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  • Crónica de un monstruo que pensó que era el único

    Come mothers and fathers throughout the land   And don't criticize what you can't understand   Your sons and your daughters are beyond your command   Your old road is rapidly agin' Please get out of the new one if you can't lend your hand  For the times, they are a-changin' Bob Dylan Mi abuelo murió en febrero de este año . Me hubiera gustado haber sido más cercano a él. Su muerte fue lenta y degenerativa, y en cierto modo no sorprendió a nadie cuando finalmente ocurrió. Fueron siete años de espera, marcados por visitas a hospitales, reanimaciones, camas llenas de tubos y mucha angustia. En ese proceso, perdió casi todo lo que importa: su salud, sus dos piernas, el humor, la cordura, la memoria, y, sobre todo, su dignidad. Al final, era solo un vestigio del hombre que fue, pero, a pesar de todo, nunca perdió las ganas de vivir. En su último viaje al hospital, el doctor lo desahució en silencio, como un secreto que le contó solo a mi tío Lucho. Nos dio la opción de dejarlo morir en una fría camilla de hospital o llevárnoslo a casa para que se fuera rodeado de los suyos. No lo pensamos dos veces: el viejo pasaría sus últimos días en la habitación donde había estado postrado tantos años . Todos esperábamos el funeral, excepto el muerto. Mi tata no estuvo dispuesto a entregarse dócilmente a esa buena noche; se aferró con uñas y dientes a su propia existencia hasta el último momento. Tuvo dudas cuando pidió un cura para que le diera la última oración. Por un momento pensé que se había resignado a su propia mortalidad. Pero, al día siguiente, dejó de dormir. Fueron tres días en donde no durmió. Esa misma noche dejó de hablar y de comer. No se movió de su posición en la cama en todo ese tiempo. Al tercer día soltó su último aliento; y entonces comprendí que él intuía que, si se iba a dormir, sería para siempre . La vigilia fue su última protesta contra los designios del juez supremo. De haber conservado sus piernas, probablemente habría entrado pataleando al ataúd. Algunos atribuyen esta actitud a los remordimientos, pero yo creo que en este acto está el más sincero amor por la vida.  Si hubiera sido más cercano a mi abuelo, me habría preocupado más su muerte que el funeral. Pero en cuanto recibí la noticia, solo pensé: “Volveré a verlos a todos ellos ”. Ese era mi principal interés. Estarían ellos. Mi hogar. De niño, me críe la mayor parte del tiempo en casa de mi abuela, en Lo Hermida . Mis padres me llevaban allá porque no tenían para costear una niñera, pero con el tiempo le agarré cariño al lugar. Ahí hice mis primeros amigos. Me llevaba bien con los vecinos. Todo el mundo conocía a todo el mundo. Fueron mis años dorados.  Hasta que comenzaron a irse. De niño no lo notaba, pero todos vivíamos hacinados como ratas; todos los adultos buscaban cómo mejorar su situación. Uno por uno se fueron mudando hasta que quedaron solo los abuelos, dueños originales de las casas. Se convirtió en un pasaje de viejos. Eventualmente crecí lo suficiente para no tener que ir a alojar y poco a poco perdí el contacto con toda esa gente. Me preocupaba la idea de verlos de nuevo a todos juntos. Obviamente seguí visitando a mis abuelos, y nunca dejé de ir a Lo Hermida; pero el funeral sería la primera vez en quince años que se reunirían todos . Yo sabía que irían, y tenía miedo de que vieran en lo que me convertido. He recorrido tanto desde que los vi por última vez. ¿Qué dirían al ver que soy un monstruo ? La aparición de las bestias Quizás el término " monstruo " sea exagerado, pero s e utilizó por primera vez hace diez años en una nota de un matinal, donde con tono alarmista se hablaba del ascenso de un nuevo tipo de criaturas. En ese entonces, la gente aún no estaba acostumbrada a estas figuras. Tradicionalmente, el monstruo se concebía encerrado en una habitación acolchada, desvariando entre camisas de fuerza y pastillas multicolores. Aunque la definición de “monstruo” se va actualizando, este tipo de seres ya se sometía al diván de Sigmund Freud buscando cura. El problema comenzó cuando empezaron a aparecer en lugares cada vez más alejados de los sanatorios, en sitios normales e incluso cotidianos. Entre las multitudes de trabajadores en el metro, desayunando sopaipillas junto a un carrito de la calle, o en medio del caos del barrio Bellavista. En menos de una década, los monstruos ya se habían apropiado de la ciudad. En uno de los primeros estudios sobre esta materia, un antropólogo de la Universidad de Chile, definió a estas criaturas como “ las bestias de Babilonia ”, diferenciándolas de otros monstruos por ser una consecuencia directa de la modernidad y el progreso. Su tesis sostiene que estas bestias emergen principalmente en las grandes ciudades, como resultado de un ritmo de vida acelerado e indolente. Es una condición que me diagnosticaron a los catorce años. Ya en ese entonces era visible, y ha ido evolucionando con el tiempo. Primero, mi piel se cubrió de un tejido lleno de escamas, lo que me impide sentir el contacto humano. Luego, mi lengua creció desproporcionadamente al tamaño de mi boca, dificultando mi capacidad de hablar fluidamente. Un par de ojos de topo me impiden ver más allá de mi nariz respingada. Finalmente, una joroba de camello se pronunció en mi espalda , añadiéndome un peso que llevo a todas partes. Por esta última razón, siempre me duele la espalda y el cuello. Aunque hoy la gente suele convivir entre bestias, las generaciones más antiguas reniegan su existencia. Se sorprenden y se indignan si se topan con alguno. Gardel decía que veinte años no son nada, pero el tiempo no pasa en vano. Me sentí como Ulises regresando a Ítaca; como si todo lo que hice durante quince años hubiera sido solo para volver a casa. Pude ver el velorio desde cinco cuadras antes de llegar. Sabía que iría gente, pero no tanta. El pasaje estaba repleto. A medida que me acercaba, mis dudas crecían. ¿Qué dirían al verme? ¿Me aceptarían como cuando era un niño? ¿Seguirían siendo los mismos que recordaba? Tuve que armarme de valor para cruzar el portón del pasaje. La calle estaba llena de autos estacionados, y al fondo, la gente entraba y salía de la casa de mi abuela; algunos vestidos de traje, otros de manera más informal. Todos habían venido a despedir al abuelo. Caminé lentamente, pero me topé con la señora Joanna, saliendo de su casa. Ella es la madre de Camilo, uno de mis mejores amigos. Me quedé petrificado por un instante. Mis escamas se endurecieron y mi joroba se hizo más pronunciada. Habían pasado años desde la última vez que la vi. Ahora, su cabello estaba lleno de canas y caminaba con una ligera curvatura en la espalda. No estaba seguro de que me hubiera reconocido. Me acerqué a saludarla tímidamente, cuando de pronto dijo: “ ¡Dios mío! Mira cómo te han crecido esas garras. Y esos colmillos. Jaimito, te has puesto enorme ”, mientras me abrazaba. Después de eso, todo fue un poco más fácil. La gente me aceptó como si nada. Reconocí a algunos, a otros no, pero todos me acogieron sin darle importancia a mi naturaleza. Fue como retomar una conversación pendiente. En la mañana del tercer día, trasladamos el ataúd en una carroza hacia el cementerio; frenando el tránsito y metiendo bulla con las bocinas de los autos, en una hilera de vehículos que se llegó a extender por varias cuadras. Todos llevaron sus luces prendidas, con mensajes de despedida en las vidrieras traseras de los coches. En el funeral, tuve el honor de cargar el féretro hacia la tumba. Lo llevamos entre seis, avanzando entre el llanto y los murmullos de la multitud, lentamente, mientras el pastor nos esperaba con su biblia en mano para dar una última oración. Nunca he sido muy religioso, y aunque siempre he intentado respetar las creencias de los demás, traté de aparentar solemnidad mientras el hombre hablaba. Miré alrededor para comprobar si había más gente en mí misma situación. Me puse a ver mis zapatos, luego mis garras, y después el agujero en la tierra, de siete metros de profundidad. Dios. Perdón. Mas allá. Un par de tías llevaban lentes de sol para no salpicar a la audiencia con sus lágrimas.  Miré el ataúd de mi abuelo, y al ver su rostro, en el que no me había fijado con detención hasta ese momento, sentí un espasmo que me recorrió por toda la joroba: ¿Era un colmillo de zorro lo que colgaba sobre su boca? No podía dejar de verlo. Entre sus labios, con la mandíbula relajada, se dejaba entrever el brillo de un diente afilado, blanco como la nieve, sugiriendo una verdad no pronunciada a lo largo de toda una vida . El pastor dejó de hablar, y cedió la palabra a los familiares que quisieran decir unas palabras. Recuerdos, anécdotas, dedicatorias. Algunos luchaban para no ahogar su voz entre el llanto. Recorrieron gran parte de la vida del viejo a través de diferentes historias, pero nadie dijo algo que explicara aquel colmillo bestial. Creo que nadie más se había fijado en eso.   En ese momento sentí el peso de la lejanía que tuve con mi abuelo. Fueron muchos años para descubrir ese detalle, oculto entre sus fauces; y no poder conversar el tema con él penetró entre lo más hondo de mis escamas. Probablemente me habría dicho que él no era un monstruo, enojado, porque los viejos consideran eso una discapacidad, o incluso un insulto. O quizás me habría enseñado algunos trucos para disimularlo , porque antes era común que los monstruos vivieran escondidos debajo de una cama, avergonzados. Me habría gustado sentarme a conversar todo esto con él. Mientras su ataúd, ya cerrado, descendía hasta el fondo de la tierra, y un montón de arreglos florales se iban acomodando, apretujados, sobre la cabecera de la tumba, las hijas rompieron finalmente en un llanto desconsolado y estruendoso. Poco a poco las lloronas fueron inundando todo el cementerio, convirtiéndolo en un lago, y tuve que alejarme para no terminar ahogado entre tanta tristeza. Desde la distancia, pude presenciar un cuadro que hasta entonces había ignorado: las flores se tornaron en nenúfares, flotando tranquilamente sobre la superficie del agua, y las personas, a quienes creía conocer tan bien, adquirieron formas de anfibios, tortugas, grillos y cocodrilos. Entre la tristeza y la despedida, comprendí que todos tenían en cierta medida algo monstruoso, y me sentí extrañamente como en casa.

  • Entrevista a Katelina “Gata” Eccleston: “El reggaetón es alegría, y la alegría es política”

