerías proviene de mataderos clandestinos: lugares que no cuentan con protocolos de higiene, ni reglas de convivencia con la comunidad. Incluso nombran uno ubicado en calle Gabriela, que no tiene ningún letrero, sino que es un portón negro por donde se escapan gritos de animales y por el que se ven un par de chanchos esperando su turno para morir. El relato de estos dos hombres, que no quisieron revelar su identidad por temas de seguridad, calza con lo que dicen Sara Bellardes y Flavio Saavedra, vecinos de Emilia, quienes aseguran que se comercializa carne de caballo como si fuera de vaca. “Crían a los caballos en espacios muy pequeños y no los sacan a correr. Hacen eso para que estén más gorditos, con la carne color rosado porque no transpiran, y así sea más fácil hacerlos pasar por vacas en carnicerías y ferias. Y ni siquiera es más barato ”, agrega Emilia. El maltrato animal y los problemas que puedan causar un mal manejo de las instalaciones y animales está penado por la ley. Todo matadero y feria de animales legales está regido por el artículo 291 que señala que actos crueles serán castigados con una pena de presidio menor y una multa que va entre las dos y las treinta UTM. Incluso, en la Ley de Protección Animal, que vela por la tenencia responsable de mascotas, se incluyen a los animales de criadero, donde se legisla para que no vivan un sufrimiento innecesario. Al momento de realizar este reportaje, el matadero Lo Blanco estaba funcionando con todas las de la ley . En la entrada te recibían moscas y tras el estacionamiento donde estaban autos y camiones, en un basurero, se asomaban patas de caballos y vacas. Los corrales eran amplios y los animales estaban separados por especie. Germán Salomón era su administrador. En la visita, él señaló que uno de los aspectos más importantes para el correcto funcionamiento del lugar era la constante fiscalización del SAG, quienes velan por el bienestar de los futuros filetes. “ Ellos verifican: en el caso de los vacunos y los caballos traen un arete, como un ‘carnet’ del animal, que es más que nada para hacerles seguimiento”. Dijo también que con el paso de los años efectivamente se habían implementado nuevas normas y que el matadero se regía con el Decreto 62, conocido también como ”Buenas prácticas” relacionado al bienestar en el faenamiento. Según él, el proceso era preciso y limpio: contaban con sesenta segundos para noquear el animal, dos minutos para que sangre, otro para colgarlo y dos más para que se termine de desangrar. Recién ahí, narraba él, se cortaba la cabeza y empezaba el proceso de desollado, que significa sacarle la piel y vicerarlo. Tras esto se trozaba, se lavaba y se guardaba en cámara de frío. Cuando los animales estaban enfermos, eso sí, pasaban según él por un sistema que se conoce como El cremador. “S e cauteriza su carne a través del vapor de una olla y se bota en un contenedor que se lo lleva la empresa de basura. A nosotros nos complica esta parte, pero tenemos que hacerlo por un bien para todas las mesas.”, decía. Shedy Heredia Santos, veterinaria, quien lleva diez años trabajando por el bienestar de los animales, siendo parte de organizaciones internacionales como la Red Internacional Antitauromaquia y Open Wing Alliance, ha observado otro comportamiento en la industria de la carne: “Los órganos, sangre y vísceras que salen de los mataderos terminan en desagües, sin tratamientos, y en muchos casos caen animales enfermos o en malas condiciones, propagando enfermedades zoonóticas y contaminación ambiental”, dice San Martín cuenta que parte de los olores que intoxican su vivienda, provienen del canal Lo Blanco, el que está tapado por desechos que provienen de las faenas. “Obviamente no se cumplen los estándares de bienestar para transporte o aturdimiento de animales previo a la faena . Y además de eso, no hay revisión de animales preñadas, o de ectoparásitos, o de tumores que generalmente se mezclan con lo que se vende después o solo es descartado sin que haya avisos de esas enfermedades”, agrega la especialista. A pasos de Lo Blanco, en calle Gabriela, en septiembre de 2019 se decomisaron 200 kilos de carne con parásitos proveniente de animales robados y en mal estado . Y más tarde, el 22 de abril de 2021, se desbarató un recinto de las mismas características en la calle Lautaro en donde encontraron patos, caballos, corderos, gallinas y otros animales, en condiciones insalubres. En la misma cuadra, en noviembre de ese año, en plena pandemia, se encontraba una gran parcela en donde el dueño vendía gallinas y huevos muy baratos, la gente de Casas de Madera, incluyendo a Emilia, Sara y Flavio, terminaron intoxicados en el CESFAM. “Como nos enfermamos todos, un grupo de profesionales veterinarios compraron estos productos y encontraron que todos estaban infectados con salmonella”, cuenta Emilia. El 3 de febrero de este año, la alcaldesa Claudia Pizarro celebró en sus redes sociales que Carabineros y el Departamento de Inspección Municipal clausuraron el matadero Lo Blanco porque no contaba con los permisos al día y tenía reiterados reclamos de vecinos. Pero, a pesar de eso, Emilia dice que todos los días, desde la puerta de su casa, ve pasar los camiones llenos de animales que desaparecen tras una puerta trasera del ex matadero y sigue escuchando los gritos de madrugada.
- Miki Kratsman desde Tel Aviv: "Los niños no hablan del futuro, sino de un trastorno, del miedo, de la inseguridad"
A pesar de su origen israelí, el artista y académico Miki Kratsman ha recorrido Palestina con su cámara retratando el estado de las víctimas en sitios vulnerados y en campamentos. Su interés ha sido visibilizar las atrocidades de la invasión, lo que lo ha convertido en muchas oportunidades en una persona que incomoda a sus autoridades. Desde Tel Aviv nos cuenta sobre las protestas en la capital contra el gobierno de Netanyahu, el criticado rol de la prensa y una mirada íntima sobre lo que fue declarado por la Organización de Naciones Unidas como el primer genocidio transmitido en tiempo real. Todas las tardes el centro de Tel Aviv se llena de gente que se congrega contra las medidas de guerra del gobierno de Benjamín Netanyahu. El fotógrafo Miki Kratsman (65) asiste al menos dos veces por semana. Va a manifestarse, pero también a documentar lo que gritan en las convocatorias. Las pedidas son tantas como el número de asistentes: unos quieren que se liberen los rehenes que siguen en Gaza, otros piden la renuncia de su primer ministro y lo llaman asesino, algunos solicitan el cese al fuego de inmediato. El fotoperiodista y académico ha sido desde hace años una figura incómoda para el Estado de Israel. Durante más de tres décadas el activista de origen hebreo se ha dedicado a cubrir el conflicto. En 2004 cofundó Breaking The Silence , una organización no gubernamental, integrada por soldados veteranos israelíes, quienes pertenecieron al ejército desde la Segunda Intifada y que comparten sus testimonios de lo que fue su servicio en los Territorios Ocupados. Incluso en 2017 exhibió en el Museo chileno de Arte Contemporáneo “ People I Met/Gente que conocí” , una serie de imágenes de trabajos anteriores de los que rescató los rostros de aquellas personas afectadas por la guerra: niños, mujeres y hombres en protestas, juicios y otras situaciones. Un proyecto que comenzó cuando llevó algunas de esas fotos a un campamento en Jenin, Cisjordania, y les pidió a la gente que le indicaran a quiénes reconocían. El impacto inicial lo llevó a crear una página de Facebook con el mismo título, la que hoy cuenta con miles de seguidores. –¿Cuál es el estado de la sociedad israelí hoy? “En verdad me preguntás en un momento que es muy crítico para un país donde la peor enfermedad que tenemos es la de ser muy obedientes –hace una pausa–. Cuando el gobierno decide algo, somos muy disciplinados. Y en los últimos dos años, la sociedad israelí se despertó y dijo ‘quiero revisar ese asunto, quiero preguntarme lo que no me preguntaba antes’ y la gente empezó a salir a la calle. Pero no estamos acostumbrados a hacerlo y cuando tenés un músculo atrofiado, es muy difícil rehabilitarlo. El asunto de la conciencia política israelí es eso: un músculo atrofiado (...) porque la gente sale a la calle, pero no sabe oponerse. Es algo que lo estamos aprendiendo con el tiempo”. Retratos hechos por Kratsman y que forman parte de 'The people I met' –¿Qué están pidiendo en las manifestaciones en Tel Aviv? “Hay una minoría que sólo pide terminar la invasión. Otra que pide alto al fuego para