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Pilar Quintana: “El hombre sigue siendo visto como el escritor universal; la mujer, sólo como voz de su género”

Actualizado: hace 4 días

Ilustración de Juanjo León.
Ilustración de Juanjo León.

Escritora obsesiva, observadora paciente y una de las narradoras más potentes de su generación, Pilar Quintana reflexiona sobre los estereotipos que enfrentan las escritoras, su experiencia en la selva y los miedos que atraviesan su existencia y obra: desde el calentamiento global hasta el avance de la ultraderecha.

En el Pacífico colombiano la lluvia cae con una furia que parece infinita, como si quisiera borrar los límites entre la tierra, el mar y el cielo. En ese territorio húmedo y agreste, entre ceibos gigantes, orquídeas y bromelias que florecen como fuegos artificiales, Pilar Quintana decidió alguna vez construir su propio refugio. Lo hizo con sus manos, junto a su entonces esposo, hasta que un día se quedó sola: la casa aún sin terminar y la selva respirándole alrededor. Un murmullo constante de insectos, animales y temores que desdibujaban la frontera entre lo real y lo imaginado.


De esa experiencia brotó el germen de Noche negra, la novela que hoy presenta y que pone en el centro a una mujer aislada, rodeada de vecinos hostiles, animales que acechan y los miedos íntimos que crecen con la misma intensidad que la vegetación. Pero más allá de este libro, Quintana es ya un nombre fundamental en las letras americanas contemporáneas: autora de La perra, con la que obtuvo el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana en 2017, y de Los abismos, que le valió el Premio Alfaguara de Novela en 2021, su obra se caracteriza por hurgar en los bordes, entre lo íntimo y lo salvaje, lo doméstico y lo indómito, la ternura y la brutalidad.


Con una voz que se atreve a explorar la maternidad desde ángulos incómodos, la violencia de los afectos y la relación siempre ambivalente entre el ser humano y la naturaleza, Pilar Quintana ha sabido construir un universo literario que la coloca en la primera fila de las escritoras latinoamericanas de su generación.

Siempre te preguntan por el feminismo, casi como si hubiera una exigencia de que toda escritora mujer tenga que responder a un activismo. ¿Crees que efectivamente existe esa exigencia?

Sí. Tengo dos amigos escritores de toda la vida, empezamos a publicar en la misma época, son de mi generación y jamás les han preguntado si sus personajes son masculinos o si su literatura es masculina. Nunca. Cuando un hombre escribe a un personaje hombre, se asume que es un personaje. Así tal cual. Sin más apellidos. Pero cuando una mujer escribe un personaje mujer, entonces es ‘un personaje femenino’. 


Aún no se comprende que una autora, al crear personajes femeninos, está representando problemas de la humanidad, no solamente de su género. El hombre sigue siendo visto como el escritor universal. Y eso también conecta con el arquetipo de ‘la madre’, como si las escritoras tuviéramos que responder a todas las necesidades de una comunidad.


Yo me siento más cómoda escribiendo personajes femeninos, pero no porque quiera hablar ‘de mi género’, sino porque ahí encarnan mejor los conflictos que me interesan. Evidentemente, al situarlos en un mundo machista, esos problemas se retratan, pero etiquetar la literatura hecha por mujeres como ‘femenina’ es otra forma de exclusión".


Hoy se habla de un “boom” de escritoras latinoamericanas. ¿Crees que ese reconocimiento también trae consigo nuevas etiquetas o exigencias sobre qué deben escribir las mujeres?

“Sí, me parece que a las escritoras se nos exige escribir de maternidad y de selva. Hay un ‘boom’ de esos temas en la literatura. Yo viví en la selva, quise ser mamá, y claro que escribo de eso porque son mis experiencias, pero me preocupa que volvamos a ser encasilladas. Antes se esperaba que las poetas hablaran de naturaleza y amor; ahora parece que las narradoras debemos hablar de maternidad o violencia. Y si a eso le sumas que, por ser latinoamericana, también se espera que escribas de esos tópicos, reconstruyendo cierto imaginario y de una manera determinada, la camisa de fuerza se vuelve aún más estrecha.”


En tus textos aparece la violencia, pero no desde el narco o la guerra, sino desde lo íntimo. 

Sí, me interesa más la violencia pequeña, la sutil, la de adentro. Esa violencia que ocurre en las familias y que, creo, es la madre de todas las demás. En Noche negra esa violencia está presente, aunque no sea el tema central. Es algo que como colombianos hemos dejado de mirar, porque siempre estamos enfocados en la violencia externa.


¿Qué crees que esperan hoy de ti como Pilar, la escritora?

No sé y tampoco me importa mucho. Yo nací y crecí en Cali, en una sociedad muy cerrada con roles definidos. Desde niña desafié lo que se esperaba de mí, no por rebeldía, sino porque no podía traicionar lo que era. Claro que cuando era joven sí me importaba el qué dirán, pero ahora no. Uno llega a una edad en la que eso ya no importa. La literatura es el lugar donde puedo ser yo sin que me juzguen. Responder expectativas o no, no es un pensamiento que me obsesione”.


¿Y qué te obsesiona hoy?

“Soy muy obsesiva. En el colegio me obsesioné con las enfermedades mentales y todavía ese tema aparece en mis libros. Mi papá es médico y cuando yo era niña me regaló unos libros de psiquiatría: me los leí de principio a fin, hice cuadernos y los estudié. ¿Por qué? No tengo ni idea.


Cuando viví en la selva, me dediqué a clasificar la flora y la fauna, y la naturaleza se volvió central en mi obra. También me interesan los homínidos, la paleoantropología: sé que voy a volver a ese tema. Siempre tengo un objeto de estudio al que me aferro y lo exploro a fondo.


Llevo cinco años dedicada a investigar a diversas autoras clásicas para la Biblioteca de escritoras colombianas. Cuando di mi primera entrevista en 2003, me preguntaron si mi literatura era femenina y desde entonces me he preguntado qué significa realmente eso. Creo que el resultado es esta biblioteca, un proyecto que atraviesa también mi propia construcción como autora. Ahora ya estoy cerrando ese ciclo, y aunque no sé todavía qué vendrá después, sé que pronto habrá otra obsesión esperándome. Quizá vuelva a los homínidos".


¿A qué le temes?

A dos cosas: el daño al medioambiente, sobre todo a la Amazonía, y la fuerza creciente de los discursos de ultraderecha en el mundo. Pensé que habíamos superado ciertas ideas, pero verlas resurgir me produce angustia”.


Leo constantemente foros de ultraderecha en Estados Unidos para entender cómo piensan. Es aterrador, porque allí creen que el calentamiento global es un invento o que las vacunas son dañinas. Yo crecí pensando que íbamos hacia un mundo más tolerante; hoy siento que retrocedemos. Ese resurgimiento de la ultraderecha me aterra".


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