    ¿Qué tiene de político el chocar las caderas al ritmo del dembow? ¿Por qué nos gusta tanto el perreo pero estigmatizamos tanto a quienes hacen o escuchan reggaetón? ¿Puede el reggaetón ser feminista? La discusión es amplia, pero algunas de las respuestas a estas interrogantes las tiene Katelina Eccleston, experta en la historia del género y la mujer que ha llevado el perreo a las aulas de Harvard. Chile es la capital mundial del reggaetón. Los cinco años consecutivos en que ha ganado el reconocimiento de Spotify como el país donde más se escucha este género musical alrededor del mundo (superando a Puerto Rico), y los más de dos millones de personas que este 2022 intentaron conseguir una entrada para asistir a los shows de Daddy Yankee y Bad Bunny, lo confirman. Estas canciones que bailamos en las fiestas, que retumban a todo volumen en los parlantes de los autos, y que tantos dicen odiar por su contenido y la supuesta simpleza de su sonido, es indudablemente parte del ADN del Chile post 2000’s y por supuesto, de Latinoamérica. Pero el reggaetón es más que el perreo, el dembow , las letras explícitas o la estética -que tal como canta Wisin en Noche de Sexo- , “combina la calle con la moda de París”, hoy, gracias al trabajo de la historiadora musical experta en reggaetón, Katelina Eccleston, el género está teniendo el reconocimiento racial, político y social que merece. Katelina “Gata” Eccleston tiene 28 años, y es hija de padres panameños-jamaiquinos, dos de las culturas que hace más de tres décadas fueron las responsables del nacimiento de este ritmo que hoy resuena hasta en las fiestas de los lugares más recónditos y alejados de Latinoamérica. “La Gata” -como es conocida en la industria- es también historiadora musical, fan del perreo hasta abajo y la mujer a cargo de Reggaetón con la Gata , la “primera plataforma dedicada al análisis y la historia” de este género musical. Además, tiene un podcast bilingüe llamado Perreo 101 y fue parte del selecto panel de 20 expertos internacionales seleccionados para armar la lista de Las 100 Mejores Canciones de Reggaetón de la Historia para Rolling Stone. Y como si fuera poco, hace unas semanas expuso en las aulas de la Universidad Harvard sobre afrolatinidad y su estrecha relación con este género musical. “Es peligroso desconocer los orígenes del reggaetón, porque no puedes saber hacia dónde vas, si no sabes primero de dónde vienes”, dice Katelina desde Las Vegas, ciudad en la que pasó los últimos días de noviembre celebrando la #LatinGrammysWeek. Ahí, entre los más grandes exponentes del género y contando en primera persona la historia del perreo, la Gata conversó con Quiltra sobre el whitewashing, el reggaetón como movimiento de liberación social, el rol de las mujeres la industria, y el por qué deberíamos dejar de pelear por si la Rosalía debe o no ganar premios de música latina. -Nos encanta escuchar reggaetón, disfrutarlo, bailar e imitar su estética, pero muchas veces como sociedad también juzgamos a este género desde una mirada clasista y racista. ¿Cuál es tu opinión sobre este comportamiento? ¿Cómo superar ese cinismo? “Creo que hay una desconexión ahí porque considero que esta música efectivamente es festiva. La alegría es una forma de resistencia, la alegría es política. Si la gente no lo entiende, ese no es un problema del artista sino que del receptor o consumidor . La alegría es política y es la base de la creación de esta música que fue utilizada para combatir a las instituciones que querían alentar a los negros a someterse a la sociedad de maneras que iban en contra de su propia existencia. Cuando este género nació en Panamá, había una dictadura. Esta música le daba felicidad a la gente negra, los ayudaba a celebrar su negritud y su identidad, y así iban en contra del régimen. Eso es absolutamente contestatario y político. No es el formato violento al que estamos acostumbrados con las armas y las manifestaciones, pero el reggaetón es música protesta. Si aceptamos esto, y arriesgando a sonar cliché, el mundo sería un lugar mejor. Sé que Chile tuvo una serie de levantamientos políticos en los últimos años, y como historiadora puedo reconocer que el reggaetón ha crecido tanto en ese país porque se convirtió en un método de resistencia. La gente está resistiendo con la música, eso es algo muy hermoso y muy poderoso. No es una coincidencia, es el legado de este género. Siempre que los latinoamericanos necesitan un medio de resistencia, recurren al reggaetón. Esto partió en Jamaica, luego en Panamá, en Puerto Rico, República Dominicana y ahora en Chile” -Durante la primera fecha de Daddy Yankee en Chile en septiembre pasado, hubo diversos incidentes que incluyeron estampidas, personas que intentaron forzar las entradas al estadio, robos al interior del recinto y otros episodios de violencia tanto afuera como dentro del lugar. A raíz de esto, se revivió en los medios de comunicación la discusión sobre la relación entre el reggaetón, la violencia y la delincuencia. ¿Cuál es tu opinión respecto a este estigma? “Por supuesto que cada género que está basado en la cultura negra/afro como lo es el reggaetón, será catalogado de esta forma ya que los estereotipos no sólo siguen vivos sino que también siguen siendo fuertes. Lo que pienso cuando escucho que quienes cantan y aman el reggaetón son violentos y promueven la violencia, es en otro estigma perjudicial promovido especialmente en Estados Unidos, el black on black crime. Lo que muchos no entienden es que la razón por la que el concepto de black on black crime es tan racista, es porque todas las otras razas se matan entre ellos en la misma proporción. Entonces cuando convenientemente se usa este argumento cuando estamos celebrando esta música, es una táctica racista para distraernos sobre lo que realmente está pasando. Por primera vez en la historia el reggaetón está logrando el respeto que merece, y aunque las caras más visibles del género son latinos blancos, este género sigue teniendo raíces negras. Es obvio que esta música que va en contra del status quo será abordada desde los estereotipos más racistas y clasistas posibles, aún cuando finalmente el reggaetón es un medio de celebración que las personas negras y las personas pobres tienen para sobrevivir en países como Puerto Rico, Colombia, República Dominicana, y todo latinoamérica. Así que sí, este pensamiento es inherentemente racista y es algo que debemos cambiar porque está mal. También existe una discusión sobre la categoría de “música urbana”, a la que se critica por reducir distintos géneros a lo mismo cuando no lo son, especialmente en premios como los Grammys donde se encasilla a todos los artistas latinos en una misma etiqueta ¿Qué opinas de esto? “Pienso que los Grammys necesitan más categorías. Creo que en la medida en que permitamos que otros géneros y el idioma castellano tengan su propio reconocimiento, la música que calificamos de “urbana” debería seguir su propio camino. Me gustaría ver brillar por sí solas a la música tropical, la bachata, el merengue, los que constantemente son clasificados bajo esta etiqueta cuando no lo son. Ahí yo me pregunto, ¿por qué no tener entonces una categoría sólo para la bachata, por ejemplo. Hay suficiente competencia como para abrir ese camino. Creo que este término está pasado de moda y además es incorrecto, así que si tuviera que cambiar algo sería justamente eso” -Una de las principales críticas hacia el reggaetón tiene que ver con la forma en la que se trata a las mujeres, a las que además constantemente se nos borra de la historia tanto como audiencia y como exponentes. ¿Cómo ves tú esa situación? “ El reggaetón en todas sus formas es feminista. Hay momentos feministas como Yo Quiero Bailar de Ivy Queen, o la música que está haciendo la hermosa Villano Antillano, la primera y pionera reggaetonera transgénero . Lo más feminista que hay en el reggaetón no es la música, sino lo que decidimos hacer con nuestros cuerpos y la autonomía que expresas cuando estás disfrutando esas canciones . Ahora, por supuesto que también hay momentos de cosificación y eso siempre hay que recalcarlo y llamarlos por lo que son. Sin embargo, también creo que no deberíamos hacer la vista gorda a las mujeres que han expresado o que han celebrado esa cosificación por cuenta propia. Tenemos que recordar que temas como Dale Don Dale tienen a mujeres pioneras como la puertorriqueña Glory Glow, quien dice la icónica frase “suelta como gabete” en la canción. Ella lo dice con mucho orgullo, con mucha confianza, y lo hizo para celebrar su sexualidad. Eso fue poderosísimo, y no conozco a ninguna mujer que no cante esa parte cuando empieza a sonar. ¿A quién no la hace feliz cantarla? Eso es porque Glory se estaba mostrando poderosa junto a Don Omar. Y también hizo lo mismo en Gasolina con Daddy Yankee. Claro, lo que ella hace es responder a un llamado, pero sin su respuesta no hay interacción. Hay poder ahí también, y sin su esencia esa canción se evapora. Tenemos que darle un aplauso a mujeres como ella o como Jenny la Sexy Voz (Sola, ft. J. Álvarez y Farruko) y reconocer que las mujeres en este género como Becky G y Natti Natasha en Sin Pijama están adueñándose de su sexualidad, y diciendo ‘ok, si los hombres quieren ir hacia allá nosotras podemos ir también, no los necesitamos’” -Claro, muchas veces en esta conversación se obvia el consentimiento… “El consentimiento es muy importante, y creo que en su gran mayoría las mujeres estamos de acuerdo con esto. Ivy Queen abrió muchas puertas con ‘Yo Quiero Bailar', una canción que esencialmente es sobre el consentimiento . Pienso que lo que complica las cosas es que incluso si las mujeres consienten esta sexualización, la cultura está primariamente enfocada hacia los hombres y los pone siempre en primer lugar. Existe un creciente deseo de las mujeres de tomar el control en ese aspecto, pero son eclipsadas justamente porque la opinión de los hombres es la que domina. No es que la de ellos sea más fuerte, sino que somos opacadas en ese sentido. -¿Es el reggaetón inherentemente sexual? ¿Por qué? “Siento que el sexo en el reggeatón es empoderante. Como la mujer adulta que soy, me excitan las insinuaciones sexuales en sus canciones. Creo que por fin estoy en una edad -y gran parte de sus oyentes también- donde podemos celebrarlas apropiadamente porque crecimos. Esto es algo que extraño mucho, porque casi ya no existe en el mainstream ya que este se trata de proteger una cierta imagen, de poder escuchar esas canciones junto a tu abuelo, abuela, papi o mami. Aunque eso no me preocupa, sí creo que el reggaetón debería tratar de adultos sexualmente libres. Al menos ese es el reggaetón que más disfruto. El reggaetón es una herramienta para que las mujeres exploren su putería (risas), para celebrarla, y sentirse empoderadas por ello”

  • Ojo al charqui: vivir a pasos de un matadero clandestino

    En Chile se come carne. En septiembre del año pasado, sólo en consumo bovino se registraron hasta 159 mil toneladas según la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA). Un mes en el que por tradición los asados son protagonistas de las mesas chilenas. Sin embargo, no todo es de primer corte: en comunas de Santiago Sur abundan los mataderos clandestinos que no sólo maltratan a los animales que están por ser sacrificados, sino que ponen en peligro la salud y el bienestar físico y emocional de los vecinos. La casa de Emilia San Martin (42), secretaria de la junta de vecinos Fe y Esperanza en La Pintana, está llena de productos de limpieza: hay cloro, sprays aromáticos y desinfectantes. Tiene un macetero con flores e inciensos que usa para disimular los olores fétidos que llegan desde los mataderos ilegales que están cerca de su vivienda. A pocos metros, además, está el canal Lo Blanco tapado con basura que sale de las mismas faenas. La comuna de La Pintana, particularmente, solía ser una zona rural y agrícola hasta los años 80, cuando empezó su proceso de urbanización gradual, dejando así territorios parcelados que se utilizan para fines industriales y agropecuarios y que conviven con las poblaciones y tomas alrededor. Emilia cuenta que ha visto cómo en estos espacios, donde funcionan los mataderos, queman todos los desechos, incluídas las menudencias del animal. “Cuando eso pasa el olor es extremo, pero antes del fuego, la pudrición que generan es repugnante ”. Además señala que “de octubre en adelante aunque tengamos matamoscas y spray ambientales, nos llenamos de bichos”. A los malos olores y plagas de insectos y ratas, hay que sumarle el ruido de animales gritando al momento de ser faenados. La vecina dice que todas las madrugadas, entre dos y cinco de la mañana, la despiertan las quejas de los cerdos al ser sacrificados, como si fuera una película de terror. Ella cuenta que el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) clausura estos recintos y no pasan más de tres meses antes de que vuelvan a funcionar. “Esta es tierra de nadie (...) Los mataderos se han ido moviendo por toda la ciudad hasta instalarse aquí , en La Pintana, porque saben que las personas no van a reclamar por sus derechos, y que si lo hacemos, no nos van a escuchar tampoco”. Sara Bellardes, otra vecina del sector, iba con su nieta de cuatro años caminando hacia su casa. La niña, que antes vivía en Pudahuel, ahora convive con su abuela. De pronto escucharon gritos de animales que asustaron a la menor. “ Ella me pregunta siempre ‘¿Qué es eso abuela? ¿Qué es ese olor? ¿Qué son esos ruidos?’... Me da pena tener que explicarle ”. Sábado 8 de septiembre, una mañana soleada y medianamente calurosa, se encuentran instaladas dos grandes ferias de la comuna, una que cruza casi toda la calle de John Kennedy y otra en el sector de El Castillo. En ambas hay mucha gente comprando alimentos: frutas, verduras, aliños y carne. Si bien esta última no se ve en mal estado, dos vecinos de la población Eleuterio Ramírez, señalan que hay que tener ojo, que mucha de la carne comercializada en la feria y en las carnicerías proviene de mataderos clandestinos: lugares que no cuentan con protocolos de higiene, ni reglas de convivencia con la comunidad. Incluso nombran uno ubicado en calle Gabriela, que no tiene ningún letrero, sino que es un portón negro por donde se escapan gritos de animales y por el que se ven un par de chanchos esperando su turno para morir. El relato de estos dos hombres, que no quisieron revelar su identidad por temas de seguridad, calza con lo que dicen Sara Bellardes y Flavio Saavedra, vecinos de Emilia, quienes aseguran que se comercializa carne de caballo como si fuera de vaca. “Crían a los caballos en espacios muy pequeños y no los sacan a correr. Hacen eso para que estén más gorditos, con la carne color rosado porque no transpiran, y así sea más fácil hacerlos pasar por vacas en carnicerías y ferias. Y ni siquiera es más barato ”, agrega Emilia. El maltrato animal y los problemas que puedan causar un mal manejo de las instalaciones y animales está penado por la ley. Todo matadero y feria de animales legales está regido por el artículo 291 que señala que actos crueles serán castigados con una pena de presidio menor y una multa que va entre las dos y las treinta UTM. Incluso, en la Ley de Protección Animal, que vela por la tenencia responsable de mascotas, se incluyen a los animales de criadero, donde se legisla para que no vivan un sufrimiento innecesario. Al momento de realizar este reportaje, el matadero Lo Blanco estaba funcionando con todas las de la ley . En la entrada te recibían moscas y tras el estacionamiento donde estaban autos y camiones, en un basurero, se asomaban patas de caballos y vacas. Los corrales eran amplios y los animales estaban separados por especie. Germán Salomón era su administrador. En la visita, él señaló que uno de los aspectos más importantes para el correcto funcionamiento del lugar era la constante fiscalización del SAG, quienes velan por el bienestar de los futuros filetes. “ Ellos verifican: en el caso de los vacunos y los caballos traen un arete, como un ‘carnet’ del animal, que es más que nada para hacerles seguimiento”. Dijo también que con el paso de los años efectivamente se habían implementado nuevas normas y que el matadero se regía con el Decreto 62, conocido también como ”Buenas prácticas” relacionado al bienestar en el faenamiento. Según él, el proceso era preciso y limpio: contaban con sesenta segundos para noquear el animal, dos minutos para que sangre, otro para colgarlo y dos más para que se termine de desangrar. Recién ahí, narraba él, se cortaba la cabeza y empezaba el proceso de desollado, que significa sacarle la piel y vicerarlo. Tras esto se trozaba, se lavaba y se guardaba en cámara de frío. Cuando los animales estaban enfermos, eso sí, pasaban según él por un sistema que se conoce como El cremador. “S e cauteriza su carne a través del vapor de una olla y se bota en un contenedor que se lo lleva la empresa de basura. A nosotros nos complica esta parte, pero tenemos que hacerlo por un bien para todas las mesas.”, decía. Shedy Heredia Santos, veterinaria, quien lleva diez años trabajando por el bienestar de los animales, siendo parte de organizaciones internacionales como la Red Internacional Antitauromaquia y Open Wing Alliance, ha observado otro comportamiento en la industria de la carne: “Los órganos, sangre y vísceras que salen de los mataderos terminan en desagües, sin tratamientos, y en muchos casos caen animales enfermos o en malas condiciones, propagando enfermedades zoonóticas y contaminación ambiental”, dice San Martín cuenta que parte de los olores que intoxican su vivienda, provienen del canal Lo Blanco, el que está tapado por desechos que provienen de las faenas. “Obviamente no se cumplen los estándares de bienestar para transporte o aturdimiento de animales previo a la faena . Y además de eso, no hay revisión de animales preñadas, o de ectoparásitos, o de tumores que generalmente se mezclan con lo que se vende después o solo es descartado sin que haya avisos de esas enfermedades”, agrega la especialista. A pasos de Lo Blanco, en calle Gabriela, en septiembre de 2019 se decomisaron 200 kilos de carne con parásitos proveniente de animales robados y en mal estado . Y más tarde, el 22 de abril de 2021, se desbarató un recinto de las mismas características en la calle Lautaro en donde encontraron patos, caballos, corderos, gallinas y otros animales, en condiciones insalubres. En la misma cuadra, en noviembre de ese año, en plena pandemia, se encontraba una gran parcela en donde el dueño vendía gallinas y huevos muy baratos, la gente de Casas de Madera, incluyendo a Emilia, Sara y Flavio, terminaron intoxicados en el CESFAM. “Como nos enfermamos todos, un grupo de profesionales veterinarios compraron estos productos y encontraron que todos estaban infectados con salmonella”, cuenta Emilia. El 3 de febrero de este año, la alcaldesa Claudia Pizarro celebró en sus redes sociales que Carabineros y el Departamento de Inspección Municipal clausuraron el matadero Lo Blanco porque no contaba con los permisos al día y tenía reiterados reclamos de vecinos. Pero, a pesar de eso, Emilia dice que todos los días, desde la puerta de su casa, ve pasar los camiones llenos de animales que desaparecen tras una puerta trasera del ex matadero y sigue escuchando los gritos de madrugada.