que los rehenes puedan volver. Otros quieren que traigan a los rehenes, pero que no terminen la invasión. Está muy dividido todo. Estamos viviendo una crisis donde no hay una sola voz, son muchísimas". –¿Ves alguna salida para lo que está ocurriendo en tu ciudad, pero también para el conflicto en general? “Como en muchas otras oportunidades en la historia, siempre hay alguien que gana y el que gana no es necesariamente un país o una sociedad, sino más bien los políticos. El pueblo pierde y los gobiernos ganan. Acá da la impresión, y hablo no solamente en mi nombre, sino que también es lo que podés escuchar en los medios de comunicación, que el gobierno israelí no tiene ningún interés en llegar a algún acuerdo para no caer. A mí me parece, y espero estar equivocado, que esto va a ser largo. Tratar de entender qué es lo que va a pasar, me parece una pretensión irrazonable”. –¿Qué te parece cuando países como España o Noruega reconocen a Palestina? “Es sólo un statement (declaración). Es importante, pero no va a cambiar nada. Después de oprimir durante tanto tiempo al pueblo palestino, hay que ver qué es lo que sobrevive. Es decir: cuáles serán sus líderes, sus conceptos, qué es lo que ellos van a querer. Hoy en día es difícil entenderlo (...) Edward Said (autor palestino-estadounidense) dijo que la tragedia del pueblo palestino es ser víctima de víctimas. Y es lo que son: son víctimas de víctimas. Eso es tan duro y tan difícil de solucionarlo. Pienso que el pueblo israelí no quiere deshacerse de su posición de víctima después del holocausto –pausa extensa–, cuando venimos a hablar de un enemigo no podemos poner eso como una excusa... No podemos ponerlo en juego, no es parte. Eso no nos va a llevar a ningún lado”. Tras un silencio más largo, retoma: “Tenemos que olvidarnos por un momento de eso, aunque es inolvidable, pero ponerlo de costado y decir ‘ ya no somos víctimas, hay una nueva situación, hay otras víctimas y nosotros tenemos mucha culpa de que ellos sean los afectados ’. Miki no es sólo observador, sino que él ha vivido las consecuencias directas del conflicto. El 7 de octubre los ataques de Hamás a Israel –en el que 1.200 personas fueron asesinadas y otras 250 secuestradas por el grupo terrorista– arrasaron con el kibutz Nir Oz, un pueblo agrícola, donde vivían su tía y un amigo, quienes fueron tomados como rehenes. Para el horror no hay palabras, sino imágenes que él mismo capturó después, cuando junto al periódico Clarín publicó los restos de lo que quedó. “Fue duro, pero es entre yo y mi tía”, expresa cuando le pregunto por lo que conversó con ella, quien pasó 54 días secuestrada. En cambio, Haim Peri (80), su amigo y activista, murió. El 3 de junio, el Ejército de Israel confirmó su muerte junto a otros tres hombres. “Hace por lo menos 15 años él abrió una galería en los campos del kibutz con una intención súper humanitaria. Tuve la oportunidad de exponer ahí… Perdimos a los mejores”, afirma. No todos los ojos están en Rafah Horas antes de comenzar esta entrevista, un ataque aéreo en Gaza por parte del ejército de Israel había dejado al menos 35 muertos en una escuela administrada por la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos. El objetivo, según las Fuerzas de Defensa de Israel, era destruir un “complejo” de Hamás que operaba allí, en un colegio donde residían seis mil desplazados. Pero a pesar de la cercanía geográfica, en Tel Aviv no todos se enteraron. No si se trata de lo que está ocurriendo en la franja, dice Kratsman. Entonces, le pregunto si acaso la imagen generada por Inteligencia Artificial que se hizo viral en occidente contribuía a seguir con “todos los ojos en Rafah”. “En Israel no se ve nada de lo que pasa en Gaza, en Israel no hay ningún ojo en Gaza. La prensa israelí no muestra lo que pasa en Palestina. Lo vemos únicamente el que busca en la web o el que lee periodismo extranjero. Nosotros no sabemos cómo se ve la guerra”, responde. Imagen capturada por Miki durante una de las manifestaciones en Tel Aviv el mes pasado. –¿Qué pasa con los medios de comunicación en Israel? “Hoy la prensa israelí ve en su función la de rehabilitar el ánimo. Abrís el noticioso y es como que un psicólogo te está hablando y te dice que tenemos que unirnos, tenemos que dejar de discutir, hacen interviews con las familias que perdieron sus hijos, sus padres, sus abuelos, sus nietos y claro que me parece muy importante y tengo mucho respeto por ellos, ayer me comunicaron que un amigo mío se murió en Gaza –silencio–. Tengo mucho respeto a esas familias, pero no puede ser que una prensa que se respeta a sí misma, muestre una pequeña parte de la realidad”. Más allá de Palestina: el otro conflicto de Israel Desde el 2006 que Kratsman no ha vuelto a cruzar la frontera. Hace tiempo dejó su trabajo para los medios israelíes y como ciudadano judío no le está permitido acceder. "Me interesaría mucho estar dentro de Gaza”, afirma. Hace un mes se acercó lo más que pudo y capturó la destrucción entre la niebla: una edificación urbana tirada abajo, atravesada por una arena blanca, como cuando vas en una ruta y ves una nube sobre el asfalto. “Me parece que esa es una de las imágenes más importantes que saqué desde que empezó esta guerra y es bastante potente, pero es muy limitada”. Por lo mismo, dice, se ha dedicado a sacar más fotos en las marchas y a profundizar su trabajo de 14 años en las aldeas beduinas no reconocidas , localizadas en el desierto al sur de Israel. Uno que comenzó en agosto de 2010 cuando se fue a vivir un mes a Wadi al-Na’am. Su objetivo era entender lo que era vivir allí: dependiendo de paneles solares para producir energía y adquiriendo el agua de poblaciones judías a un precio mucho más caro, cuando no es a través de conexiones clandestinas. Sham, de 2 años, frente a su hogar demolido de la villa Wadi al-Khalil / Foto de Miki Kratsman, Entrar en confianza no fue fácil, pero a medida que se integraba al estilo de vida, logró sacar su cámara para llevar un registro de aquellas comunidades que no estaban en los mapas, curtiendo el suyo propio para el Negev Coexistence Forum for Civil Equality (NCF), una organización árabe-judía que trabaja por los derechos civiles de los residentes del desierto. Kratsman ha recorrido la mayoría de las 35 aldeas no reconocidas que hoy se erigen. Su trabajo con los beduinos es un archivo abierto para periodistas, abogados y quienes lo necesiten, en el que imprimió las huellas de familias que a inicios de los 50’ fueron desplazadas de sus tierras por el gobierno y concentradas al sur de Israel. Una cartografía de vecinos que no todos quieren ver, pero que existen a 45 minutos de Tel Aviv. "Hay 35 aldeas beduinas no reconocidas en el Naqab a las que Israel denomina aldeas de dispersión o ilegales, y llama a sus habitantes intrusos en tierras del Estado y delincuentes. La mayor parte de la población beduina perdió sus tierras cuando Israel las declaró Mawat (tierras agrícolas “muertas” y sin cultivar) y las reclamó como tierras del Estado. En su perfil de Instagram se puede ver parte de ese trabajo, hoy enfocado en las demoliciones que están enfrentando las aldeas. A inicios de mayo, los habitantes de Wadi al-Khalil lo contactaron para que fuera a documentar la inminente demolición, amparada en la ampliación de la autopista 6 hacia el sur: familias frente a una cámara y detrás de ellas las ruinas. “Me pidieron ir a sacarles fotos en sus casas destruidas para poder usar esas imágenes”, explica. –En varias de las fotos que tomaste hay niños y adolescentes. ¿Qué te han comentado ellos sobre su vida en las aldeas y sobre su futuro? “Es muy triste, no hablan del futuro –pausa–. Se habla de un trastorno, del miedo, de la inseguridad. No se habla del futuro porque es todo tan confuso. Y el momento donde los encontrás es uno donde están súper pesimistas y yo, en cierto momento, decidí que no iba a preguntar más sobre el futuro porque no tienen ninguna respuesta”. Tras otra pausa, busca un ejemplo que nos traslada geográficamente al norte, a Palestina. “En un campo de refugiados en Jericó, le pregunté a un chico de 9 años cuál era su sueño y me dijo que no tenía sueños”, recuerda. Nuestra conversación se detiene por un silencio abrumador. “Le dije: ‘¿Pero no hay algo que quieras tener, comprar, hacer? ¿Un lugar donde quieras estar?’. Entonces el hermano mayor dijo que él sí tenía un sueño. ‘Quisiera tener un ropero’”. Un silencio desolador nos cruza. " ¿Cómo se mantiene una vida normal cuando tu vecino vive como vive? ”, interpela el activista.
