top of page

El nacimiento de una nueva muerte

Actualizado: 16 sept

En un país donde la muerte suele vivirse como un trámite silencioso y apresurado, emergen nuevas formas de despedirse con sentido. Funerarias alternativas, doulas del final de vida y rituales personalizados invitan a pensar el adiós como una celebración de la existencia. Entre flores, árboles nativos y playlists elegidas por quien parte, cada vez más chilenos se atreven a imaginar su propio funeral y a hablar en voz alta sobre lo único seguro que tenemos: la muerte.

Recuerdo el primer funeral al que asistí como si hubiera sido esta mañana. Una salita al lado de una iglesia, luz blanca fluorescente, sillas rígidas, gente que hablaba bajito. Yo tenía unos ocho años y me explicaron, sin mucha pausa, que la Nena se había ido al cielo. Nada en ese escenario hablaba de ella. Ni de su risa, ni de su humor de señora vasca, ni de lo detallista que era. Nadie se animó a contar nada suyo, y yo, que no entendía de formalidades pero sí de decir adiós, le susurré un tierno “sé que nos volveremos a encontrar”. Lo dije para ella, pero también para mí. 


En medio del vértigo cotidiano, la muerte, ese acto tan cargado de sentido y profundidad, se ha convertido en una molestia logística más que en un proceso natural que merece ser vivido y elaborado. ¿Cómo quieres que te recuerden? ¿Con esa canción que siempre te gustaba bailar o con la que lloraste tus penas más profundas? ¿Que se vistan de colores o que lleguen de punta en blanco? Y para la ceremonia, ¿prefieres la foto de aquel verano en la playa o la espontánea que te sacaron tus amigos? ¿Tu descanso final: en un ataúd cubierto de flores o volando libre en tu lugar favorito?


Esta semana intenté incluir esas preguntas en mis conversaciones cotidianas, pero rara vez fueron bien recibidas. Bastaba pronunciarlas para que aparecieran gestos de extrañeza, silencios incómodos o un cambio inmediato en la energía. Hablar de la única certeza que tenemos en la vida -la muerte- parecía romper un pacto tácito de no incomodar.


Esa resistencia, ese silencio, me hizo pensar en lo poco que sabía sobre cómo los chilenos vivimos (o evitamos) nuestra relación con la muerte. Fue ese vacío el que me empujó a investigar y a querer entender más. Afortunadamente, sí hay personas que decidieron abrir esa puerta sin miedo y acompañar a otros en el tránsito final. Doulas que ayudan a cruzar el umbral con compasión, funerarias que piensan en despedidas como rituales íntimos y memorables y proyectos que hacen del adiós una forma de contar la historia de quien se va. Puede que la muerte siga siendo un tabú, pero hay quienes están aprendiendo a llevarla, nombrarla y a volverla un lugar un poco más habitable.


Activistas de la muerte


La doula de fin de vida suele acompañar desde aproximadamente cinco meses antes del fallecimiento, hasta el momento en que la persona muere. Idealmente, el vínculo comienza cuando el paciente aún está consciente y en condiciones de trabajar en el rescate de su legado personal. “La gente  olvida que hay una persona, es una biografía la que está falleciendo. No es un cuerpo biológico”, comenta Bárbara Soto quien es doula y enfermera. Su labor consiste en ayudar a quien está en proceso de morir a resignificar su vida y transitar una muerte con dignidad y compasión, al tiempo que brinda alivio emocional a los familiares.


“La gente sí quiere hablar de la muerte, lo que pasa es que no tiene la instancia de hacerlo y no lo quiere hablar con su familia”, comenta Soto quien en conjunto a otras doulas ofrecen un “Café de la muerte”, una instancia de conversación profunda, íntima y sin tabúes sobre la partida. 