  • Miki Kratsman desde Tel Aviv: "Los niños no hablan del futuro, sino de un trastorno, del miedo, de la inseguridad"

    A pesar de su origen israelí, el artista y académico Miki Kratsman ha recorrido Palestina con su cámara retratando el estado de las víctimas en sitios vulnerados y en campamentos. Su interés ha sido visibilizar las atrocidades de la invasión, lo que lo ha convertido en muchas oportunidades en una persona que incomoda a sus autoridades. Desde Tel Aviv nos cuenta sobre las protestas en la capital contra el gobierno de Netanyahu, el criticado rol de la prensa y una mirada íntima sobre lo que fue declarado por la Organización de Naciones Unidas como el primer genocidio transmitido en tiempo real. Todas las tardes el centro de Tel Aviv se llena de gente que se congrega contra las medidas de guerra del gobierno de Benjamín Netanyahu. El fotógrafo Miki Kratsman (65) asiste al menos dos veces por semana. Va a manifestarse, pero también a documentar lo que gritan en las convocatorias. Las pedidas son tantas como el número de asistentes: unos quieren que se liberen los rehenes que siguen en Gaza, otros piden la renuncia de su primer ministro y lo llaman asesino, algunos solicitan el cese al fuego de inmediato.  El fotoperiodista y académico ha sido desde hace años una figura incómoda para el Estado de Israel. Durante más de tres décadas el activista de origen hebreo se ha dedicado a cubrir el conflicto. En 2004 cofundó Breaking The Silence , una organización no gubernamental, integrada por soldados veteranos israelíes, quienes pertenecieron al ejército desde la Segunda Intifada y que comparten sus testimonios de lo que fue su servicio en los Territorios Ocupados.  Incluso en 2017 exhibió en el Museo chileno de Arte Contemporáneo “ People I Met/Gente que conocí” , una serie de imágenes de trabajos anteriores de los que rescató los rostros de aquellas personas afectadas por la guerra: niños, mujeres y hombres en protestas, juicios y otras situaciones. Un proyecto que comenzó cuando llevó algunas de esas fotos a un campamento en Jenin, Cisjordania, y les pidió a la gente que le indicaran a quiénes reconocían. El impacto inicial lo llevó a crear una página de Facebook con el mismo título, la que hoy cuenta con miles de seguidores. –¿Cuál es el estado de la sociedad israelí hoy? “En verdad me preguntás en un momento que es muy crítico para un país donde la peor enfermedad que tenemos es la de ser muy obedientes –hace una pausa–. Cuando el gobierno decide algo, somos muy disciplinados. Y en los últimos dos años, la sociedad israelí se despertó y dijo ‘quiero revisar ese asunto, quiero preguntarme lo que no me preguntaba antes’ y la gente empezó a salir a la calle. Pero no estamos acostumbrados a hacerlo y cuando tenés un músculo atrofiado, es muy difícil rehabilitarlo. El asunto de la conciencia política israelí es eso: un músculo atrofiado (...) porque la gente sale a la calle, pero no sabe oponerse. Es algo que lo estamos aprendiendo con el tiempo”.  Retratos hechos por Kratsman y que forman parte de 'The people I met' –¿Qué están pidiendo en las manifestaciones en Tel Aviv? “Hay una minoría que sólo pide terminar la invasión. Otra que pide alto al fuego para que los rehenes puedan volver. Otros quieren que traigan a los rehenes, pero que no terminen la invasión. Está muy dividido todo. Estamos viviendo una crisis donde no hay una sola voz, son muchísimas". –¿Ves alguna salida para lo que está ocurriendo en tu ciudad, pero también para el conflicto en general?  “Como en muchas otras oportunidades en la historia, siempre hay alguien que gana y el que gana no es necesariamente un país o una sociedad, sino más bien los políticos. El pueblo pierde y los gobiernos ganan. Acá da la impresión, y hablo no solamente en mi nombre, sino que también es lo que podés escuchar en los medios de comunicación, que el gobierno israelí no tiene ningún interés en llegar a algún acuerdo para no caer.  A mí me parece, y espero estar equivocado, que esto va a ser largo.  Tratar de entender qué es lo que va a pasar, me parece una pretensión irrazonable”.  –¿Qué te parece cuando países como España o Noruega reconocen a Palestina? “Es sólo un statement (declaración). Es importante, pero no va a cambiar nada. Después de oprimir durante tanto tiempo al pueblo palestino, hay que ver qué es lo que sobrevive. Es decir: cuáles serán sus líderes, sus conceptos, qué es lo que ellos van a querer. Hoy en día es difícil entenderlo (...) Edward Said (autor palestino-estadounidense) dijo que la tragedia del pueblo palestino es ser víctima de víctimas. Y es lo que son: son víctimas de víctimas. Eso es tan duro y tan difícil de solucionarlo. Pienso que el pueblo israelí no quiere deshacerse de su posición de víctima después del holocausto –pausa extensa–, cuando venimos a hablar de un enemigo no podemos poner eso como una excusa... No podemos ponerlo en juego, no es parte. Eso no nos va a llevar a ningún lado”. Tras un silencio más largo, retoma: “Tenemos que olvidarnos por un momento de eso, aunque es inolvidable, pero ponerlo de costado y decir ‘ ya no somos víctimas, hay una nueva situación, hay otras víctimas y nosotros tenemos mucha culpa de que ellos sean los afectados ’. Miki no es sólo observador, sino que él ha vivido las consecuencias directas del conflicto. El 7 de octubre los ataques de Hamás a Israel –en el que 1.200 personas fueron asesinadas y otras 250 secuestradas por el grupo terrorista– arrasaron con el kibutz Nir Oz, un pueblo agrícola, donde vivían su tía y un amigo, quienes fueron tomados como rehenes.  Para el horror no hay palabras, sino imágenes que él mismo capturó después, cuando junto al periódico Clarín publicó los restos de lo que quedó. “Fue duro, pero es entre yo y mi tía”, expresa cuando le pregunto por lo que conversó con ella, quien pasó 54 días secuestrada.  En cambio, Haim Peri (80), su amigo y activista, murió. El 3 de junio, el Ejército de Israel confirmó su muerte junto a otros tres hombres. “Hace por lo menos 15 años él abrió una galería en los campos del kibutz con una intención súper humanitaria. Tuve la oportunidad de exponer ahí… Perdimos a los mejores”, afirma.  No todos los ojos están en Rafah Horas antes de comenzar esta entrevista, un ataque aéreo en Gaza por parte del ejército de Israel había dejado al menos 35 muertos en una escuela administrada por la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos. El objetivo, según las Fuerzas de Defensa de Israel, era destruir un “complejo” de Hamás que operaba allí, en un colegio donde residían seis mil desplazados. Pero a pesar de la cercanía geográfica, en Tel Aviv no todos se enteraron. No si se trata de lo que está ocurriendo en la franja, dice Kratsman.  Entonces, le pregunto si acaso la imagen generada por Inteligencia Artificial que se hizo viral en occidente contribuía a seguir con “todos los ojos en Rafah”. “En Israel no se ve nada de lo que pasa en Gaza, en Israel no hay ningún ojo en Gaza. La prensa israelí no muestra lo que pasa en Palestina. Lo vemos únicamente el que busca en la web o el que lee periodismo extranjero. Nosotros no sabemos cómo se ve la guerra”, responde. Imagen capturada por Miki durante una de las manifestaciones en Tel Aviv el mes pasado. –¿Qué pasa con los medios de comunicación en Israel?  “Hoy la prensa israelí ve en su función la de rehabilitar el ánimo. Abrís el noticioso y es como que un psicólogo te está hablando y te dice que tenemos que unirnos, tenemos que dejar de discutir, hacen interviews  con las familias que perdieron sus hijos, sus padres, sus abuelos, sus nietos y claro que me parece muy importante y tengo mucho respeto por ellos, ayer me comunicaron que un amigo mío se murió en Gaza –silencio–. Tengo mucho respeto a esas familias, pero no puede ser que una prensa que se respeta a sí misma, muestre una pequeña parte de la realidad”.  Más allá de Palestina: el otro conflicto de Israel  Desde el 2006 que Kratsman no ha vuelto a cruzar la frontera. Hace tiempo dejó su trabajo para los medios israelíes y como ciudadano judío no le está permitido acceder. "Me interesaría mucho estar dentro de Gaza”, afirma. Hace un mes se acercó lo más que pudo y capturó la destrucción entre la niebla: una edificación urbana tirada abajo, atravesada por una arena blanca, como cuando vas en una ruta y ves una nube sobre el asfalto. “Me parece que esa es una de las imágenes más importantes que saqué desde que empezó esta guerra y es bastante potente, pero es muy limitada”.  Por lo mismo, dice, se ha dedicado a sacar más fotos en las marchas y a profundizar su trabajo de 14 años en las aldeas beduinas no reconocidas , localizadas en el desierto al sur de Israel. Uno que comenzó en agosto de 2010 cuando se fue a vivir un mes a Wadi al-Na’am. Su objetivo era entender lo que era vivir allí: dependiendo de paneles solares para producir energía y adquiriendo el agua de poblaciones judías a un precio mucho más caro, cuando no es a través de conexiones clandestinas.  Sham, de 2 años, frente a su hogar demolido de la villa Wadi al-Khalil / Foto de Miki Kratsman, Entrar en confianza no fue fácil, pero a medida que se integraba al estilo de vida, logró sacar su cámara para llevar un registro de aquellas comunidades que no estaban en los mapas, curtiendo el suyo propio para el Negev Coexistence Forum for Civil Equality (NCF), una organización árabe-judía que trabaja por los derechos civiles de los residentes del desierto.  Kratsman ha recorrido la mayoría de las 35 aldeas no reconocidas que hoy se erigen. Su trabajo con los beduinos es un archivo abierto para periodistas, abogados y quienes lo necesiten, en el que imprimió las huellas de familias que a inicios de los 50’ fueron desplazadas de sus tierras por el gobierno y concentradas al sur de Israel. Una cartografía de vecinos que no todos quieren ver, pero que existen a 45 minutos de Tel Aviv.  "Hay 35 aldeas beduinas no reconocidas en el Naqab a las que Israel denomina aldeas de dispersión o ilegales, y llama a sus habitantes intrusos en tierras del Estado y delincuentes. La mayor parte de la población beduina perdió sus tierras cuando Israel las declaró Mawat (tierras agrícolas “muertas” y sin cultivar) y las reclamó como tierras del Estado. En su perfil de Instagram se puede ver parte de ese trabajo, hoy enfocado en las demoliciones que están enfrentando las aldeas. A inicios de mayo, los habitantes de Wadi al-Khalil lo contactaron para que fuera a documentar la inminente demolición, amparada en la ampliación de la autopista 6 hacia el sur: familias frente a una cámara y detrás de ellas las ruinas. “Me pidieron ir a sacarles fotos en sus casas destruidas para poder usar esas imágenes”, explica.  –En varias de las fotos que tomaste hay niños y adolescentes. ¿Qué te han comentado ellos sobre su vida en las aldeas y sobre su futuro?  “Es muy triste, no hablan del futuro –pausa–. Se habla de un trastorno, del miedo, de la inseguridad. No se habla del futuro porque es todo tan confuso. Y el momento donde los encontrás es uno donde están súper pesimistas y yo, en cierto momento, decidí que no iba a preguntar más sobre el futuro porque no tienen ninguna respuesta”. Tras otra pausa, busca un ejemplo que nos traslada geográficamente al norte, a Palestina. “En un campo de refugiados en Jericó, le pregunté a un chico de 9 años cuál era su sueño y me dijo que no tenía sueños”, recuerda. Nuestra conversación se detiene por un silencio abrumador. “Le dije: ‘¿Pero no hay algo que quieras tener, comprar, hacer? ¿Un lugar donde quieras estar?’. Entonces el hermano mayor dijo que él sí tenía un sueño. ‘Quisiera tener un ropero’”.  Un silencio desolador nos cruza. " ¿Cómo se mantiene una vida normal cuando tu vecino vive como vive? ”, interpela el activista.