- El guardián de los cactus
Un niño le salva la vida a una espinosa plantita tirada entre las rocas. Con los años, el adolescente Santiago Figueroa se convierte en un coleccionista de cactáceas y, más grande, cuando las ve en su hábitat en el desierto costero, se enfoca en su estudio y conservación. La línea que separa su afición por los cactus y su trabajo cuidándolos es delgada y borrosa. Y en medio de un atiborrado invernadero, nos cuenta cómo se convirtió en el vigilante de estas plantas y por qué son tan importantes para la humanidad. Santiago Figueroa (34) era un niño. Acaso no es el primer recuerdo, sí el que tiene más clarito, dice. ¿Cuántos años tenía? No está seguro, solo sabe que era muy chico. No hace el cálculo. Pero corría el 1996. En una ladera del litoral se encontró un cactus nativo tirado entre las rocas, con sus raíces al aire. Se trataba de un pequeño Eriosyce subgibbosa . Y quizá movido por la ternura, o la curiosidad, lo tomó, le cortó la cabeza a un tarro de cloro, puso la tierra que tenía a mano, lo plantó y dejó en el patio de la casa costera donde estaba. Con su familia él viajaba desde Santiago frecuentemente los fines de semana y aprovechaba de echarle agüita. Mientras el esqueje se recuperaba, el niño estaba maravillado con "la capacidad que tenían para aguantar y resistir", recuerda. "Es una cosa buena y mala que tienen: se recuperan rápido, tienen mucha facilidad para sobrevivir; pero hace que sean plantas muy fáciles de recolectar, por eso es un peligro, porque los arrancan”. Durante años lo tuvo en su hogar hasta que un día pensó: "¿Para qué va a estar en el pote plástico, si puede estar en el lugar de donde viene?". Lo llevó de vuelta a su ladera de origen y lo trasplantó. Ahí vivió durante un largo tiempo hasta que, un día, desapareció. "No sé si se murió, o si se lo robaron, porque se las roban todo el tiempo", supone. Y aquella historia quedó abierta, tal vez hasta siempre. "¿Dónde están las plantas?" Fue entre quinto y sexto básico que partió con lo que haría cualquier coleccionista: tener más y más cactus. En la media se tornó "un poco más obsesivo y rayado con el tema". Ya con el internet de su lado, sabía la gran diversidad de cactáceas que existen (alrededor de 1.500 especies), una familia de plantas suculentas que habría surgido hace unos 30 millones de años en Sudamérica, siendo endémicas de esta región, para luego expandirse por el resto del continente. En las noches, Santiago se acostaba y se dormía pensando en las especies que quería tener. Así y todo, por aquel entonces él "no conocía tanto" a los cactus chilenos. De hecho, en la casa guardaba polvo el primer tomo de la escritora y botánica Adriana Hoffmann (1940-2022) sobre cactáceas. Pero él no pescaba los libros, hasta que su obsesión creció y lo ojeó, y se dio cuenta de que "había mucha diversidad de plantas". Aunque los criterios varían, en Chile hay unas 130 especies de cactus, de los cuales alrededor de un 80% serían endémicos, es decir, únicas en el territorio. Copiapoa hypogaea Santiago comenzó a recorrer cerros y laderas, afinó el ojo y se percató de las plantitas que pasan piola, las más pequeñas y sigilosas. "Son del mismo color que los arbustos alrededor y del suelo", describe. "Es como una estrategia que tienen para pasar desapercibidos". La obsesión se direccionó hacia las cactáceas nativas. En paralelo, su mamá compró el segundo tomo de Adriana Hoffmann, en el cual salían las ubicaciones de las distintas especies, y la mayoría se encontraba entre las regiones de Coquimbo y Antofagasta. Santiago, que apenas conocía el Norte Grande, partió al desierto costero, que concentra la mayoría de las variedades. En 2008, con unos 19 años, guiado por aquel libro, hizo su primer viaje a dedo junto a un amigo hasta Huasco, en Atacama. Él creía que llegaría a un pueblito con caminos de tierra, donde los cactus abundarían, pero se encontró con una ciudad portuaria sin margen para la flora. Acamparon en la plaza principal y al día siguiente partieron en busca de un lugar más solitario, 44 kms hacia el norte, hasta Carrizal Bajo. Ahí tuvo su primer encuentro con las Copiapoas —que junto a las Eriosyce son los géneros de cactus más comunes en Chile—, "y quedé alucinado", asegura. "Quedé loco, no me esperaba que fuera tan impactante ", por "los paisajes que hacen estas plantas: son planicies llenas de grupos de copiapoas, que son al final el paisaje mismo, entre medio de pura piedra, inhóspito, pero hay plantas ahí, habitando y en abundancia". En resumen, "quedé rayado". Decidió que quería hacer esto todo el rato, ir hasta donde habitaban los cactus, conocerlos. Empezó a viajar todos los años desde Huasco hasta Taltal, 430 kms al norte por la costa. Todos los años, "obsesivamente", insiste. "Es el viaje que me he repetido no sé cuántas veces", de hecho, en noviembre anduvo otra vez por allí. "Siempre hay cosas distintas, te metes a una quebrada y pillas cosas nuevas", dice. "Hay plantas que se esconden, puedes pasarlas muchas veces y no las vas a ver porque están enterradas". Además, si ha sido una temporada muy seca, no florecen, lo que vuelve aún más complicada la búsqueda, la cual implica revisar hasta entre las grietas. "A veces no piensas que hay plantas ahí y no estás con el ojo atento", comenta. "Por ahí conozco algunas cosas que puede que no tengan nombre aún", dice. Por ahora, lo suyo es hacer la mayor cantidad posible de registros, juntar semillas de las flores y que broten en su invernadero en la V Región. “Quiero recolectar harta información para quizá hacer algo más adelante, cuando esté más completa”, adelanta. “Es un estudio que estoy haciendo por mi cuenta.” Copiapoa solaris El trabajo sucio En 2011, decidió vivir definitivamente en el litoral central, donde había construido un invernadero chiquito, de cuatro por seis metros. Allá se llevó los cactus que tenía de su colección en la capital; había más espacio para crecer. Ese año empezó a plantar las semillas que recolectaba de cada viaje. Quería reproducirlas. Fueron los primeros intentos. Su plan era "tener ojalá lo más diverso posible, para estudiarlos, reproducirlos, apreciarlos y vender", relata sobre aquellos primeros pasos que dieron inicio a su proyecto Cactus Lagarto, enfocado en la conservación de las especies nativas de Chile. A cada planta le ponía un cartelito con la especie y las coordenadas con GPS de dónde provino la semilla; sabe exactamente el origen de cada cactus: "Desde ahí no paré" y "se fue para arriba la cantidad de plantas". “Tengo miles”, responde Santiago sobre cuántos son, “20… 30… o 40 mil plantas”. La cifra le complica y, al hablar, mueve su cabeza de un lado a otro como para dejar claro que realmente no sabe. ¿Cuántas especies tiene? Eso también es difuso. En realidad, las ordena según su localidad de origen, lo que equivale a "más de 500 cosas distintas". Eso no significa que todos sean diferentes; muchos de ellos son del mismo linaje, pero de otro lugar. Se pasa buena parte del día en el invernadero: "Si no estoy sembrando, estoy trasplantando, sino atendiendo público, sino haciendo espacio para las plantas que tengo que trasplantar"; o sea, gran parte de sus jornadas son "alrededor de los cactus, dentro del invernadero, o afuera construyendo mesones". Cuando la pega se torna muy monótona, pone música. Como cuando trasplanta cactus para la Fundación Punta de Lobos, organización que ha repoblado la costa de la Región de O'Higgins porque la gente se los roba o simplemente los pisa. En total, Santiago les