Las doulas en Chile son relativamente recientes, Bárbara comenta que hace algunos años partieron siendo solo 5 y hoy son más de 100,  gran parte profesionales ligadas al área de la salud. Hoy cumplen un rol de activistas de la muerte, teniendo una función destacada en naturalizarla y reconocer las voluntades anticipadas. Estas últimas corresponden a las decisiones intransables que una persona puede dejar por escrito: desde aspectos relacionados con su salud, con quién quiere pasar sus últimos momentos, cómo quiere que sea su funeral, hasta si prefiere que sus redes sociales permanezcan activas o sean eliminadas. Al compartir esta información con la familia, comienza un proceso de sensibilización que permite entender la importancia de hablar sobre la muerte para dejar de temerle.


Este no es un servicio remunerado. “Hay un debate ético en torno a cobrar por esto. Es una decisión personal”, explica. Atiende a sus pacientes dos o tres veces por semana y, en cada sesión, puede pasar hasta tres horas conversando con ellos
Este no es un servicio remunerado. “Hay un debate ético en torno a cobrar por esto. Es una decisión personal”, explica. Atiende a sus pacientes dos o tres veces por semana y, en cada sesión, puede pasar hasta tres horas conversando con ellos

Hace unos días, María Isabel, la abuela de una amiga que acaba de cumplir 74 años, me contó que tiene escrita su voluntad anticipada. Dice que no le teme a la muerte; para ella, así como el nacimiento es un paso hacia la vida, la muerte es simplemente otro. “Siempre ha estado a mi lado, creo que tenemos una especie de amistad en que ella me va a respetar cuando llegue mi hora”. En cuanto a la ceremonia, desea que su cajón sea pintado con flores antes de ser cremada, y enfatiza que solo está permitido llorar cuando se escuche el aria “E lucevan le stelle” cantada por Pavarotti. Después del duelo, quiere que la ceremonia sea una celebración de su vida.


Bárbara me preguntó si ya tenía escrita mi voluntad anticipada. La verdad es que no. Nunca me he sentado a escribir seriamente sobre mi muerte, pero su pregunta se quedó ahí, dándome vueltas. Me obligó a imaginar un funeral que aún me cuesta visualizar, porque me siento joven todavía. Pero si pudiera elegir, quiero algo sencillo. Idealmente al aire libre, rodeado de flores y con lecturas que le hagan cosquillas al alma de quienes vayan. Lo que más me importa es que sea una fiesta, que mis amigos por fin usen esa ropa que llevan años guardando “para una ocasión especial” y que celebren con lo que más me gustaba: comer bien y reír fuerte. Que lloren, sí, pero ojalá mientras se ríen. Y si va a ser en mi casa, que lo sea con todos los permisos: pueden prender todas las velas que acumulé sin usar, llevarse la revista que más les guste de mi colección y quedarse hasta tarde, como cuando no queríamos que se acabara la noche.


Celebrar la última fiesta


En Chile, según el último Estudio de Mercado Fúnebre elaborado por la Fiscalía Nacional Económica, existen más de 850 funerarias, 400 cementerios y 17 crematorios distribuidos a lo largo del país. El informe revela que el costo promedio de un funeral completo supera los dos millones de pesos, y que un 36% de las personas elige estos servicios por recomendación de alguien cercano, mientras que apenas un 12% lo hace por internet.


A pesar de esta amplia oferta, la experiencia sigue siendo percibida como impersonal, rígida, marcada por el protocolo. Cambian los féretros, pero el guión se repite:salas velatorias sin alma, discursos que no dicen nada, flores artificiales y música neutra. La muerte, con toda su carga emocional y simbólica, suele reducirse a un trámite frío y distante.


Ante esa carencia de sentido y calidez, surge Petra, una funeraria que busca celebrar la vida a través de experiencias y objetos fúnebres. Ofrecen un acompañamiento en la creación de una despedida única y auténtica, ya sea para ti o para un ser querido. Esta planificación en sí misma abre espacios para hablar de la muerte.