  • El guardián de los cactus

    Un niño le salva la vida a una espinosa plantita tirada entre las rocas. Con los años, el adolescente Santiago Figueroa se convierte en un coleccionista de cactáceas y, más grande, cuando las ve en su hábitat en el desierto costero, se enfoca en su estudio y conservación. La línea que separa su afición por los cactus y su trabajo cuidándolos es delgada y borrosa. Y en medio de un atiborrado invernadero, nos cuenta cómo se convirtió en el vigilante de estas plantas y por qué son tan importantes para la humanidad. Santiago Figueroa (34) era un niño. Acaso no es el primer recuerdo, sí el que tiene más clarito, dice. ¿Cuántos años tenía? No está seguro, solo sabe que era muy chico. No hace el cálculo. Pero corría el 1996. En una ladera del litoral se encontró un cactus nativo tirado entre las rocas, con sus raíces al aire. Se trataba de un pequeño Eriosyce subgibbosa . Y quizá movido por la ternura, o la curiosidad, lo tomó, le cortó la cabeza a un tarro de cloro, puso la tierra que tenía a mano, lo plantó y dejó en el patio de la casa costera donde estaba. Con su familia él viajaba desde Santiago frecuentemente los fines de semana y aprovechaba de echarle agüita. Mientras el esqueje se recuperaba, el niño estaba maravillado con "la capacidad que tenían para aguantar y resistir", recuerda. "Es una cosa buena y mala que tienen: se recuperan rápido, tienen mucha facilidad para sobrevivir; pero hace que sean plantas muy fáciles de recolectar, por eso es un peligro, porque los arrancan”. Durante años lo tuvo en su hogar hasta que un día pensó: "¿Para qué va a estar en el pote plástico, si puede estar en el lugar de donde viene?". Lo llevó de vuelta a su ladera de origen y lo trasplantó. Ahí vivió durante un largo tiempo hasta que, un día, desapareció. "No sé si se murió, o si se lo robaron, porque se las roban todo el tiempo", supone. Y aquella historia quedó abierta, tal vez hasta siempre. "¿Dónde están las plantas?" Fue entre quinto y sexto básico que partió con lo que haría cualquier coleccionista: tener más y más cactus. En la media se tornó "un poco más obsesivo y rayado con el tema". Ya con el internet de su lado, sabía la gran diversidad de cactáceas que existen (alrededor de 1.500 especies), una familia de plantas suculentas que habría surgido hace unos 30 millones de años en Sudamérica, siendo endémicas de esta región, para luego expandirse por el resto del continente. En las noches, Santiago se acostaba y se dormía pensando en las especies que quería tener. Así y todo, por aquel entonces él "no conocía tanto" a los cactus chilenos. De hecho, en la casa guardaba polvo el primer tomo de la escritora y botánica Adriana Hoffmann (1940-2022) sobre cactáceas. Pero él no pescaba los libros, hasta que su obsesión creció y lo ojeó, y se dio cuenta de que "había mucha diversidad de plantas". Aunque los criterios varían, en Chile hay unas 130 especies de cactus, de los cuales alrededor de un 80% serían endémicos, es decir, únicas en el territorio. Copiapoa hypogaea Santiago comenzó a recorrer cerros y laderas, afinó el ojo y se percató de las plantitas que pasan piola, las más pequeñas y sigilosas. "Son del mismo color que los arbustos alrededor y del suelo", describe. "Es como una estrategia que tienen para pasar desapercibidos". La obsesión se direccionó hacia las cactáceas nativas. En paralelo, su mamá compró el segundo tomo de Adriana Hoffmann, en el cual salían las ubicaciones de las distintas especies, y la mayoría se encontraba entre las regiones de Coquimbo y Antofagasta. Santiago, que apenas conocía el Norte Grande, partió al desierto costero, que concentra la mayoría de las variedades. En 2008, con unos 19 años, guiado por aquel libro, hizo su primer viaje a dedo junto a un amigo hasta Huasco, en Atacama. Él creía que llegaría a un pueblito con caminos de tierra, donde los cactus abundarían, pero se encontró con una ciudad portuaria sin margen para la flora. Acamparon en la plaza principal y al día siguiente partieron en busca de un lugar más solitario, 44 kms hacia el norte, hasta Carrizal Bajo. Ahí tuvo su primer encuentro con las Copiapoas —que junto a las Eriosyce son los géneros de cactus más comunes en Chile—, "y quedé alucinado", asegura. "Quedé loco, no me esperaba que fuera tan impactante ", por "los paisajes que hacen estas plantas: son planicies llenas de grupos de copiapoas, que son al final el paisaje mismo, entre medio de pura piedra, inhóspito, pero hay plantas ahí, habitando y en abundancia". En resumen, "quedé rayado". Decidió que quería hacer esto todo el rato, ir hasta donde habitaban los cactus, conocerlos. Empezó a viajar todos los años desde Huasco hasta Taltal, 430 kms al norte por la costa. Todos los años, "obsesivamente", insiste. "Es el viaje que me he repetido no sé cuántas veces", de hecho, en noviembre anduvo otra vez por allí. "Siempre hay cosas distintas, te metes a una quebrada y pillas cosas nuevas", dice. "Hay plantas que se esconden, puedes pasarlas muchas veces y no las vas a ver porque están enterradas". Además, si ha sido una temporada muy seca, no florecen, lo que vuelve aún más complicada la búsqueda, la cual implica revisar hasta entre las grietas. "A veces no piensas que hay plantas ahí y no estás con el ojo atento", comenta. "Por ahí conozco algunas cosas que puede que no tengan nombre aún", dice. Por ahora, lo suyo es hacer la mayor cantidad posible de registros, juntar semillas de las flores y que broten en su invernadero en la V Región. “Quiero recolectar harta información para quizá hacer algo más adelante, cuando esté más completa”, adelanta. “Es un estudio que estoy haciendo por mi cuenta.” Copiapoa solaris El trabajo sucio En 2011, decidió vivir definitivamente en el litoral central, donde había construido un invernadero chiquito, de cuatro por seis metros. Allá se llevó los cactus que tenía de su colección en la capital; había más espacio para crecer. Ese año empezó a plantar las semillas que recolectaba de cada viaje. Quería reproducirlas. Fueron los primeros intentos. Su plan era "tener ojalá lo más diverso posible, para estudiarlos, reproducirlos, apreciarlos y vender", relata sobre aquellos primeros pasos que dieron inicio a su proyecto Cactus Lagarto, enfocado en la conservación de las especies nativas de Chile. A cada planta le ponía un cartelito con la especie y las coordenadas con GPS de dónde provino la semilla; sabe exactamente el origen de cada cactus: "Desde ahí no paré" y "se fue para arriba la cantidad de plantas". “Tengo miles”, responde Santiago sobre cuántos son, “20… 30… o 40 mil plantas”. La cifra le complica y, al hablar, mueve su cabeza de un lado a otro como para dejar claro que realmente no sabe. ¿Cuántas especies tiene? Eso también es difuso. En realidad, las ordena según su localidad de origen, lo que equivale a "más de 500 cosas distintas". Eso no significa que todos sean diferentes; muchos de ellos son del mismo linaje, pero de otro lugar. Se pasa buena parte del día en el invernadero: "Si no estoy sembrando, estoy trasplantando, sino atendiendo público, sino haciendo espacio para las plantas que tengo que trasplantar"; o sea, gran parte de sus jornadas son "alrededor de los cactus, dentro del invernadero, o afuera construyendo mesones". Cuando la pega se torna muy monótona, pone música. Como cuando trasplanta cactus para la Fundación Punta de Lobos, organización que ha repoblado la costa de la Región de O'Higgins porque la gente se los roba o simplemente los pisa. En total, Santiago les ha reproducido 25 mil plantas, lo que implica sembrar y repicar (pasar de un pote chico a uno más grande) miles de veces. "Esa pega es un poco agotadora", dice. Echinopsis atacamensis Muertes masivas Al preguntarle por el papel que juegan los cactus en estos áridos ecosistemas, Santiago responde y, al mismo tiempo, cuestiona sus propias certezas: “Son bien importantes, pero a la vez no me gusta enfocarme que son más importantes que otras plantas, aunque puede que lo sean”. Para ser claro, pone de ejemplo a las grandes y espinosos cactáceas que habitan en la Zona Central del país: "Forman unos mini-ecosistemas que otras plantas pueden colonizar y estar protegidas de animales más grandes e incluso del humano". Pero también algunas aves los usan para poner sus nidos, mientras que reptiles y roedores lo ven como un refugio” Además, sus flores son el alimento de los picaflores migrantes, como ocurre con el quisquito rosado ( Eriosyce subgibbosa ), cactus que se encuentra ampliamente distribuido en el centro de Chile Ya hacia el norte, remarca Santiago, los cactus "son muy resistentes, están ahí siempre". Su ritmo es calmo pero constante. Permanecen activos durante todo el año, a diferencia de "lo que pasa en el desierto florido, donde hay una explosión de energía en que germinan todas las plantas, que suelen ser anuales; hay una cantidad de aves e insectos que aprovechan ese momento para reproducirse, y que produce una cantidad de semillas gigantes para germinar en el siguiente ciclo de lluvias". Luego, todo se seca. En tanto, los cactus ahí permanecen, hacen su vida mientras aportan "energía al ecosistema" en medio de la adversidad y las largas sequías, dando una que otra flor en medio de la aridez. "Eso permite que el desierto permanezca trabajando con una energía más baja, con mucho menos alimento disponible", explica. "Gracias a eso, las hormiguitas comen la semilla del cactus, los lagartitos están detrás de la hormiga, y los roedores, y se mantiene el ciclo". Son animalillos que, aunque sea poco, requieren de ese alimento para perseverar. Pero su resistencia no los vuelve inmortales. Además de la amenaza del tráfico —en que los coleccionistas de Europa y Asia tranquilamente pueden pagar mil euros por planta, dependiendo de la especie, su estado y edad—, el cambio climático también ha reducido fuertemente sus poblaciones. “ Está siendo súper notorio cómo están muriendo ”, advierte. Hay un libro de los 60, que fue de los primeros investigadores de cactus chilenos, un alemán (Friedrich Ritter), y él tiene muchas fotografías. Ahí las plantas estaban sanas en general. Todas estas plantas que él mostraba en Iquique, por ejemplo, en el extremo norte costero, ya se han muerto. Hace muchos años viene en decadencia. También cita una publicación de la botánica Raquel Pinto: "Es impactante este nivel de mortalidad, de un libro que ya debe tener unos 15 años ( Cactus del extremo norte de Chile , 2009), donde ya quedaban vivas un 10% de las plantas; en otros, 100% muertas". Cuesta adaptarse cuando el lugar se vuelve "más extremo" en tan poco tiempo. "Tienen límites", remarca. Incluso, un poco más hacia el sur, Santiago lo ha comprobado con sus propios ojos al subir un cerro, donde solían haber de las Copiapoa echinoides: "Están todas muertas, todas, siendo que no es tan al norte". Las pocas que hay las halló en alguna grieta, y muy pequeñas. "Uno cree que las grandes son más resistentes que las chicas, pero parece que no es así", comenta. Y también advierte sobre la zona que va desde Taltal a Tocopilla, en la Región de Antofagasta, que abarca unos 420 kms de norte a sur, donde quedan las últimas especies copiapoas ; y de hecho, las Solaris , que habitaban de Mejillones a Paposo, "todas las poblaciones del norte ya se murieron", insiste. Entre medio, en El Cobre, quedan muy pocas con vida y "solo sobreviven las chiquititas, que tendrían 60 años o más", que nacieron "cuando hubieron mejores condiciones". Santiago no solo atribuye este problema a la escasez de lluvia, también a que la camanchaca, la característica neblina nortina, que "se ha angostado", cuenta, aunque "no sé por qué". Cuando sube los cerros durante la tarde, nota cómo todo lo que queda sobre y bajo esa húmeda capa, "se va muriendo". Él se resigna un poco y propone: "Casi que habría que empezar a trasladar cactus del Norte para la Zona Centro, porque acá igual se está secando", y así sería "una planta que nos podría dar ecosistemas más sanos, ya que se viene el desierto para acá; ayudar a que se adapten un poco más rápido las plantas". así es el invernadero de Santiago Las espinas — Soy bien solitario igual, me gusta trabajar así —avisa—. Se me ha dado así. No he querido viajar mucho con gente de plantas, por lo que contaba, confiarle a quién le vas a mostrar lo que conoces. Por eso tampoco nunca quise participar en muchos grupos de cactus . He sido más ermitaño en relación a la gente y los cactus . Él dice que no hay quien lo reemplace en el invernadero. Tiene claro que "hay que tratar de trabajar colaborativamente, para que las cosas no se pierdan después", por lo tanto, "me encantaría en el futuro participar más con organizaciones y personas para la conservación". “ Me esclavizaron, me metí tanto en ellos” , confiesa, mira hacia otro lado— y no tengo tanto tiempo por culpa de ellos —se ríe—. Tengo un relación de amor-odio. Soy un esclavo de ellos. Me gustan pero me cansan, pero me encanta ir al desierto. Lo que no me gusta es que terminé encerrado en un invernadero tanto tiempo. Me aburre un poco. Le gustaría pasar menos tiempo bajo ese techo repleto de plantas. Está "un poco sobrepasado", porque los primeros años se dedicó a sembrar mucho y ahora son miles los cactus. Cada tanto algunas amistades lo ayudan, pero, muchas veces "ya no doy abasto solo", dice. De hecho, el 2022 decidió no sembrar nada: una determinación inédita para él, "siendo que tengo semillas muy buenas, cosas que no he sembrado antes", lamenta. Durante el 2021 tuvo un episodio que denomina como "crisis", al punto que "no quería ni ir al invernadero". Por aquellos días, terminaba de construir su "casita" en invierno, periodo en que no hay tanto trabajo. Se dedicó a maestrear y cada tanto pensaba: "Qué rico estar haciendo algo distinto". Esa semi-pausa le hizo bien. "Ahora estoy un poquito mejor, con una relación un poquito más sana", confiesa. "Tiene un lado muy bonito, las responsabilidades son las complicadas", porque "son seres vivos, no es que uno se puede ir y dejarlos morir". Esa es la parte que la frustra, "no tener libertades , no puedo llegar y descuidarlos, porque también son plantas recolectadas, importantes para la conservación". En fin, "me veo toda mi vida dedicado a esto, porque no sé cómo podría desapegarme". Le encantaría que fuera más rentable. Admite que "es súper poco movido". Pero quiere un equipo de trabajo, hacer de Cactus Lagarto "algo más abierto al público y educativo". Que eso pudiera andar "sin que yo tenga que estar todo el día encima". Piensa en conquistar esa "libertad". De ser así, él feliz seguiría metido para siempre en las cactáceas, e investigar más, ir al desierto o donde se encuentren. “Ese es un motor rico”,dice, “le muestras cosas escondidas a las personas, aprecian lo que no apreciaban y se puede empezar a hablar de conservación, darle un enfoque que no es solo la colección, sino que están en la naturaleza. Aunque sean chicos, tienen un valor por el lugar que lograron habitar y hacen que otros vivan en ese desierto, tan inhóspito”.