ha reproducido 25 mil plantas, lo que implica sembrar y repicar (pasar de un pote chico a uno más grande) miles de veces. "Esa pega es un poco agotadora", dice. Echinopsis atacamensis Muertes masivas Al preguntarle por el papel que juegan los cactus en estos áridos ecosistemas, Santiago responde y, al mismo tiempo, cuestiona sus propias certezas: “Son bien importantes, pero a la vez no me gusta enfocarme que son más importantes que otras plantas, aunque puede que lo sean”. Para ser claro, pone de ejemplo a las grandes y espinosos cactáceas que habitan en la Zona Central del país: "Forman unos mini-ecosistemas que otras plantas pueden colonizar y estar protegidas de animales más grandes e incluso del humano". Pero también algunas aves los usan para poner sus nidos, mientras que reptiles y roedores lo ven como un refugio” Además, sus flores son el alimento de los picaflores migrantes, como ocurre con el quisquito rosado ( Eriosyce subgibbosa ), cactus que se encuentra ampliamente distribuido en el centro de Chile Ya hacia el norte, remarca Santiago, los cactus "son muy resistentes, están ahí siempre". Su ritmo es calmo pero constante. Permanecen activos durante todo el año, a diferencia de "lo que pasa en el desierto florido, donde hay una explosión de energía en que germinan todas las plantas, que suelen ser anuales; hay una cantidad de aves e insectos que aprovechan ese momento para reproducirse, y que produce una cantidad de semillas gigantes para germinar en el siguiente ciclo de lluvias". Luego, todo se seca. En tanto, los cactus ahí permanecen, hacen su vida mientras aportan "energía al ecosistema" en medio de la adversidad y las largas sequías, dando una que otra flor en medio de la aridez. "Eso permite que el desierto permanezca trabajando con una energía más baja, con mucho menos alimento disponible", explica. "Gracias a eso, las hormiguitas comen la semilla del cactus, los lagartitos están detrás de la hormiga, y los roedores, y se mantiene el ciclo". Son animalillos que, aunque sea poco, requieren de ese alimento para perseverar. Pero su resistencia no los vuelve inmortales. Además de la amenaza del tráfico —en que los coleccionistas de Europa y Asia tranquilamente pueden pagar mil euros por planta, dependiendo de la especie, su estado y edad—, el cambio climático también ha reducido fuertemente sus poblaciones. “ Está siendo súper notorio cómo están muriendo ”, advierte. Hay un libro de los 60, que fue de los primeros investigadores de cactus chilenos, un alemán (Friedrich Ritter), y él tiene muchas fotografías. Ahí las plantas estaban sanas en general. Todas estas plantas que él mostraba en Iquique, por ejemplo, en el extremo norte costero, ya se han muerto. Hace muchos años viene en decadencia. También cita una publicación de la botánica Raquel Pinto: "Es impactante este nivel de mortalidad, de un libro que ya debe tener unos 15 años ( Cactus del extremo norte de Chile , 2009), donde ya quedaban vivas un 10% de las plantas; en otros, 100% muertas". Cuesta adaptarse cuando el lugar se vuelve "más extremo" en tan poco tiempo. "Tienen límites", remarca. Incluso, un poco más hacia el sur, Santiago lo ha comprobado con sus propios ojos al subir un cerro, donde solían haber de las Copiapoa echinoides: "Están todas muertas, todas, siendo que no es tan al norte". Las pocas que hay las halló en alguna grieta, y muy pequeñas. "Uno cree que las grandes son más resistentes que las chicas, pero parece que no es así", comenta. Y también advierte sobre la zona que va desde Taltal a Tocopilla, en la Región de Antofagasta, que abarca unos 420 kms de norte a sur, donde quedan las últimas especies copiapoas ; y de hecho, las Solaris , que habitaban de Mejillones a Paposo, "todas las poblaciones del norte ya se murieron", insiste. Entre medio, en El Cobre, quedan muy pocas con vida y "solo sobreviven las chiquititas, que tendrían 60 años o más", que nacieron "cuando hubieron mejores condiciones". Santiago no solo atribuye este problema a la escasez de lluvia, también a que la camanchaca, la característica neblina nortina, que "se ha angostado", cuenta, aunque "no sé por qué". Cuando sube los cerros durante la tarde, nota cómo todo lo que queda sobre y bajo esa húmeda capa, "se va muriendo". Él se resigna un poco y propone: "Casi que habría que empezar a trasladar cactus del Norte para la Zona Centro, porque acá igual se está secando", y así sería "una planta que nos podría dar ecosistemas más sanos, ya que se viene el desierto para acá; ayudar a que se adapten un poco más rápido las plantas". así es el invernadero de Santiago Las espinas — Soy bien solitario igual, me gusta trabajar así —avisa—. Se me ha dado así. No he querido viajar mucho con gente de plantas, por lo que contaba, confiarle a quién le vas a mostrar lo que conoces. Por eso tampoco nunca quise participar en muchos grupos de cactus . He sido más ermitaño en relación a la gente y los cactus . Él dice que no hay quien lo reemplace en el invernadero. Tiene claro que "hay que tratar de trabajar colaborativamente, para que las cosas no se pierdan después", por lo tanto, "me encantaría en el futuro participar más con organizaciones y personas para la conservación". “ Me esclavizaron, me metí tanto en ellos” , confiesa, mira hacia otro lado— y no tengo tanto tiempo por culpa de ellos —se ríe—. Tengo un relación de amor-odio. Soy un esclavo de ellos. Me gustan pero me cansan, pero me encanta ir al desierto. Lo que no me gusta es que terminé encerrado en un invernadero tanto tiempo. Me aburre un poco. Le gustaría pasar menos tiempo bajo ese techo repleto de plantas. Está "un poco sobrepasado", porque los primeros años se dedicó a sembrar mucho y ahora son miles los cactus. Cada tanto algunas amistades lo ayudan, pero, muchas veces "ya no doy abasto solo", dice. De hecho, el 2022 decidió no sembrar nada: una determinación inédita para él, "siendo que tengo semillas muy buenas, cosas que no he sembrado antes", lamenta. Durante el 2021 tuvo un episodio que denomina como "crisis", al punto que "no quería ni ir al invernadero". Por aquellos días, terminaba de construir su "casita" en invierno, periodo en que no hay tanto trabajo. Se dedicó a maestrear y cada tanto pensaba: "Qué rico estar haciendo algo distinto". Esa semi-pausa le hizo bien. "Ahora estoy un poquito mejor, con una relación un poquito más sana", confiesa. "Tiene un lado muy bonito, las responsabilidades son las complicadas", porque "son seres vivos, no es que uno se puede ir y dejarlos morir". Esa es la parte que la frustra, "no tener libertades , no puedo llegar y descuidarlos, porque también son plantas recolectadas, importantes para la conservación". En fin, "me veo toda mi vida dedicado a esto, porque no sé cómo podría desapegarme". Le encantaría que fuera más rentable. Admite que "es súper poco movido". Pero quiere un equipo de trabajo, hacer de Cactus Lagarto "algo más abierto al público y educativo". Que eso pudiera andar "sin que yo tenga que estar todo el día encima". Piensa en conquistar esa "libertad". De ser así, él feliz seguiría metido para siempre en las cactáceas, e investigar más, ir al desierto o donde se encuentren. “Ese es un motor rico”,dice, “le muestras cosas escondidas a las personas, aprecian lo que no apreciaban y se puede empezar a hablar de conservación, darle un enfoque que no es solo la colección, sino que están en la naturaleza. Aunque sean chicos, tienen un valor por el lugar que lograron habitar y hacen que otros vivan en ese desierto, tan inhóspito”.