Luisa Prieto, una de las fundadoras, destaca que su objetivo es acompañar y hacer el entorno relacionado a la muerte una experiencia más agradable. Esto permite que, poco a poco, las nuevas generaciones no asocien los funerales con recuerdos traumáticos. “La idea es volver el espacio más hogareño, más natural, para que estar ahí sea una experiencia más amable. Al final, esa sensación transforma tu relación con la muerte. El día de mañana, tu hija no recordará un velorio donde todos estaban en silencio, inmóviles, sino un lugar donde pudo habitar la despedida con sentido”, comenta Prieto.



“Al contar que tengo una funeraria a la gente le produce rechazo, pero después, una curiosidad inmediata. Las personas están ávidas por hablar de la muerte, es como un botón que tienen escondido, como que socialmente no quieren hablar, pero basta que alguien ponga el tema para que la gente se te acerque silenciosamente y después lo hable en voz alta”, agrega.


En redes sociales, la recepción del proyecto fue inmediata y dejó en evidencia la necesidad de servicios funerarios más íntimos y personalizados. Decenas de personas comentaron con entusiasmo y alivio ante la propuesta de Petra, celebrando su enfoque distinto. “Se vino a mi cabeza el funeral de Mr. Big, cuando Carrie buscaba un lugar precioso y diferente para el funeral y no encontraba nada, y llegó a una galería de arte preciosa, totalmente blanca”, escribió una usuaria. Otra comentó: “No quiero morir, pero qué tranquilidad que exista @petra.funeraria. Muchas flores para ustedes”. Algunos incluso lo tomaron con humor: “Putting the fun in funeral”, mientras que otros fueron más tajantes: “Dejo constancia en esta red social que cuando muera, quiero que Petra se haga cargo. He dicho.”


Vuelta a casa


Muchas personas hemos fantaseado con volver completamente a la tierra, reincorporarnos a la naturaleza y sentir, de alguna manera, que el ciclo puede volver a empezar, pero esta vez de forma diferente. Con esa idea en mente, Bio Funeral, una empresa que funcionó como funeraria convencional durante más de 22 años, decidió en 2019 reorientarse hacia los biofunerales. Desde entonces, han realizado 329 ceremonias, ofreciendo urnas biodegradables fabricadas con maderas no tratadas y géneros naturales, además del servicio de Ánfora Árbol Nativo. 


Pablo Sánchez, uno de sus representantes, explica que las cenizas se depositan en una bolsa de fibra natural que se transforma en la base nutricional de un árbol: “Es una forma concreta de volver a la tierra de manera digna, simbólica y regenerativa. Es ver cómo la vida continúa, cómo las raíces se afirman y cómo el recuerdo se convierte en bosque. Es un acto de amor que, en vez de contaminar, reforesta. Es un acto de continuidad, de arraigo y de belleza en medio del dolor”. 


ree

Desde su experiencia, observa una apertura creciente hacia formas de despedida más personales y coherentes con los valores de cada vida. Aunque el cambio es lento, dice, es irreversible. La pandemia dejó una marca imborrable: entendimos que la despedida importa y que la forma en que la hacemos también nos define. Hoy, muchas personas en Chile buscan rituales que celebren la vida vivida, que les permitan volver a la tierra y cerrar el ciclo de manera consciente. En palabras de Pablo, estamos viviendo una madurez colectiva al incorporar estos procesos.


Si bien no todas las personas logran aceptar el duelo como una forma final del amor, como propone la escritora Rayne Fisher-Quann: “ el horror, el dolor y la pérdida no existen en oposición al amor, sino como una afirmación de él”;  instancias como las que recogemos en este reportaje permiten habitar esa tensión de otra manera: reconociendo que el dolor y la belleza pueden coexistir. Que, quizás frente a la pérdida, lo más humano es crear espacios que nos ayuden a sostener el amor, incluso cuando todo parece desmoronarse.


Comentarios


Ya no es posible comentar esta entrada. Contacta al propietario del sitio para obtener más información.
Revista Quiltra
Todos los derechos reservados © 2025
  • Correo
  • Instagram
  • Facebook
  • LinkedIn

Regístrate en nuestro newsletter

Entérate antes que cualquiera sobre nuestras actividades e información relevante.

bottom of page