  • Los Hare Krishna también tuvieron dieciocho

    Sólo en su primer día, la tradicional fonda del Parque O’higgins recibió a 30 mil personas que asistieron para bailar cueca, cumbias y comer anticuchos. Pero a pocos metros de allí, en un edificio antiguo del centro, decenas de creyentes se juntaron en el templo Hare Krishna y levantaron su fonda vegana: reemplazaron la carne por el tofu, el terremoto por la kombucha y la música popular por los mantras. Así vivieron ellos las fiestas patrias. En pleno Santiago Centro se celebra una fonda libre de alcohol y carne. En el Templo Hare Krishna, una casona azul entre José Miguel Carrera y Gorbea , en pleno dieciocho de septiembre no suena cueca, reggaeton, ni cumbia, sino que un mantra que recita Hare Hare Krishna, Hare Hare Krishna, Cruzar la puerta es trasladarse automáticamente a otra cultura. Hay un salón grande adornado con velos y arcos, como si fuera un ashram indio. Alrededor de cincuenta personas están sentadas en el salón central, cerca de la estatua del hombre azul que representa a Dios en la tierra, como ellos lo explican. En los mesones largos hay ingenieros, estudiantes, personal de la salud, profesores de yoga, chilenos y extranjeros, pero eso no importa aquí, todos se reúnen para celebrar unas fiestas patrias distintas. No hay asadores con carne, sino que choripanes vegetales, seitán, anticuchos con tofu y el terremoto no se hace con alcohol, sino que con kombucha. Nada es de origen animal, ni tampoco circula entre los asistentes alcohol o drogas. Leonardo (42) era estudiante de música en 1999, el año en el que se convirtió. Cuenta que siempre le interesó saber sobre Jesús. Que tenía un llamado místico. Y fue justo cuando se encontró en la calle con un grupo de jóvenes rapados y vestidos con túnicas color salmón que lo invitaron al templo. Él asistió y todas las preguntas que tenía sobre la reencarnación y la búsqueda de la felicidad fueron respondidas allí. “Somos devotos de Krishna, que es una forma de decirle a Dios, quien literalmente es el mismo Dios en el que creen los católicos, los musulmanes, los evangélicos, etcétera.”, cuenta él. “Nosotros le asignamos uno de los tantos nombres que tiene, en sánscrito, pero somos monoteístas y creemos que Dios es uno y que se presenta a lo largo del tiempo en diferentes culturas, épocas y lenguajes”. En el mundo hay 300 templos, 40 comunidades rurales, 26 escuelas y 83 restaurantes vegetarianos que responden a La Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna, fundada por Srila Prabhupada en los años 60 's. Una fonda sin karma Leonardo responde al nombre espiritual de Lalita y es el kirtan del templo de Santiago, es decir, quien está a cargo de la música, recibir a los invitados y las oraciones. Cada vez que se reúnen, celebran que Dios está visitando el hogar, “sentimos que es un invitado en nuestro templo y por eso se le hacen ofrendas, se le cocina especialmente y se ponen inciensos”, cuenta. Actualmente hay más de mil personas que siguen a Krishna en Chile, aproximadamente 600 viven en Santiago y cinco son monjes que se dedican tiempo completo a servir, y de hecho, viven en el templo. ¿Por qué no comen animales o toman alcohol? “Los principios regulativos para los devotos de Krishna son cuatro: no consumir carne, ni alcohol o drogas, tampoco jugar juegos de azar, ni tener sexo ilícito (extramatrimonial) . La enseñanza de la cultura védica -de donde nace este movimiento- es que somos un alma espiritual que está dentro de este cuerpo físico, y en el momento de la muerte el alma viaja a otro cuerpo según lo que hagamos, lo que comúnmente conocen como karma. Y no sólo nosotros tenemos alma, sino todos los seres vivientes: animales, plantas, insectos, bacterias. Por eso intentamos disminuir esa reacción kármica. Tampoco consumimos ninguna sustancia porque la idea es estar lúcido y consciente” ¿Por qué está la estatua de un hombre azul en el templo? “Dios defiende este mundo y cumple ciertas misiones en particular… Hace 2 mil años atrás envió a su hijo como Jesús a establecer principios, pero anteriormente a él hubo muchos avatares o,encarnaciones que vinieron a diferentes eras y culturas, y hace cinco mil años atrás, él apareció con su cuerpo azulado, como las nubes, cargadas de lluvia. De hecho se le describe como un hombre de tez oscura” ¿Por qué se rapan y usan este tipo de ropas? “La ropa que se utiliza es tradicional en India y es simple: una camisa o curta, abotonada, y la parte inferior o dhoti, que es una tela de cinco metros con dobletes. Es cómoda para sentarse en el piso, con las piernas cruzadas. Es una tela delgada, práctica, que se seca rápido. No tienen marca. Somos todos iguales. Nadie se fija en las diferencias. El rapado por su lado, nos ayuda también a enfocarnos cien por ciento en el desarrollo espiritual y dejar de lado la vanidad. No tenemos que andar pensando en cómo peinarnos” ¿Cómo es la comunidad en Chile? “Son personas bien diferentes. Hay ingenieros, psicólogos, personas de las Fuerzas Armadas, abogados. Pero también es algo que, al momento de compartir, no importa” Al ser un movimiento tan antiguo, ¿cuál es el rol de la mujer? ¿Coincide con este tiempo? “Hay una igualdad vertical. En las actividades todos y todas hacemos lo mismo. A diferencia de occidente, el maestro fundador que trajo este movimiento al continente llegó a Boston y en los mismos roles incluyó al hombre y la mujer, a pesar de que en India es desigual. Acá una mujer puede realizar su práctica y vivir en el templo, no hay diferencias entre nosotros ” En la fonda cantaron mantras toda la tarde, hablaron del crecimiento espiritual y sobre la importancia de la comunidad. Bajo la mirada de la estatua azul de Krishna sonaba el mridanga, un tambor hecho de arcilla, el armonio, que es una especie de acordeón y los címbalos, unos platillos que hacen un sonido relajante. “ La idea es que todos puedan encontrar su felicidad. Que la busquemos y la encontremos ”, dice el devoto.

  • La ranita del Loa no tiene dónde vivir

    En 2019 los últimos ejemplares de la ranita del Loa alcanzaron a ser rescatados desde un arroyo seco y resquebrajado: la intervención humana, el uso indebido del agua y otros factores terminaron destruyendo su hábitat. Pero a tres años y medio de ese histórico rescate y su posterior rehabilitación en el Zoológico Nacional, este anfibio microendémico continúa sin encontrar un hogar en la naturaleza que lo pueda refugiar nuevamente. Ya no pueden vivir en cautiverio, pero tampoco pueden volver a su casa. Esta historia parte en una tarde soleada de un día de julio de 2019 en la cuenca del río Loa, en la región de Antofagasta, cuando el herpetólogo Andrés Charrier caminaba por esas tierras por un monitoreo de flora y fauna que tenía que hacer. De pronto recordó que la ranita del Loa habitaba en esa zona, pero se percató de que no había sido incluida como punto a observar en el análisis que le habían encargado. Esta especie no era nada ajena en la vida del herpetólogo. Años antes, junto al especialista en fauna silvestre Gabriel Lobos, Charrier había hecho investigaciones anteriores sobre estas ranitas. Y aquella tarde de julio, siguiendo su instinto, emprendió camino hacia el lugar donde sabía que podría encontrarlas. La ranita del Loa es un anfibio que pertenece al género telmatobius , grupo que abarca 63 especies de ranas altoandinas a lo largo de Chile, Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia. Sin embargo, la telmatobius dankoi e s microendémica , lo que significa que existe exclusivamente en un solo lugar: el sector de Las Cascadas , una vertiente del río Loa, a unos 10 kilómetros de Calama. A este anfibio le gusta habitar en ambientes acuáticos. Se caracteriza por ser de tamaño pequeño, tener un cuerpo aplanado y patas palmeadas. A diferencia de otras ranas, Charrier asegura que la especie telmatobius dankoi se mantiene en condiciones ambientales mucho más duras, con aguas más espesas y con mayor cantidad de minerales. Hoy en día, la ranita del Loa está en peligro crítico de extinción debido a la degradación de su hábitat , de acuerdo a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), organismo internacional que se dedica a medir el estado de la biodiversidad a nivel mundial. Por eso, Andrés Charrier y otros científicos sabían que la situación del anfibio era complicada desde hace algunos años. Pero ese día de julio cuando llegó hasta el canal de regadío de Las Cascadas, donde tantas veces había presenciado a las ranitas, lo que vieron sus ojos era desolador. En medio de la aridez climática que caracteriza al Loa, las aguas donde habitaba el anfibio estaban completamente secas. Ni una gota de agua quedaba. “Fue como una bofetada”, asegura. Puso sus dedos y su palma en lo que alguna vez fue el suelo del arroyo, pero ni siquiera sintió un poco de humedad. Mucho menos encontró huevos o anfibios vivos, al contrario, solo pudo hallar ejemplares descompuestos en la tierra. Todo lo que había visto años antes cuando investigó a la especie, se había esfumado con una rapidez impensable. Era un cementerio de ranas. Al científico le pareció que el panorama era más preocupante que nunca. Volvió a Santiago y sin pensarlo demasiado, decidió llamar al investigador Gabriel Lobos. — ¡Pero cómo no va a haber agua! — dijo Lobos al teléfono. — No hay agua, así de simple, estas cosas son así. No hay agua ni tampoco ranas — le respondió Charrier con pesar. Bastó ese llamado para que un par de días después ambos se juntaran y viajaran desde Santiago a Calama para visitar el sector. Llegando al lugar, caminaron un par de metros más allá del canal de regadío en cuestión y se encontraron con un gran socavón de ocho metros de profundidad que parecía haber sido hecho con una retroexcavadora. “En el fondo tenía una capa de lodo con algas bastante descompuesta. Ahí nos metimos a ver si todavía quedaban ranitas y efectivamente ahí estaban las 61 ranitas que capturamos ese día. Después las liberamos en Ojos de Opache”, cuenta Charrier. Ojos de Opache es un sitio que queda a unos seis kilómetros del sector de Las Cascadas, pertenece a Gendarmería de Chile y es conocido por ser un “pequeño oasis” de la región de Antofagasta. Teniendo el visto bueno del Ministerio de Medio Ambiente, los científicos pudieron relocalizarlas en territorio protegido como medida de urgencia, ya que no esperaban en lo absoluto encontrarse con esos ejemplares iniciales. La razón principal de que las ranas hayan sido trasladadas a Ojos de Opache es que ese sitio posee condiciones de agua y de ambiente muy similares a las del sector de Las Cascadas. Además, al ser propiedad de Gendarmería, está mucho más a salvo de ser intervenida por terceras personas. Semanas después, Charrier y Lobos volvieron a ir en búsqueda de más ranitas al arroyo de Las Cascadas, pero esta vez con un permiso del Servicio Agrícola Ganadero (SAG) que les permitiría entrar sin problemas al sitio por ser propiedad privada. Tampoco tenían muchas expectativas, pero aún así llevaron unos chinguillos (red) en caso de encontrar algún indicio. Para su sorpresa, otros 14 anfibios aparecieron en el lugar . Como no habían llevado nada para trasladar y guardar a los animales, tuvieron que mandar a uno de los acompañantes de ese día a Calama para que comprara un enorme taper de plástico. Así, podrían dejarlas bajo su cuidado. Andrés tiene en su memoria el estado en que encontró ese segundo grupo de ranitas. Estaban extremadamente delgadas y era probable que no se hubieran alimentado en bastante tiempo, afirma. “Claramente no existía reproducción porque no había larvas. Ese es un indicador de que algo está pasando, probablemente las larvas no salen a respirar a la superficie y por lo tanto se habían ahogado ahí, en esa agua que estaba completamente contaminada”. Había que pensar en una solución que permitiera sobrevivir a la especie, pero esta vez entre las opciones no estaba contemplado llevarlas a Ojos de Opache. No quedaba más tiempo, tenían que pensar rápido. Con eso en mente, los investigadores coordinaron una rápida misión de rescate que podía resultar bien o mal: trasladar las ranas hasta el Zoológico Nacional de Chile ubicado en Santiago, a más de 1.500 kilómetros de distancia . Todo esto con la colaboración de varias instituciones como el Ministerio de Medio Ambiente, el Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Calama y el Zoológico Nacional. De esa manera, Andrés Charrier y Gabriel Lobos pudieron viajar en avión con las ranitas desde Calama a Santiago. Como su situación era tan delicada, LATAM permitió que los 14 ejemplares viajaran no en la parte de la carga del vuelo, sino que en las cámaras refrigeradas donde se suelen guardar bebestibles: así podrían estar frescas y no tener algún problema de estrés térmico. Una vez que pisaron suelo santiaguino, los científicos llevaron a los anfibios rescatados hasta las dependencias del Zoológico Nacional, para que pudieran ser parte del proceso de recuperación que estaría a cargo del entonces jefe del área de Herpetología del Zoológico, Osvaldo Cabeza. “Esa primera semana yo casi no dormí pensando que en cualquier momento nos llamaban y decían ‘se murieron todas las ranas’”, recuerda Charrier. Esta noticia llegó a oído del mismísimo Leonardo Dicaprio. El actor de Hollywood, conocido también por ser un activista ambiental, subió a sus redes sociales las felicitaciones respectivas por la hazaña. Las últimas ranas Poco antes de que las ranitas llegaran al Zoológico, Osvaldo Cabeza sabía que tenían un trabajo difícil por delante. Los científicos que hicieron el rescate le habían enviado fotografías de los anfibios cuando fueron encontrados, y cuando las vio en su celular, Osvaldo sintió un poco de miedo. “Esas imágenes eran aterradoras porque se veían ranas que eran piel y hueso , ya sabíamos que el género telmatobius es complejo de trabajar bajo el cuidado humano. Nos asustamos porque teníamos en cuenta que posiblemente eran las últimas 14 ranas del Loa”, cuenta. Aún así, el equipo de Herpetología que dirigía Osvaldo se preparó con todo para recibir a las ranitas: desde alistar todos los acuarios para que tuvieran condiciones idénticas a las que tenían las ranas en su hábitat original, hasta planificar la parte nutricional, lo que significaba criar nuevos insectos para que la dieta fuera lo más similar posible a la que tenían antes. Ese tiempo que vino no fue nada sencillo para el equipo. Era plena pandemia y el grupo tenía que operar solo con tres personas que debían velar por las ranitas, más una persona que se encargaba de alimentarlas. Una jornada normal fácilmente podía comenzar a las 8:30 de la mañana y terminar a las 10 de la noche, ya que los anfibios necesitaban la observación permanente de los especialistas por lo crítico de su estado. “Como es una especie que nunca antes habíamos trabajado teníamos que tener mucha atención a cualquier cambio que presentara, entonces inicialmente fue una etapa bien estresante y desgastante”, dice Osvaldo. Después del chequeo inicial, tenían que hacer todo lo posible para que las ranas volvieran a tener un peso normal. Para conseguirlo, comenzaron a alimentarlas de forma asistida pero solo con el 15% del requerimiento energético en base a un peso ideal. Como los anfibios venían con un estado de desnutrición no podían alimentarlas con el 100% del requerimiento energético, ya que podían descompensarse y probablemente morir. Todo lo que hacían las ranitas tenía que ser analizado minuciosamente por el equipo: qué cosa le gustaba comer, en qué espacios de la pecera se alimentaba y otros aspectos que se vinculan a la conducta animal. La etapa de reproducción fue otro proceso más de incertidumbre. No solo había que juntar los anfibios en las peceras, sino que también había que observar otros factores que podrían incentivar su conducta reproductiva, como las condiciones de luz, las temperaturas del agua, probar los lugares donde podría esconderse la ranita para reproducirse y también identificar si estaban vocalizando, ya que algunos anfibios machos lo hacen para “llamar” a la hembra. Pero las cosas ocurrieron al contrario de lo que esperaba Osvaldo y su equipo de Herpetología. Juntaron a una pareja de ranitas por cada acuario para ver cómo se comportaban, y tan solo una semana después, el grupo vio el amplexo (apareamiento) entre los anfibios. Era un día de octubre de 2020. Osvaldo no estaba en el Zoológico, porque por las restricciones sanitarias los funcionarios trabajaban por turnos rotativos. Fueron Sebastián y Lorena, los otros miembros del equipo, quienes llamaron a Osvaldo por teléfono para contarle la noticia. Apenas escuchó que las ranas estaban en amplexo, el herpetólogo salió rápidamente de su casa rumbo al Zoológico. Cuando llegó, el grupo completo a cargo de salvar a las ranitas no pudo contener la emoción. Los tres se abrazaron, saltaron y gritaron de felicidad. Su trabajo con la telmatobius dankoi estaba dando frutos . “El proceso de las ranas del Loa en sí ha sido un bien emocional, muy desgastante pero enriquecedor también. Fue un logro súper importante lo que estaba ocurriendo en ese momento, estábamos demasiado felices con los chiquillos”, comenta Osvaldo, quien hoy dirige el área de Manejo y Bienestar Animal del Zoológico Nacional. Desde esa primera reproducción hasta ahora han surgido alrededor de 400 crías de la ranita del Loa , según las últimas estimaciones que hizo el Zoológico. Ahora, la mayoría de ellas son ejemplares juveniles y siguen creciendo bajo observación del equipo que las cuida como hueso santo desde su llegada. Un hábitat que no volverá a existir Una de las certezas en torno a estos anfibios es que el que alguna vez fue su hogar histórico está definitivamente perdido. No hay ninguna posibilidad de poder rescatarlo y que la especie vuelva a vivir en esa zona . Los factores de que ese hábitat sea irrecuperable son numerosos. Uno de ellos es que, debido a las denuncias ciudadanas que se realizaron tras el hallazgo de las ranitas del Loa, el acceso donde se podía entrar a Las Cascadas está cerrado para el tránsito de cualquier persona por ser propiedad privada. De hecho, en ese sitio se iba a emplazar un proyecto inmobiliario. Hasta el día de hoy, ni siquiera los científicos pueden entrar. Eso ha sido un gran impedimento para poder realizar los análisis e investigaciones necesarias de lo que alguna vez fue el hábitat original de estos anfibios. De acuerdo a la Seremi de Medio Ambiente de Antofagasta, otras amenazas presentes en la zona son la excesiva cobertura de vegetación y las condiciones fisicoquímicas que posee el agua de esa vertiente del río Loa. El uso de agua es otro de los factores que ha impactado de forma negativa en el sector de Las Cascadas. A solo un par de metros de ese lugar tiene actividades Minera Centinela (parte del grupo Antofagasta Minerals, cuyo dueño es el grupo Luksic), empresa que posee derechos de extracción de agua de una napa subterránea. Por lo tanto, una de sus obligaciones era hacer monitoreos permanentes con el fin de que no disminuyera el caudal del arroyo donde vivía la ranita del Loa. Pero a la vista de los expertos y la determinación de la Superintendencia del Medio Ambiente de Antofagasta (SMA), ese monitoreo no se llevó a cabo por varios años. El pasado 7 de diciembre de 2022, la Superintendencia del Medio Ambiente de Antofagasta formuló dos cargos por daño medioambiental en contra de la Sociedad Contractual Minera Centinela, a cargo de la empresa Minera Centinela. Los cargos se deben al incumplimiento de la empresa en sus obligaciones ambientales relacionadas con el componente del agua, así como también que la compañía minera no informó ni mucho menos colaboró en aplacar los impactos ambientales que terminaron por degradar el hábitat del anfibio. “La empresa (Minera Centinela) ha tenido una incidencia en la baja de niveles de agua en el lugar, a lo cual se sumaría al hecho de que la misma no habría informado ni tomado medidas respecto a la problemática que afectó a la ranita del Loa, la cual estuvo cerca de desaparecer”, aseguró el entonces superintendente del Medio Ambiente (S), Emanuel Ibarra . Con lo anterior, la Sociedad Contractual Minera Centinela podría arriesgar hasta una multa total que asciende a 11.000 UTA, es decir, alrededor de $8.000 millones. En búsqueda de un nuevo hogar para la ranita del Loa Luego de que saliera a la luz la casi extinción de este vertebrado, la Seremi del Medio Ambiente de Antofagasta inició un diagnóstico integral del género telmatobius , que incluye a la ranita del Loa, con el objetivo de identificar el estado de conservación de la especie en la zona. Dentro de ese diagnóstico la institución ha empujado una iniciativa para que Ojos de Opache, el lugar donde fueron rescatadas las primeras ranas, pueda convertirse en un Santuario de la Naturaleza . Como las características ambientales de Ojos de Opache son semejantes a las del arroyo de Las Cascadas, este sitio podría funcionar como una nueva localidad para la especie telmatobius dankoi . Sin embargo, ese proceso aún está a la espera de concretarse en su totalidad. Eso significa que los últimos ejemplares rescatados del arroyo de Las Cascadas, más la población de 400 ranitas que surgieron de la reproducción, continúan viviendo en los acuarios del Zoológico Nacional . Consultado por el estado del proyecto, Gustavo Riveros, seremi del Medio Ambiente de Antofagasta, aseguró que “se encuentra en una de sus etapas finales” y que están “a la espera del pronunciamiento del Ministerio de Bienes Nacionales a requerimiento de información realizado por la Contraloría, para su posterior toma de razón”. Para los especialistas que se encargaron del rescate y rehabilitación, hay un punto de coincidencia: es urgente encontrar una localidad en la región de Antofagasta donde se pueda liberar pronto a los anfibios, particularmente a los que surgieron del proceso de reproducción. “Queda la gran duda de cuál es el porvenir de estas ranitas más adelante. No tiene ningún sentido seguir manteniendo en cautiverio en acuarios del Zoológico de Santiago, a ranitas que son de Calama”, apunta Andrés Charrier. Osvaldo Cabeza reflexiona en la misma línea. “Todavía no podemos decir que salvamos la especie porque aún sigue bajo cuidado humano en el Zoológico, el día que logremos decir que la salvamos va a ser cuando logremos reintroducirlas y se puedan mantener en su hábitat, si es que el hábitat se consigue. Recién vamos a poder decir ‘sí, salvamos a la especie’”, sentencia el especialista.