- La ranita del Loa no tiene dónde vivir
En 2019 los últimos ejemplares de la ranita del Loa alcanzaron a ser rescatados desde un arroyo seco y resquebrajado: la intervención humana, el uso indebido del agua y otros factores terminaron destruyendo su hábitat. Pero a tres años y medio de ese histórico rescate y su posterior rehabilitación en el Zoológico Nacional, este anfibio microendémico continúa sin encontrar un hogar en la naturaleza que lo pueda refugiar nuevamente. Ya no pueden vivir en cautiverio, pero tampoco pueden volver a su casa. Esta historia parte en una tarde soleada de un día de julio de 2019 en la cuenca del río Loa, en la región de Antofagasta, cuando el herpetólogo Andrés Charrier caminaba por esas tierras por un monitoreo de flora y fauna que tenía que hacer. De pronto recordó que la ranita del Loa habitaba en esa zona, pero se percató de que no había sido incluida como punto a observar en el análisis que le habían encargado. Esta especie no era nada ajena en la vida del herpetólogo. Años antes, junto al especialista en fauna silvestre Gabriel Lobos, Charrier había hecho investigaciones anteriores sobre estas ranitas. Y aquella tarde de julio, siguiendo su instinto, emprendió camino hacia el lugar donde sabía que podría encontrarlas. La ranita del Loa es un anfibio que pertenece al género telmatobius , grupo que abarca 63 especies de ranas altoandinas a lo largo de Chile, Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia. Sin embargo, la telmatobius dankoi e s microendémica , lo que significa que existe exclusivamente en un solo lugar: el sector de Las Cascadas , una vertiente del río Loa, a unos 10 kilómetros de Calama. A este anfibio le gusta habitar en ambientes acuáticos. Se caracteriza por ser de tamaño pequeño, tener un cuerpo aplanado y patas palmeadas. A diferencia de otras ranas, Charrier asegura que la especie telmatobius dankoi se mantiene en condiciones ambientales mucho más duras, con aguas más espesas y con mayor cantidad de minerales. Hoy en día, la ranita del Loa está en peligro crítico de extinción debido a la degradación de su hábitat , de acuerdo a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), organismo internacional que se dedica a medir el estado de la biodiversidad a nivel mundial. Por eso, Andrés Charrier y otros científicos sabían que la situación del anfibio era complicada desde hace algunos años. Pero ese día de julio cuando llegó hasta el canal de regadío de Las Cascadas, donde tantas veces había presenciado a las ranitas, lo que vieron sus ojos era desolador. En medio de la aridez climática que caracteriza al Loa, las aguas donde habitaba el anfibio estaban completamente secas. Ni una gota de agua quedaba. “Fue como una bofetada”, asegura. Puso sus dedos y su palma en lo que alguna vez fue el suelo del arroyo, pero ni siquiera sintió un poco de humedad. Mucho menos encontró huevos o anfibios vivos, al contrario, solo pudo hallar ejemplares descompuestos en la tierra. Todo lo que había visto años antes cuando investigó a la especie, se había esfumado con una rapidez impensable. Era un cementerio de ranas. Al científico le pareció que el panorama era más preocupante que nunca. Volvió a Santiago y sin pensarlo demasiado, decidió llamar al investigador Gabriel Lobos. — ¡Pero cómo no va a haber agua! — dijo Lobos al teléfono. — No hay agua, así de simple, estas cosas son así. No hay agua ni tampoco ranas — le respondió Charrier con pesar. Bastó ese llamado para que un par de días después ambos se juntaran y viajaran desde Santiago a Calama para visitar el sector. Llegando al lugar, caminaron un par de metros más allá del canal de regadío en cuestión y se encontraron con un gran socavón de ocho metros de profundidad que parecía haber sido hecho con una retroexcavadora. “En el fondo tenía una capa de lodo con algas bastante descompuesta. Ahí nos metimos a ver si todavía quedaban ranitas y efectivamente ahí estaban las 61 ranitas que capturamos ese día. Después las liberamos en Ojos de Opache”, cuenta Charrier. Ojos de Opache es un sitio que queda a unos seis kilómetros del sector de Las Cascadas, pertenece a Gendarmería de Chile y es conocido por ser un “pequeño oasis” de la región de Antofagasta. Teniendo el visto bueno del Ministerio de Medio Ambiente, los científicos pudieron relocalizarlas en territorio protegido como medida de urgencia, ya que no esperaban en lo absoluto encontrarse con esos ejemplares iniciales. La razón principal de que las ranas hayan sido trasladadas a Ojos de Opache es que ese sitio posee condiciones de agua y de ambiente muy similares a las del sector de Las Cascadas. Además, al ser propiedad de Gendarmería, está mucho más a salvo de ser intervenida por terceras personas. Semanas después, Charrier y Lobos volvieron a ir en búsqueda de más ranitas al arroyo de Las Cascadas, pero esta vez con un permiso del Servicio Agrícola Ganadero (SAG) que les permitiría entrar sin problemas al sitio por ser propiedad privada. Tampoco tenían muchas expectativas, pero aún así llevaron unos chinguillos (red) en caso de encontrar algún indicio. Para su sorpresa, otros 14 anfibios aparecieron en el lugar . Como no habían llevado nada para trasladar y guardar a los animales, tuvieron que mandar a uno de los acompañantes de ese día a Calama para que comprara un enorme taper de plástico. Así, podrían dejarlas bajo su cuidado. Andrés tiene en su memoria el estado en que encontró ese segundo grupo de ranitas. Estaban extremadamente delgadas y era probable que no se hubieran alimentado en bastante tiempo, afirma. “Claramente no existía reproducción porque no había larvas. Ese es un indicador de que algo está pasando, probablemente las larvas no salen a respirar a la superficie y por lo tanto se habían ahogado ahí, en esa agua que estaba completamente contaminada”. Había que pensar en una solución que permitiera sobrevivir a la especie, pero esta vez entre las opciones no estaba contemplado llevarlas a Ojos de Opache. No quedaba más tiempo, tenían que pensar rápido. Con eso en mente, los investigadores coordinaron una rápida misión de rescate que podía resultar bien o mal: trasladar las ranas hasta el Zoológico Nacional de Chile ubicado en Santiago, a más de 1.500 kilómetros de distancia . Todo esto con la colaboración de varias instituciones como el Ministerio de Medio Ambiente, el Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Calama y el Zoológico Nacional. De esa manera, Andrés Charrier y Gabriel Lobos pudieron viajar en avión con las ranitas desde Calama a Santiago. Como su situación era tan delicada, LATAM permitió que los 14 ejemplares viajaran no en la parte de la carga del vuelo, sino que en las cámaras refrigeradas donde se suelen guardar bebestibles: así podrían estar frescas y no tener algún problema de estrés térmico. Una vez que pisaron suelo santiaguino, los científicos llevaron a los anfibios rescatados hasta las dependencias del Zoológico Nacional, para que pudieran ser parte del proceso de recuperación que estaría a cargo del entonces jefe del área de Herpetología del Zoológico, Osvaldo Cabeza. “Esa primera semana yo casi no dormí pensando que en cualquier momento nos llamaban y decían ‘se murieron todas las ranas’”, recuerda Charrier. Esta noticia llegó a oído del mismísimo Leonardo Dicaprio. El actor de Hollywood, conocido también por ser un activista ambiental, subió a sus redes sociales las felicitaciones respectivas por la hazaña. Las últimas ranas Poco antes de que las ranitas llegaran al Zoológico, Osvaldo Cabeza sabía que tenían un trabajo difícil por delante. Los científicos que hicieron el rescate le habían enviado fotografías de los anfibios cuando fueron encontrados, y cuando las vio en su celular, Osvaldo sintió un poco de miedo. “Esas imágenes eran aterradoras porque se veían ranas que eran piel y hueso , ya sabíamos que el género telmatobius es complejo de trabajar bajo el cuidado humano. Nos asustamos porque teníamos en cuenta que posiblemente eran las últimas 14 ranas del Loa”, cuenta. Aún así, el equipo de Herpetología que dirigía Osvaldo se preparó con todo para recibir a las ranitas: desde alistar todos los acuarios para que tuvieran condiciones idénticas a las que tenían las ranas en su hábitat original, hasta planificar la parte nutricional, lo