  • La fibromialgia: el dolor incomprendido

    Hace unos días, la palabra "fibromialgia" fue trending topic en X, luego de que usuarios de esa red social cuestionaran si la enfermedad que padece una concursante de un reality show era real o no. A pesar de haber sido reconocida oficialmente por la Organización Mundial de la Salud en 1992, la fibromialgia sigue siendo una condición rodeada de incomprensión y estigmatización, lo que complica tanto el diagnóstico como el tratamiento para quienes la sufren. Aquí el testimonio de algunas mujeres y expertas en la materia. Nicole Alexandrovich, Catalina Ferrer y Francisca Zacarías  A los 22 años, Catalina se encontraba en esa fase de la vida donde todo parecía estar empezando. Estudiaba psicología en la Universidad de Santiago, tenía un grupo de amigos con los que salía los fines de semana, y soñaba con irse de intercambio. Sin embargo, desde hacía meses, algo no andaba bien con su cuerpo. Al principio pensó que el cansancio constante era por la carga académica, las largas jornadas de estudio y las horas en la biblioteca. Pero pronto, el agotamiento se volvió insoportable. Sus músculos dolían sin razón aparente, como si hubiera corrido una maratón sin haberse movido de su silla. Los médicos no parecían encontrar respuestas, el primer diagnóstico fue " estrés ". Le decían, mientras le prescribían vitaminas y le recomendaban descanso, que visitara a un psiquiatra . Pronto el dolor era tanto que hubo mañanas en las que le costaba levantarse de la cama, no por falta de ánimo, sino porque cada movimiento era una lucha. Jaquecas y vómitos acompañaron el malestar. Después de varias consultas y exámenes, un reumatólogo le mencionó lo que parecía ser la respuesta: fibromialgia . Una palabra que hasta ese momento nunca había escuchado. La noticia fue un alivio y un golpe al mismo tiempo. Alivio porque, al fin, alguien ponía nombre a lo que sentía, y un golpe porque entendió que esta enfermedad no tenía cura. "Hay mañanas donde despierto con una rigidez que me toma la espalda y mis piernas. Antes me daba mucha angustia, hoy desafortunadamente siento que me acostumbré. Me he frustrado bastante, es una lucha que no sólo involucra a tu cuerpo, sino que después a todo tu ser (...) Me he encontrado con muchos comentarios en redes sociales que dicen que esto no existe, que es mental, incluso. Me enoja mucho la falta de empatía, no es fácil lidiar con eso, porque a veces ni los mismos doctores tienen nociones sobre los tratamientos". * Pamela Andrea Moreno Pinto, una mujer de 50 años de Coquimbo, ha sufrido la devastadora combinación de dolor físico y emocional que acompaña a la fibromialgia. Su historia comenzó en noviembre de 2022, cuando empezó a experimentar una depresión y un cansancio extremo. “Me diagnosticaron depresión y me dieron licencia”, recuerda, pero los dolores en sus brazos comenzaron poco después. " Se me caían las cosas, estaba más cansada de lo normal. No podía trabajar ".  Indicativos de una posible fibromialgia la llevaron a un proceso frustrante de consultas médicas, donde la atención de salud pública resultaba insuficiente, “en mis crisis de dolor no podía acceder al servicio público, porque las horas eran para seis meses más, me tuve que atender en forma particular, donde enfrenté un alto costo entre doctores y medicamentos”, explica. El diagnóstico, según el reumatólogo, fue fibromialgia, pero la información era escasa. “ No supo explicarme qué se trataba y tuve que empezar a averiguar por mi cuenta ", dice. Experiencias personales como las de Pamela Moreno, revelan la profunda frustración que pueden enfrentar en el proceso de tratamiento. Como ella misma relata: “El reumatólogo me dijo que me iba a dar medicamentos para el resfrío (...) Que no había forma de calmar el dolor porque lo que seguía prácticamente era la morfina”. Pamela tomó hasta 22 medicamentos durante más de 8 meses, y eso le generó un endeudamiento significativo.  “Salí de la consulta, me subí al auto, me puse a llorar y decidí dejar de tomarme toda la medicación, excepto las pastillas para dormir”, cuenta Pamela mientras se le quiebra la voz.   * Karen Blamberg (54, Santiago), tiene dos hijas y la menor tenía dolores inexplicables desde que los 12 años. Recién en el 2018 Nicole fue diagnosticada con fibromialgia. Ahora ella tiene 21 y, si bien maneja varios métodos para aliviar su incomodidad, seguirá con esta enfermedad toda su vida porque no hay cura. Karen recuerda que cuando diagnosticaron a la pequeña, no lo percibió como algo difícil ya que, confiesa haber sido “totalmente ignorante en la materia” y no tenía idea lo que eso significaría para la vida y, por consecuencia, la suya. “Hasta que a la gente no le toca, no lo cree. Es una enfermedad invisible”. Estos momentos de dolor, muchas veces invalidante, explica Karen, no solo afectan a su hija de forma física, sino que también le influyen psicológica y anímicamente.    Con la voz emocionada dice que “sé qué tengo que ser firme y estar siempre parada de pie para poder ayudarla a ella, acompañarla, acogerla”.  Arriba de la mesa de su casa tiene cajas de remedios tradicionales, flores de Bach, vitaminas, hierbas y aceites. Karen explica que la ignorancia de la sociedad hacia la enfermedad la motiva a buscar aún más tratamientos y terapias, “para que ella pueda estar bien y vivir su vida en la mejor forma posible”. Reflexiona sobre las razones por las cuales quizás la investigación en torno al diagnóstico sigue “en pañales”, llegando a la conclusión de que al ser una enfermedad que no genera la muerte, no es tan documentada como la investigación sobre el cáncer o condiciones al corazón.   Dolores que no se ven La psicóloga Alejandra Sekler, especialista en dolor crónico, subraya que el dolor crónico no es solo una experiencia física, sino también emocional. “No podemos separar lo físico de lo emocional, psicológico y social cuando hablamos de cómo el dolor afecta a las personas”, explica. Según la especialista, la incomprensión y el aislamiento son comunes entre los pacientes con fibromialgia, lo que además puede llevar a una sensación de desesperanza. El camino hacia el diagnóstico suele ser largo y agotador para quienes padecen esta condición. La doctora Ana Luisa Miranda, fisiatra y jefa de la Unidad de Tratamiento del Dolor del Jota Aguirre (Hospital Clínico de la Universidad de Chile), destaca que el desconocimiento es uno de los mayores desafíos en el tratamiento de la fibromialgia. “No podemos entender ni tratar lo que no conocemos”, afirma, señalando que este desconocimiento a menudo resulta en que los pacientes se sientan subestimados e ignorados por el sistema de salud. Además, recuerda un congreso en el que participó hace unos 10 años “donde todavía había médicos que decían que la fibromialgia no existía (…) pero es por desconocimiento, porque si revisamos la literatura de los últimos 10 años, hay abundante evidencia de estudios con que validan y apoyan el diagnóstico de fibromialgia como la conocemos actualmente”. La fibromialgia es una enfermedad que, aunque no pone en riesgo la vida, tiene un impacto profundo en quienes la padecen y en sus familias. Las historias de Karen y Pamela ilustran la lucha diaria que enfrentan las personas con fibromialgia y sus cercanos, una enfermedad que sigue siendo en gran medida invisible para el mundo exterior. Como señala la psicóloga Alejandra Sekler, “Muchos pacientes se sienten aislados, incomprendidos y solos”, una realidad que resalta “la necesidad urgente de una mayor comprensión y apoyo para quienes viven con esta condición”.

  • El pudú podría extinguirse antes de lo que pensamos

    Los pequeños y tranquilos cérvidos que transitan por diversos sectores de la Isla de Chiloé están bajo amenaza. Hasta la fecha ya han ingresado 30 pudúes heridos al centro de Rehabilitación Chiloé Silvestre a causa de ataques de perros.  Un día en la vida de un pudú podría ser más o menos así: en el denso bosque verde de Chiloé se encuentra el tranquilo y solitario cérvido más pequeño del mundo divagando entre la abundante vegetación. Con su hocico busca maqui o zarzamoras para poder alimentarse. Se pasea tranquilo porque en la zona no hay presencia de depredadores grandes como el puma o el zorro, o eso cree él. Pero de pronto escucha un ruido, alza sus pequeñas orejas redondeadas y enfoca la mirada al frente. Se queda quieto, inicialmente no logra detectar el peligro, solo se mantiene inmóvil analizando la situación con sus oscuros ojos, que son como pocitas de petróleo aterciopelado.  Su primer instinto nunca es arrancar, pero en cosa de segundos, el crujir de hojas secas que escuchó lo sigue el ladrido de un perro que corre rápido hacia él . Es un animal grande que probablemente tiene dueño, pero tal como acostumbra , al ver el portón de su hogar medio abierto, aprovecha la oportunidad de escapar y salir a cazar.  El pudú cae tumbado al suelo. Los puntiagudos colmillos del perro se incrustan fuertemente en la zona posterior de su pierna y pasan de ser blancos a estar manchados por sangre. Ya no es un solo perro, a lo lejos se ven dos más que vienen rápido. El pequeño está perdiendo energía, tiene la mirada entrecerrada, desorientada y respira cada vez con menos fuerza, intenta alzar su cabeza a causa de su curioso instinto, pero apenas puede moverse. Su cuerpo tiembla y cuando está a punto de fallecer los residentes de la zona se percatan de la trágica situación que ha ocurrido. ¡Teléfono, teléfono!, ¿qué hacemos en esta situación? “llamen al SAG”, grita alguien a lo lejos.  En situaciones así los pasos a seguir son inmediatamente llamar al Servicio Agrícola Ganadero (SAG) para que hagan el rescate y seguido de eso llamar al centro Chiloé Silvestre para que puedan entregar las indicaciones sobre qué hacer con el animal antes de que llegue el SAG o hasta el momento en que llegue. Entre las indicaciones que se entregan se encuentran dejar al pudú en un lugar tranquilo y aislado, donde no haya mucho ruido e idealmente en lo posible con proporcionarle alguna fuente de calor como un guatero o botellas con agua caliente. Tras ser rescatado el pudú, con su brillante pelaje manchado con sangre, llega al centro de rehabilitación, tiene algunos de sus músculos rotos y presenta dificultad para pararse y caminar. La herida provocada por los perros durante la emboscada se empieza a infectar tomando un color cada vez más oscuro, casi negro, dejando atrás el aspecto rojizo que tenía en un inicio, es decir que la zona afectada se empieza a necrosar y por consecuencia a provocarle pérdida muscular, sin embargo, el apetito del pudú se mantiene y este no pierde el ánimo para luchar por su vida.  Te podría interesar: La ranita del Loa no tiene dónde vivir En los últimos años el ataque de perros a animales endémicos ha ido en aumento. Según cifras entregadas por el reconocido ‘ doctor pudú ’, el veterinario Javier Cabello, también director de la ONG Chiloé Silvestre, organización que cuenta con el único centro de rehabilitación de fauna silvestre en el archipiélago, dice que “ en lo que va del 2024 ya han ingresado 30 pudúes en comparación a el año pasado en el cuál fueron 50 en total los que ingresaron y el antepasado donde fueron 60 (...) Es una cifra preocupante ”. En este momento el pudú se está recuperando progresivamente gracias a un tratamiento y a la ayuda que le proporcionan los profesionales que lo cuidan. Esta es una historia que muchos de su especie han vivido, pero lamentablemente no todos han logrado sortear la crítica situación de la misma manera que este ya que en estos casos el panorama de acuerdo con la gravedad de las heridas en la mayoría de las ocasiones es desalentador y conducen a un desenlace terrible.  El doctor pudú explicó que la mayor causa de ingresos al centro es debido a los ataques provocados por perros, señalando que un 75% de los pudúes que llegan heridos fallecieron, situación que afecta no sólo a los que habitan en la isla grande que es donde existe una mayor población de pudúes, sino que geográficamente esta especie habita desde la Región del Maule hasta la Región de Aysén. Aunque el principal factor de ingreso de fauna a centros de rehabilitación es los ataques de perros hacia pudúes, no es el único ítem que atenta contra la integridad de estas especies, si no que se suman los atropellos en carretera producidos por conductores que van a exceso de velocidad, enfermedades transmitidas por otros animales domésticos, caza ilegal y la destrucción y alteración de su hábitat natural. Existen tres categorías en las cuáles un animal se encuentra amenazado de extinguirse y esas son: en peligro crítico, en peligro y vulnerable. Los pudúes se encuentran rotulados como “ vulnerables ”, y si bien esa viene siendo la más baja, es importante tener la idea de que igualmente son una especie amedrentada en camino a la extinción. Desde diversas organizaciones medioambientales hacen el llamado a que las personas disminuyan la velocidad, que aumenten también las sanciones y multas a propietarios de perros que maten a animales silvestres que no asuman una tenencia responsable y que se implemente una educación efectiva a nivel nacional en los colegios acerca de la importancia de respetar y cuidar la biodiversidad e implementar carreteras más seguras para la fauna silvestre para ir en ayuda o contrarrestar de cierta forma lo que está sucediendo. Por ahora, el destino (y cuidado) de los pudúes queda en manos de los ciudadanos.

  • Amanda Marton, escritora: ¿Quién de ustedes no ha dicho alguna vez que no quiso parecerse a su mamá?

    La periodista y escritora chileno brasileña acaba de debutar en librerías con ‘No quería parecerme a ti’, una obra en la que comparte su experiencia al ser hija de una madre con esquizofrenia. ¿Pero qué hace tan universal a este texto? En que es una ventanita a la intimidad de una familia, donde más allá de un diagnóstico, se tensiona el amor, los silencios, la construcción de la identidad de su autora y las expectativas entre la relación de una mujer y su mamá.  La primera vez que leí a Amanda Marton hablar sobre su mamá fue en una crónica que publicó Anfibia . Todavía recuerdo la ilustración que la acompañaba, la de una mujer con la cara cubierta, con el cuerpo flotando en un agua verdosa. Me emocioné mientras avanzaba con la lectura y lloré. Me identifiqué tanto con el texto. Y no porque mi mamá tuviera esquizofrenia, como Cecilia, la mujer del relato, sino porque en este artículo la periodista relata con la mano más amigable una de las relaciones más complejas que puede enfrentar el ser humano.  Se la mandé a todo el mundo: se llamaba ‘ Mi madre es otra’ y en ella Amanda manifestaba este temor con el que cargó tantos años, el de heredar un diagnóstico de esquizofrenia que -según la ciencia- podría manifestarse hasta los 30 años.  Ahora Marton tiene 31 y acaba de lanzar un libro en el que hila sus memorias, la historia de su familia y una investigación completa sobre esquizofrenia. El título es algo que tantos hijos hemos dicho alguna vez: “ No quiero parecerme a ti ”.  A principios de junio, en el centro de Santiago de Chile, Amanda celebró su primer retoño editorial y esa noche quedaron manos arriba y faltó tiempo para que el público no sólo hiciera más preguntas, sino para que también compartiera con ella y con los otros asistentes sus propias experiencias con sus madres. En la parte de atrás, donde ya no cabían más almas, unas amigas se emocionaron revisando algunas páginas y una le dijo a la otra: “mi mamá no tiene esquizofrenia , pero yo tampoco quise parecerme a ella”. El texto, antes de comenzar, cita a la mexicana Alma Delia Murillo: “¿Cuántos normales y cuántos felices cabrán como adjetivos en las familias?, ¿cuántos serán los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente? ¿Existen o son solo un mito repetido incansablemente por generaciones? ”.  ¿Existirán las familias felizmente perfectas? "Cuando tuve que hablar del libro por primera vez, yo pregunté: ¿Quién de ustedes no ha dicho alguna vez que no quiso parecerse a su papá o mamá? Todos los hijos en algún momento de nuestra vida hemos dicho eso, creo yo. Hay características de esas personas que nos hacen decir: no quiero ser como tú o quiero ser mejor que tú. En mi caso, efectivamente, yo en lo que no me quería parecer a ella era en el aspecto de la esquizofrenia. En el libro reconozco mucho eso, yo estaba tan centrada en el diagnóstico, que obvié muchas cosas en las que sí quería parecerme (...) Pensamos mucho en nuestras familias en comparación con las del resto: o es más duro o más bonito, pero nunca lo vemos como una experiencia universal . Justamente, la universalidad de este libro no está en la esquizofrenia, sino en el amor, en la familia, en los silencios, en los estereotipos, en la lucha constante por construir la identidad, algo en lo que estamos todos”. ¿Crees que hay una expectativa mayor sobre la funcionalidad de las madres? “Totalmente. Mucha gente comentó que en el libro estaba la prueba de por qué las personas con trastornos no debían ser madres. Me daban ganas de contestarles que Hitler pensaba lo mismo, dejar infértiles y extirpar a la esquizofrenia, según parámetros nazis. Hay un posicionamiento moralista sobre qué conviene a la hora de ser madre, o quién debe serlo y quién no, como si alguien con un trastorno tuviera que restringirse a esa oportunidad ”. ¿Con qué preguntas odiosas te has encontrado en la promoción del libro? “Son preguntas que vienen desde el desconocimiento: si mi mamá vive sola, si se puede valer por ella, también me preguntan si la cuido, si basta o no con tomarse un remedio o si los brotes se manifiestan todos los días. Me encantaría que me preguntaran sobre lo que genuinamente hace ella: cómo es como mamá, por fuera del diagnóstico, que hablen de esa historia de amor que cuento en el libro y que se transforma a raíz de la esquizofrenia, pero que no deja de existir”. En el libro haces un repaso por el pasado de ustedes, pero actualmente, ¿cuáles son esos lugares de encuentro que tienes con tu mamá? “Siguen siendo los mismos de siempre. Hay una interacción cotidiana que no cambia como sí cambia la vida .  No vivimos juntas, pero cuando nos juntamos, vemos películas, comentamos de libros, ella es una gran lectora y nos regalamos textos. Intercambiamos cartas. Las redes sociales también son un lugar de encuentro. Mi mamá publica muchas selfies de señora (se ríe) y yo le opino sobre eso. A ambas nos gusta cocinar, por ejemplo, cuando la voy a ver no me deja entrar en su cocina. Lamentablemente después de cada brote ella no puede estar tan bien y en términos de desarrollo cognitivo, personal o social hay un deterioro. Pero como cualquier otra relación: hay encuentros, desencuentros y choques, certidumbres y sorpresas ”. Te podría interesar: Entrevista a la autora Arianna de Sousa: “No hemos entendido la crisis migratoria como una problemática humanitaria” Amanda visitó a su madre en Brasil y le llevó el libro de prueba. Fue la primera persona en leerlo. “Lo primero que le dije fue que no abandonara el libro, porque en eso no nos parecemos, yo no suelto un texto, llego al final, pero ella sí se encuentra con una historia triste, puede dejarlo”. Cecilia se sentó de inmediato a leerlo, frente a ella, no fue capaz de esperar. Mientras avanzaba le hacía comentarios a su hija, la autora. Se lo terminó en un día.  Marton le preguntó qué le había parecido y su mamá lo calificó con un 8.5 (en Brasil la nota máxima es un 10). Amanda le preguntó por qué. “ Tenía mucho miedo de que no como lectora, sino que como mamá, no avanzara y no llegara a las conclusiones, que pensara que su hija no quería parecerse a ella.  Me dijo que habían momentos en los que no se sintió identificada. Le dije que lo entendía, muchas cosas tenían que ver con sus delirios o las decisiones que tomó de manera inconsciente, pero la investigación periodística lo verificó. Lo consulté con seis personas y me dijeron lo mismo. Le dije que estaba siendo poco objetiva, que lo estaba analizando como protagonista. Ese día nos reímos y me subió la nota a 9.5, no quiso ponerme el 10”. El libro 'No quería parecerme a ti' de Amanda Marton ya está disponible para su compra en formato físico y digital.