que significaba criar nuevos insectos para que la dieta fuera lo más similar posible a la que tenían antes. Ese tiempo que vino no fue nada sencillo para el equipo. Era plena pandemia y el grupo tenía que operar solo con tres personas que debían velar por las ranitas, más una persona que se encargaba de alimentarlas. Una jornada normal fácilmente podía comenzar a las 8:30 de la mañana y terminar a las 10 de la noche, ya que los anfibios necesitaban la observación permanente de los especialistas por lo crítico de su estado. “Como es una especie que nunca antes habíamos trabajado teníamos que tener mucha atención a cualquier cambio que presentara, entonces inicialmente fue una etapa bien estresante y desgastante”, dice Osvaldo. Después del chequeo inicial, tenían que hacer todo lo posible para que las ranas volvieran a tener un peso normal. Para conseguirlo, comenzaron a alimentarlas de forma asistida pero solo con el 15% del requerimiento energético en base a un peso ideal. Como los anfibios venían con un estado de desnutrición no podían alimentarlas con el 100% del requerimiento energético, ya que podían descompensarse y probablemente morir. Todo lo que hacían las ranitas tenía que ser analizado minuciosamente por el equipo: qué cosa le gustaba comer, en qué espacios de la pecera se alimentaba y otros aspectos que se vinculan a la conducta animal. La etapa de reproducción fue otro proceso más de incertidumbre. No solo había que juntar los anfibios en las peceras, sino que también había que observar otros factores que podrían incentivar su conducta reproductiva, como las condiciones de luz, las temperaturas del agua, probar los lugares donde podría esconderse la ranita para reproducirse y también identificar si estaban vocalizando, ya que algunos anfibios machos lo hacen para “llamar” a la hembra. Pero las cosas ocurrieron al contrario de lo que esperaba Osvaldo y su equipo de Herpetología. Juntaron a una pareja de ranitas por cada acuario para ver cómo se comportaban, y tan solo una semana después, el grupo vio el amplexo (apareamiento) entre los anfibios. Era un día de octubre de 2020. Osvaldo no estaba en el Zoológico, porque por las restricciones sanitarias los funcionarios trabajaban por turnos rotativos. Fueron Sebastián y Lorena, los otros miembros del equipo, quienes llamaron a Osvaldo por teléfono para contarle la noticia. Apenas escuchó que las ranas estaban en amplexo, el herpetólogo salió rápidamente de su casa rumbo al Zoológico. Cuando llegó, el grupo completo a cargo de salvar a las ranitas no pudo contener la emoción. Los tres se abrazaron, saltaron y gritaron de felicidad. Su trabajo con la telmatobius dankoi estaba dando frutos . “El proceso de las ranas del Loa en sí ha sido un bien emocional, muy desgastante pero enriquecedor también. Fue un logro súper importante lo que estaba ocurriendo en ese momento, estábamos demasiado felices con los chiquillos”, comenta Osvaldo, quien hoy dirige el área de Manejo y Bienestar Animal del Zoológico Nacional. Desde esa primera reproducción hasta ahora han surgido alrededor de 400 crías de la ranita del Loa , según las últimas estimaciones que hizo el Zoológico. Ahora, la mayoría de ellas son ejemplares juveniles y siguen creciendo bajo observación del equipo que las cuida como hueso santo desde su llegada. Un hábitat que no volverá a existir Una de las certezas en torno a estos anfibios es que el que alguna vez fue su hogar histórico está definitivamente perdido. No hay ninguna posibilidad de poder rescatarlo y que la especie vuelva a vivir en esa zona . Los factores de que ese hábitat sea irrecuperable son numerosos. Uno de ellos es que, debido a las denuncias ciudadanas que se realizaron tras el hallazgo de las ranitas del Loa, el acceso donde se podía entrar a Las Cascadas está cerrado para el tránsito de cualquier persona por ser propiedad privada. De hecho, en ese sitio se iba a emplazar un proyecto inmobiliario. Hasta el día de hoy, ni siquiera los científicos pueden entrar. Eso ha sido un gran impedimento para poder realizar los análisis e investigaciones necesarias de lo que alguna vez fue el hábitat original de estos anfibios. De acuerdo a la Seremi de Medio Ambiente de Antofagasta, otras amenazas presentes en la zona son la excesiva cobertura de vegetación y las condiciones fisicoquímicas que posee el agua de esa vertiente del río Loa. El uso de agua es otro de los factores que ha impactado de forma negativa en el sector de Las Cascadas. A solo un par de metros de ese lugar tiene actividades Minera Centinela (parte del grupo Antofagasta Minerals, cuyo dueño es el grupo Luksic), empresa que posee derechos de extracción de agua de una napa subterránea. Por lo tanto, una de sus obligaciones era hacer monitoreos permanentes con el fin de que no disminuyera el caudal del arroyo donde vivía la ranita del Loa. Pero a la vista de los expertos y la determinación de la Superintendencia del Medio Ambiente de Antofagasta (SMA), ese monitoreo no se llevó a cabo por varios años. El pasado 7 de diciembre de 2022, la Superintendencia del Medio Ambiente de Antofagasta formuló dos cargos por daño medioambiental en contra de la Sociedad Contractual Minera Centinela, a cargo de la empresa Minera Centinela. Los cargos se deben al incumplimiento de la empresa en sus obligaciones ambientales relacionadas con el componente del agua, así como también que la compañía minera no informó ni mucho menos colaboró en aplacar los impactos ambientales que terminaron por degradar el hábitat del anfibio. “La empresa (Minera Centinela) ha tenido una incidencia en la baja de niveles de agua en el lugar, a lo cual se sumaría al hecho de que la misma no habría informado ni tomado medidas respecto a la problemática que afectó a la ranita del Loa, la cual estuvo cerca de desaparecer”, aseguró el entonces superintendente del Medio Ambiente (S), Emanuel Ibarra . Con lo anterior, la Sociedad Contractual Minera Centinela podría arriesgar hasta una multa total que asciende a 11.000 UTA, es decir, alrededor de $8.000 millones. En búsqueda de un nuevo hogar para la ranita del Loa Luego de que saliera a la luz la casi extinción de este vertebrado, la Seremi del Medio Ambiente de Antofagasta inició un diagnóstico integral del género telmatobius , que incluye a la ranita del Loa, con el objetivo de identificar el estado de conservación de la especie en la zona. Dentro de ese diagnóstico la institución ha empujado una iniciativa para que Ojos de Opache, el lugar donde fueron rescatadas las primeras ranas, pueda convertirse en un Santuario de la Naturaleza . Como las características ambientales de Ojos de Opache son semejantes a las del arroyo de Las Cascadas, este sitio podría funcionar como una nueva localidad para la especie telmatobius dankoi . Sin embargo, ese proceso aún está a la espera de concretarse en su totalidad. Eso significa que los últimos ejemplares rescatados del arroyo de Las Cascadas, más la población de 400 ranitas que surgieron de la reproducción, continúan viviendo en los acuarios del Zoológico Nacional . Consultado por el estado del proyecto, Gustavo Riveros, seremi del Medio Ambiente de Antofagasta, aseguró que “se encuentra en una de sus etapas finales” y que están “a la espera del pronunciamiento del Ministerio de Bienes Nacionales a requerimiento de información realizado por la Contraloría, para su posterior toma de razón”. Para los especialistas que se encargaron del rescate y rehabilitación, hay un punto de coincidencia: es urgente encontrar una localidad en la región de Antofagasta donde se pueda liberar pronto a los anfibios, particularmente a los que surgieron del proceso de reproducción. “Queda la gran duda de cuál es el porvenir de estas ranitas más adelante. No tiene ningún sentido seguir manteniendo en cautiverio en acuarios del Zoológico de Santiago, a ranitas que son de Calama”, apunta Andrés Charrier. Osvaldo Cabeza reflexiona en la misma línea. “Todavía no podemos decir que salvamos la especie porque aún sigue bajo cuidado humano en el Zoológico, el día que logremos decir que la salvamos va a ser cuando logremos reintroducirlas y se puedan mantener en su hábitat, si es que el hábitat se consigue. Recién vamos a poder decir ‘sí, salvamos a la especie’”, sentencia el especialista.
- El adiós de los juguetes: las niñas ahora prefieren productos de skincare
El hashtag #SephoraKids ya ha sido utilizado más de 9 mil veces en TikTok. En esta plataforma, menores de entre 6 y 13 años, se filman comprando y utilizando productos de skincare que no necesitan, como tónicos anti-envejecimiento. Hoy se discute la existencia de un mercado cosmético dirigido a las más pequeñas. Hablamos con preadolescentes que consumen este tipo de productos y con especialistas para conocer los riesgos de esta tendencia. Por Daniela Pinedo * Los nombres de las fuentes fueron cambiados. Paula (12) no le pidió barbies al viejito pascuero la navidad pasada. El tónico facial que recibió se encuentra en su velador dentro de una caja rosada junto a otra variedad de cosméticos que ya tenía y que ha ido juntando como regalos en sus cumpleaños, navidades y ocasiones especiales. Según ella, los usa todos. Hace un tiempo descartó las muñecas y los legos por esta nueva obsesión: el cuidado de la piel. En las mañanas y en las noches, de manera religiosa, sigue una rutina de al menos quince minutos en la que se llena la cara con cremas. Cuenta que incluso en su tiempo libre le gusta ir al mall a vitrinear los almacenes de belleza y le encanta probarse los exfoliantes, serums y demás alternativas que se fabricaron para retrasar el envejecimiento. Algo parecido vive Antonia, de once años. Según las estadísticas de su iPhone, ella consume alrededor de 3 horas diarias de TikTok . Es la aplicación que más usa. Allí el contenido que ve son las rutinas de belleza y de cuidado facial, los populares get ready with me , además de hauls o videos donde se muestran grandes compras de productos cosméticos. Al preguntarle qué es lo que más le atrae de los videos, simplemente contesta: “ no sé, a todas mis amigas les gusta y a mí también ”. Y sigue pegada al teléfono mirando. El hashtag #skincare experimentó su mayor incremento en interés el año pasado, con una subida del 45% en búsquedas en comparación con 2022. Según la empresa alemana Statista, se espera que el mercado de cuidado facial para infancias y bebés - así es, bebés -, experimente un crecimiento anual de 7.71% anualmente hasta 2028, y el número de usuarios de estos productos se espera llegue a 160.7 millones. "Las niñas que siguen a estos influencers de skincare o consumen este tipo de contenido en redes sociales, pueden sentirse presionadas al compararse con ellos”, opina la psicóloga de la Universidad de Santander Adela Chaljub, “al ver sus rutinas de belleza y los productos que tienen, pueden sentirse presionadas a cumplir con esta cultura para encajar o ser aceptadas”. Sobre este fenómeno , Susana Saravia, psicóloga infantojuvenil de la Clínica Universidad de los Andes, comentó que, desde el punto de vista socioemocional, “durante esta etapa se produce una exploración y experimentación fundamental para el desarrollo infantil, aunque existe el peligro de exponerse a estándares de belleza que pueden generar presiones y una autopercepción negativa. Esto puede derivar en un enfoque excesivo en la imagen corporal, dañando la autoestima e influyendo en el desarrollo de posibles trastornos alimenticios ”. La Gen Alfa, los nacidos entre 2010 y 2023, es considerada la primera generación que ha crecido en un mundo completamente digitalizado, lo que los hace más expuestos y susceptibles a las tendencias que surgen en estos medios. Trinidad (12), por otro lado, no está viendo TikTok, durante sus vacaciones de invierno se ha esforzado por estudiar para la prueba de matemáticas que tiene a la vuelta, su papá le prometió que si obtenía una nota por encima de seis cinco le iba a traer un buen regalo de un viaje. Al igual que Paula, ella tampoco quiere muñecas o una consola de videojuegos, sueña con que le traigan una Lala Retro Whipped Cream de la marca Drunk Elephant . El envase de 50 mililitros dice que es una crema de recuperación con 6 aceites africanos y en la tienda Sephora se puede comprar por aproximadamente 62 dólares. “Es lo mejor de lo mejor, ni siquiera los venden en Chile, yo los he buscado en el BlushBar y se lo he pedido a mi mamá pero ella tampoco lo ha visto, pero es lo único que las gringas están usando”, afirma la niña como si fuera toda una experta. Drunk Elephant es una de las marcas más populares entre los niños que usan skincare . Y muchas veces esta ha sido criticada por no poner suficientes restricciones en la promoción de sus productos a menores. En preguntas frecuentes, la marca norteamericana que ama Trinidad, responde que sus productos pueden ser usados por preadolescentes, pero no recomiendan aquellos que contienen retinol, por ejemplo. De acuerdo con el reporte de ganancias publicado por la marca en febrero de este año, Drunk Elephant vio un aumento del 77% en sus ventas globales en 2023. *** De acuerdo con la química farmacéutica de la Universidad de Concepción, Carolina Gómez, “en general, los padres no saben lo que contienen las cremas que le compran a sus hijos, estas deberían ser siempre utilizadas bajo vigilancia de los adultos y en caso de que no sean aptas para ellos no deberían ser usadas en lo absoluto”. La mayoría de estos productos contienen fuertes compuestos químicos como son los alfa hidroxiácidos (comúnmente encontrados en productos con fines de anti-envejecimiento), derivados de metales alcalinos como el sodio, óxido de zinc, aluminio, sulfatos, en algunos casos incluso petróleo. “Muchos de estos activos pueden afectar el PH y las capas de la piel además de causar demasiada irritación y descamación, por lo tanto no están permitidos” asegura la experta. Todos los días a eso de las ocho de la noche, Paula se dirige al baño para hacerse su rutina de skincare. El primer paso es una mascarilla facial. Para esta ocasión utiliza una antioxidante e hidratante de Kiss Beauty, y la deja funcionar durante cinco minutos, “la piel queda con un efecto como glossy . Me gusta por lo brillante que te la deja”. Luego la retira y se pone un serum que “huele super rico”, el Hyaluronic Acid de The Ordinary que contiene 5 formas de Ácido Hialurónico y vitamina B5. Le sigue la crema de ojos, la cual admite habérsela robado a su mamá, la etiqueta está desgastada y desconoce la marca, supone que es buena porque a ella nunca le han salido ojeras. Los últimos dos pasos son el tónico y crema, “ me falta una mascarilla de labios ”, explica luego de secarse el rostro. “Los menores de edad no necesitan una rutina de skincare como tal”, afirma la cosmetóloga Manuela San Martín. Para los menores de 14 , ella únicamente aconseja el uso de bloqueador solar y crema hidratante, e incluso con estos dos productos advierte a los padres conversar previamente con un dermatólogo y ser conscientes de lo que están comprando en la farmacia. “Hay que evitar la sobreexposición a las redes sociales y a estímulos no adecuados para las capacidades cerebrales y de desarrollo cognitivo de los niños, ya que pueden no procesar la información de manera adecuada. Además, es importante educar sobre el uso correcto de las redes sociales y discernir qué contenido es fiable”, dice la piscóloga de la Universidad de los Andes.
- La fibromialgia: el dolor incomprendido
Hace unos días, la palabra "fibromialgia" fue trending topic en X, luego de que usuarios de esa red social cuestionaran si la enfermedad que padece una concursante de un reality show era real o no. A pesar de haber sido reconocida oficialmente por la Organización Mundial de la Salud en 1992, la fibromialgia sigue siendo una condición rodeada de incomprensión y estigmatización, lo que complica tanto el diagnóstico como el tratamiento para quienes la sufren. Aquí el testimonio de algunas mujeres y expertas en la materia. Nicole Alexandrovich, Catalina Ferrer y Francisca Zacarías A los 22 años, Catalina se encontraba en esa fase de la vida donde todo parecía estar empezando. Estudiaba psicología en la Universidad de Santiago, tenía un grupo de amigos con los que salía los fines de semana, y soñaba con irse de intercambio. Sin embargo, desde hacía meses, algo no andaba bien con su cuerpo. Al principio pensó que el cansancio constante era por la carga académica, las largas jornadas de estudio y las horas en la biblioteca. Pero pronto, el agotamiento se volvió insoportable. Sus músculos dolían sin razón aparente, como si hubiera corrido una maratón sin haberse movido de su silla. Los médicos no parecían encontrar respuestas, el primer diagnóstico fue " estrés ". Le decían, mientras le prescribían vitaminas y le recomendaban descanso, que visitara a un psiquiatra . Pronto el dolor era tanto que hubo mañanas en las que le costaba levantarse de la cama, no por falta de ánimo, sino porque cada movimiento era una lucha. Jaquecas y vómitos acompañaron el malestar. Después de varias consultas y exámenes, un reumatólogo le mencionó lo que parecía ser la respuesta: fibromialgia . Una palabra que hasta ese momento nunca había escuchado. La noticia fue un alivio y un golpe al mismo tiempo. Alivio porque, al fin, alguien ponía nombre a lo que sentía, y un golpe porque entendió que esta enfermedad no tenía cura. "Hay mañanas donde despierto con una rigidez que me toma la espalda y mis piernas. Antes me daba mucha angustia, hoy desafortunadamente siento que me acostumbré. Me he frustrado bastante, es una lucha que no sólo involucra a tu cuerpo, sino que después a todo tu ser (...) Me he encontrado con muchos comentarios en redes sociales que dicen que esto no existe, que es mental, incluso. Me enoja mucho la falta de empatía, no es fácil lidiar con eso, porque a veces ni los mismos doctores tienen nociones sobre los tratamientos". * Pamela Andrea Moreno Pinto, una mujer de 50 años de Coquimbo, ha sufrido la devastadora combinación de dolor físico y emocional que acompaña a la fibromialgia. Su historia comenzó en noviembre de 2022, cuando empezó a experimentar una depresión y un cansancio extremo. “Me diagnosticaron depresión y me dieron licencia”, recuerda, pero los dolores en sus brazos comenzaron poco después. " Se me caían las cosas, estaba más cansada de lo normal. No podía trabajar ". Indicativos de una posible fibromialgia la llevaron a un proceso frustrante de consultas médicas, donde la atención de salud pública resultaba insuficiente, “en mis crisis de dolor no podía acceder al servicio público, porque las horas eran para seis meses más, me tuve que atender en forma particular, donde enfrenté un alto costo entre doctores y medicamentos”, explica. El diagnóstico, según el reumatólogo, fue fibromialgia, pero la información era escasa. “ No supo explicarme qué se trataba y tuve que empezar a averiguar por mi cuenta ", dice. Experiencias personales como las de Pamela Moreno, revelan la profunda frustración que pueden enfrentar en el proceso de tratamiento. Como ella misma relata: “El reumatólogo me dijo que me iba a dar medicamentos para el resfrío (...) Que no había forma de calmar el dolor porque lo que seguía prácticamente era la morfina”. Pamela tomó hasta 22 medicamentos durante más de 8 meses, y eso le generó un endeudamiento significativo. “Salí de la consulta, me subí al auto, me puse a llorar y decidí dejar de tomarme toda la medicación, excepto las pastillas para dormir”, cuenta Pamela mientras se le quiebra la voz. * Karen Blamberg (54, Santiago), tiene dos hijas y la menor tenía dolores inexplicables desde que los 12 años. Recién en el 2018 Nicole fue diagnosticada con fibromialgia. Ahora ella tiene 21 y, si bien maneja varios métodos para aliviar su incomodidad, seguirá con esta enfermedad toda su vida porque no hay cura. Karen recuerda que cuando diagnosticaron a la pequeña, no lo percibió como algo difícil ya que, confiesa haber sido “totalmente ignorante en la materia” y no tenía idea lo que eso significaría para la vida y, por consecuencia, la suya. “Hasta que a la gente no le toca, no lo cree. Es una enfermedad invisible”. Estos momentos de dolor, muchas veces invalidante, explica Karen, no solo afectan a su hija de forma física, sino que también le influyen psicológica y anímicamente. Con la voz emocionada dice que “sé qué tengo que ser firme y estar siempre parada de pie para poder ayudarla a ella, acompañarla, acogerla”. Arriba de la mesa de su casa tiene cajas de remedios tradicionales, flores de Bach, vitaminas, hierbas y aceites. Karen explica que la ignorancia de la sociedad hacia la enfermedad la motiva a buscar aún más tratamientos y terapias, “para que ella pueda estar bien y vivir su vida en la mejor forma posible”. Reflexiona sobre las razones por las cuales quizás la investigación en torno al diagnóstico sigue “en pañales”, llegando a la conclusión de que al ser una enfermedad que no genera la muerte, no es tan documentada como la investigación sobre el cáncer o condiciones al corazón. Dolores que no se ven La psicóloga Alejandra Sekler, especialista en dolor crónico, subraya que el dolor crónico no es solo una experiencia física, sino también emocional. “No podemos separar lo físico de lo emocional, psicológico y social cuando hablamos de cómo el dolor afecta a las personas”, explica. Según la especialista, la incomprensión y el aislamiento son comunes entre los pacientes con fibromialgia, lo que además puede llevar a una sensación de desesperanza. El camino hacia el diagnóstico suele ser largo y agotador para quienes padecen esta condición. La doctora Ana Luisa Miranda, fisiatra y jefa de la Unidad de Tratamiento del Dolor del Jota Aguirre (Hospital Clínico de la Universidad de Chile), destaca que el desconocimiento es uno de los mayores desafíos en el tratamiento de la fibromialgia. “No podemos entender ni tratar lo que no conocemos”, afirma, señalando que este desconocimiento a menudo resulta en que los pacientes se sientan subestimados e ignorados por el sistema de salud. Además, recuerda un congreso en el que participó hace unos 10 años “donde todavía había médicos que decían que la fibromialgia no existía (…) pero es por desconocimiento, porque si revisamos la literatura de los últimos 10 años, hay abundante evidencia de estudios con que validan y apoyan el diagnóstico de fibromialgia como la conocemos actualmente”. La fibromialgia es una enfermedad que, aunque no pone en riesgo la vida, tiene un impacto profundo en quienes la padecen y en sus familias. Las historias de Karen y Pamela ilustran la lucha diaria que enfrentan las personas con fibromialgia y sus cercanos, una enfermedad que sigue siendo en gran medida invisible para el mundo exterior. Como señala la psicóloga Alejandra Sekler, “Muchos pacientes se sienten aislados, incomprendidos y solos”, una realidad que resalta “la necesidad urgente de una mayor comprensión y apoyo para quienes viven con esta condición”.