  • Cuídenla como si fuese Mía

    Durante 2023 fallecieron nueve menores de un año debido a enfermedades respiratorias. El caso de Mía Olivares fue el más controversial. Murió el 6 de junio en el Hospital Claudio Vicuña de San Antonio luego de esperar cuatro días a ser trasladada para recibir la atención médica que necesitaba. A la niña no la mató el virus sincicial, sino una seguidilla de falencias en el sistema de salud: deficiencias en la gestión de camas críticas y fallas en la atención pediátrica de cuadros respiratorios, además de una aparente mala praxis por parte del hospital, según auditorías en el caso. “Mía viajó por todo Chile estando siempre en San Antonio. Nos dieron distintas versiones, nos decían una cosa y luego salían con otra. Si las cosas se hubieran hecho distintas, nuestra hija estaría con nosotros”. Declaraciones de Nicol García y Nicolás Olivares, padres de Mía, en el texto de la querella que presentaron por el caso de su hija. Viernes 2 de junio de 2023. Nicol García y Nicolás Olivares notaron que sus hijos Agustín (7 años) y Mía (3 meses), tenían tos y fiebre. Con cuidados en la casa lograron bajar la temperatura a Agustín y alimentar a la niña, pero al día siguiente sus cuadros respiratorios se complicaron y partieron al hospital Claudio Vicuña de San Antonio, donde viven. Él fue dado de alta pronto; Mía quedó hospitalizada porque su tos empeoraba.  El domingo 4 de junio, en el turno de la mañana, avisaron a los padres que trasladarían a Mía a junto a otros niños contagiados con virus sincicial a Valparaíso. Una de las madres le contó a Nicol: “A tu hija estuvieron a punto de intubarla”. A eso de las 13:00 horas, Nicol le pidió a una prima enfermera que visitara a su hija en el hospital. La mujer vio a Mía con los ojos hinchados y se preocupó. Esa hinchazón podría ser consecuencia de la administración de corticoides, le dijo a Nicol.  A las 18:40 llegó otra tía de Mía a cuidarla y mientras estuvo con la niña notó que la pequeña tenía dificultades para respirar. Solicitó la atención de una funcionaria de salud tens, quien tomó las pulsaciones de Mía advirtiendo que eran inusualmente altas. Luego, esta funcionaria informó a una enfermera sobre la situación. La niña lloraba, pero finalmente se tranquilizó. La tía les dijo a las funcionarias de salud que Mía se volvía inestable. “Ellas parecían no percatarse de la situación”, señala. Cerca de las 21:30, Nicol García retomó el cuidado de su hija. En ese momento estaban dos kinesiólogos presentes, y uno de ellos, el practicante, expresó su preocupación acerca de la discrepancia en los datos de saturación que él estaba registrando, según se lee en la querella que presentaron los padres por el caso de su hija. A las 21:50 de ese domingo 4 de junio informaron a los padres desde el Hospital que Mía estaba en lista de espera para ser trasladada. Su estado era crítico. Una cama para mía La madrugada de ese día a Nicol le habían informado sobre el traslado de su hija a una cama de UCI y preguntó hacia dónde sería llevada. Le respondieron que a donde fuese posible. Durante la noche Mía se mantuvo estable y sin complicaciones. Nicol salía frecuentemente de la sala REA para consultar a enfermeras, tens y cualquier personal disponible. Sentía que a Mía no lla cuidaban y que sólo estaba ella con su marido en la sala, sin la presencia de médicos para monitorear a la niña. La familia quería trasladarla a una clínica, pero el director del hospital les comunicó que el plan de urgencia estaba activado, pero la situación era difícil debido a la falta de disponibilidad de camas críticas. La Unidad de Gestión Centralizada de Casos (UGCC), dependiente de la Subsecretaría de Redes Asistenciales, es la encargada de gestionar los traslados de pacientes que necesitan camas críticas, asegurando la continuidad de su atención médica. Cada hospital y clínica tiene personal específico a cargo de gestionar las camas UCI. Estos pueden ser enfermeros o médicos del recinto asistencial y su rol fundamental es notificar la disponibilidad de camas para pacientes críticos. Así el sistema de la UGCC puede monitorearse desde cualquier parte del territorio nacional. “Lo primero que hacen es buscar camas críticas en la red pública. Al no encontrar camas en la red pública pasan a buscar camas a la red privada. Por ende, siempre van a tener más derivaciones de la red pública; tienen que saturar sus camas primero antes de ocupar las privadas”, explica Franklin Novoa, gestor de camas.  Por ley de transparencia se obtuvo el número de camas críticas para niños (UCI pediátricas) la semana en que enfermó Mía, del 2 al 6 de junio de 2023. El sistema estaba al límite. Luis Castillo, exsubsecretario de redes asistenciales, señala en relación al caso de Mía: “No se gestionaron dinámicamente los requerimientos existenciales de los pacientes críticos pediátricos. Como tenían la información que les había entregado la UGCC de que no había camas UCI pediátricas, no preguntaron nada más”.  Relata las experiencias que le tocó vivir durante la pandemia: “Cuántas veces me dijeron que no había cama acá en Santiago. ‘Espérate un poco’ les decía. ‘Yo iré a mirar’. Ahí se ponían nerviosos y uno mirándolos les preguntaba: ‘¿Por qué este enfermo está aquí? ¿Por qué no puede estar allá? Entonces pedía que trasladaran a enfermos que estaban estables a la unidad intermedia y abrieran esas camas para pacientes más graves’. Eso no existió”. Luis Castillo también critica a la UGCC: “El sistema funciona muy bien cuando hay disponibilidad de camas para los requerimientos asistenciales que tiene, pero en forma estática cuando los requerimientos sobrepasan la capacidad instalada de camas. Ahí se necesita un gestor dinámico y un coordinador que integre este nivel de complejidad de camas tanto en el sector público como privado. Eso no existió en este caso”. Mediante una solicitud de Transparencia se intentó conocer cómo funcionaron los traslados de lactantes y niños hasta 2 años antes y después de la muerte de Mía. Fueron entregadas cifras entre el 1 de marzo de 2023 y el 11 de junio (la semana posterior a su fallecimiento). Se entregaron solo totales, por lo que no es posible saber el comportamiento de las derivaciones, pero dentro del periodo que se logra conocer, según las cifras del Minsal, entre el 1 de marzo y el 11 de junio fueron trasladados 149 menores de dos años. De ellos, 43 a centros privados y 106 a centros públicos. De las cifras, llama la atención que los traslados a centros privados aumentaron notoriamente tras la muerte de Mía y la exposición pública que tuvo su caso. En los tres meses anteriores a su fallecimiento (1 de marzo al 5 de junio), hubo 23 traslados a centros privados, mientras que sólo en los cinco días posteriores a su muerte (hasta el 11 de junio), fueron 20.  Además, antes de su fallecimiento la mayor parte de los traslados fue a hospitales regionales (solo dos en RM, uno a Clínica Meds y otro al Hospital Clínico UC); mientras que tras su muerte aumentaron los traslados a reconocidas clínicas en la RM (3 a Clínica Alemana y 5 al Hospital Clínico UC). La espera de la ambulancia Mía necesitaba estar internada en una cama UCI. Su situación iba empeorando con el paso de las horas. A eso de las tres de la madrugada del lunes 5 de junio, le notificaron a la familia que la lactante iba a ser trasladada al Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso para seguir con el cuidado intensivo. Sin embargo, ese traslado nunca se realizó. A las 10:00 de la mañana del lunes 5 de junio llegó una ambulancia del Hospital, pero estaba destinada a recoger a un niño que había sido intubado. Al consultar por qué Mía aún no había sido trasladada, mientras que el otro niño sí, les respondieron: “Así funciona el sistema y no tenemos margen de acción”, ya que ese traslado estaba previamente coordinado.  La llegada de la ambulancia estaba planificada para la medianoche del 6 de junio para partir rumbo a Santiago y posteriormente a Arica, pero nunca llegó. Hoy la familia demanda dos posibles negligencias por parte del Hospital Claudio Vicuña. Primero, que a pesar de los evidentes signos clínicos al ingreso de Mía -taquicardia, taquipnea, fiebre y desaturación (menos del 92%)-, se categorizó erróneamente como C3 en lugar de C2, una clasificación más acorde con su condición de alto riesgo, según se constata en el “Informe análisis de Caso Nº 1/2023 del Comité Central de Auditorías de muertes en niños y niñas”, realizado por el Servicio de Salud Valparaíso-San Antonio. La segunda de las negligencias que demanda la familia tiene relación con el trato e implementos que utilizaron en el hospital con la paciente. En el mismo informe se señala que “ante la insuficiencia respiratoria aguda, la paciente no fue conectada a Cánula Nasal de Alto Flujo (CNAF) hasta 10 horas después del ingreso, a pesar de las recomendaciones actuales. Durante este tiempo, se utilizó oxígeno por naricera con flujos y concentraciones variables. La paciente continuó inestable durante casi 24 horas con CNAF antes de decidir la intubación y la ventilación mecánica invasiva (VMI), proceso que tomó otras 12 horas”.  La familia sostiene que estas demoras podrían contribuir a un manejo inadecuado. Por lo mismo, el martes 21 de noviembre de 2023 presentaron una querella criminal por estas y otras posibles negligencias médicas. En la querella también expresan la falta de prontitud en la solicitud de una cama crítica pediátrica desde el Hospital Claudio Vicuña a la UGCC MINSAL, realizada el 5 de junio a las 11:23 horas, a pesar de tener indicios de la necesidad desde las 04:00 horas del 4 de junio. Se sugiere que esta demora pudo contribuir a la probable pérdida de un cupo durante el 4 y la primera parte del 5 de junio, a pesar de que el reporte del 5 de junio mostraba dos cupos disponibles en otras instituciones, siendo uno de ellos en la Clínica Las Condes. En el documento se relata que la situación empeoró mientras se esperaba la cama crítica, resultando en la conexión tardía a ventilación mecánica y, posteriormente, en un shock hipotensivo.  También se señala que la paciente fue manejada en un establecimiento que no cumplía con las condiciones óptimas de soporte. La familia argumenta que estas circunstancias, resaltadas por la auditoría, podrían constituir posibles negligencias médicas. Había camas en Coquimbo y Rancagua La jefa de urgencia del hospital Claudio Vicuña informó a los padres que Mía sería trasladada a Arica, ya que solo allí había disponibilidad de cama UCI pediátrica.  “Minutos después nos informaron que debíamos deben esperar, ya que podría surgir la oportunidad de trasladar a Mía a Viña del Mar en lugar de Arica”, señalan los padres en la querella. Pronto les comunicaron que la opción en Viña del Mar se descartaba y continuarían con Arica.  “Después de esto estuvimos esperando, preguntando a qué hora venía la ambulancia, hasta que llegó la noche”, comentan los padres.  La familia se empezó a desesperar.  “A las 00:00 horas del martes 06 de junio de 2023, supuestamente iba a iniciar el viaje de Mía hacia Arica, que había sido confirmado y coordinado, y no pasó nada. Luego a las 07:00 de la mañana nos dijeron que venía la ambulancia, pero no llegó”, relatan los padres en la querella. El traslado a Arica no pudo concretarse porque Mía empeoró y porque hubo una demora en solicitar la ambulancia, según señala la familia. ¿Qué sucedió? ¿Por qué hubo demora? Aerotac fue la empresa encargada de realizar el traslado. El abogado Miguel Acuña asegura que uno de los testimonios que lograron rescatar de la empresa es que se dio muy tarde el aviso. “Una ambulancia para traslados específicos es bien difícil de conseguir. El hospital quería innovar con un traslado aéreo con pacientes críticos y sobre todo con una lactante. Era la primera vez que se hacía en el Hospital Claudio Vicuña. Sin embargo, no se pudo porque obviamente la paciente falleció”, señala el abogado Miguel Acuña. Esta investigación encontró por lo menos dos hallazgos relacionados con la disponibilidad de una cama UCI: una en Rancagua y otra en Coquimbo respectivamente. Si bien se conoce el caso de la Clínica Las Condes, el Hospital Clínico FUSAT de Rancagua también tenía una cama disponible. “Después del fallecimiento de Mía, en el transcurso de la investigación, descubrimos que la Clínica FUSAT también tenía cupo”, comenta Miguel Acuña, abogado de los padres de Mía. Por otra parte, una fuente anónima que trabaja en el Hospital San Pablo de Coquimbo reveló para este reportaje que tenían camas y nunca llamaron: “Al día siguiente del fallecimiento de Mía nos llegó un niño de Punta Arenas. La verdad es que no nos llamaron y nosotros teníamos cupo. Algo pasó. Ahora no es necesario que te llamen, porque están obligados durante la campaña de invierno a subir los cupos. Yo no sé qué pasó, pero a Coquimbo nunca llamaron”, concluye. Realidad del Hospital Claudio Vicuña Tanto Agustín Olivares como Mía Olivares entraron a la urgencia infantil del Hospital de San Antonio. El diagnóstico de Agustín concluyó en un cuadro gripal. “Le dieron medicamentos de adulto, ya que no tenían para niños (…) Cuando monitorearon a Mía, la máquina se puso de color rojo, mi tía preguntó y le dijeron que estaban malas y que esas máquinas eran para adultos. Mi tía, al observar que a la niña se le salía la naricera y le quedaba en la orilla de la nariz, se dio cuenta de que no le funcionaba correctamente, ya que era muy grande para ella”. Declaraciones de Nicol García y Nicolás Olivares en la querella. La situación que vivió Mía refleja los problemas de infraestructura y recursos del hospital Claudio Vicuña. La falta de camas UCI, tanto para adultos como pediátricas, así como la carencia de equipos y profesionales, se evidencian en la atención que recibió la niña. Esta realidad, según María Eugenia Cavieres, presidenta de la federación Quinta Costa de la AFUSAM, resalta la urgente necesidad de abordar problemas fundamentales en la atención médica, como la escasez de personal y la carencia de equipamiento. En la querella, la familia señala que se trató a un paciente en estado crítico en un establecimiento que carece de la prestación de UCI pediátrica y que no cuenta con especialistas y profesionales médicos especializados en el manejo de este tipo de pacientes.  El Hospital Claudio Vicuña, al igual que la mayoría del país, no estuvo ajeno al aumento de casos de virus respiratorios durante la semana de junio en que falleció Mía. Según el Departamento de Estadísticas e Información de la Salud (DEIS), en 2023 este hospital tuvo un peak de atenciones en urgencias de niños menores de un año. Todas  causadas por problemas respiratorios. El peak fue en la semana 36 (del 30 de agosto al 5 de septiembre). La culpa no es Mía “¡Cómo hicieron tan tarde todo!, ¿Por qué hicieron gestiones a último minuto? Jugaron mucho con nuestras expectativas, nos ilusionaban. Mía viajó por todo Chile estando siempre en San Antonio, nos dieron distintas versiones, nos decían una cosa y luego salían con otra. Sii las cosas se hubieran hecho de manera distinta, nuestra hija estaría con nosotros, sobre todo si la hubiésemos podido trasladar antes a cualquier centro de salud público o privado”.  Declaraciones de los padres de Mía en la querella penal. En cierto momento del martes 6 de junio, estando en el pasillo, comenzaron a escucharse gritos. Nicol García escuchó que su hija había tenido un paro cardíaco. También escuchó cuando reprendían a un guardia y a una funcionaria del laboratorio. Cuando todo estaba listo para que Mía fuese trasladada, sufrió no uno ni dos, sino tres paros cardiacos.  Finalmente, les dieron la noticia a los padres: la niña había fallecido. En un comunicado del hospital, su director, Enrique Jiménez Mira, manifiesta el compromiso con seguir trabajando para mejorar la atención médica. A su vez, lamenta profundamente la muerte de la lactante.  Para los abogados de la familia, Miguel Acuña y Epiro San Martín, en el caso de Mía es importantísimo saber qué reparación busca la familia. En una entrevista, respondieron a la pregunta en cuestión: “Sabemos que cualquier suma de dinero no les va a devolver a la guagüita, pero es uno de los elementos que establece el ordenamiento jurídico”, afirman. Miguel Acuña agrega que la finalidad de la querella no es el dinero, pero “es una de las condiciones cuando se demanda al Estado, la forma de reparación del daño que impone la Ley”. El monto que se pide ronda entre las 3.000 - 3.500 unidades de fomento.   La repercusión del caso del caso de Mía Olivares hizo que la bancada de Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), principalmente el senador Francisco Chahuan y la diputada Camila Flores, anunciaran un proyecto de Lley que busca garantizar la atención de salud para infantes, ya sea en el sector público o privado, además garantizar camas UCI. El proyecto fue votado el lunes 20 de noviembre de 2023 en el Congreso y fue aprobado en forma general. La propuesta busca que a ninguna familia le vuelva a ocurrir lo que le pasó a la pequeña Mía Olivares.

  • Dos artículos nuestros son finalistas para el Premio Periodismo de Excelencia 2023

    La premiación que realiza hace más de 20 años la Universidad Alberto Hurtado reconoce la calidad y relevancia de los mejores trabajos escritos, audiovisuales y digitales del año. Dos de nuestros reportajes favoritos fueron seleccionados en la categoría "Mejor reportaje escrito". ¡Estamos celebrando! Hoy la Universidad Alberto Hurtado dio a conocer los trabajos finalistas del Premio Periodismo de Excelencia (PPE) 2023. Y la gran sorpresa es que Revista Quiltra obtuvo dos de tres nominaciones en la categoría de "Mejor reportaje escrito". El PPE, que da relevancia a las piezas periodísticas de calidad desde hace más de 20 años, premiará a los mejores reportajes, crónicas, perfiles y entrevistas escritos y publicados durante el 2023. Como equipo nos sentimos profundamente orgullosos y agradecidos de que se reconozca el periodismo narrativo joven y que se valore el trabajo de medios independientes. ¡Sólo tenemos un año de vida y esto nos llena de energía para seguir adelante! Los finalistas Uno de los destacados fue el artículo "Un recorrido por los carretes con receta: noches de jarabe, clonazepam y fentanilo" de las periodistas Camila Álvarez y Jacinta Matus, quienes evidenciaron a través de un híbrido entre crónica y reportaje, cómo los jóvenes chilenos consumen drogas de farmacias en las fiestas. Medicamentos para la tos, la ansiedad, analgésicos y hasta remedios veterinarios son parte del cóctel en Santiago por la noche. "Expertos explican que estamos en una crisis, pero que es antecedida por otra. Los tiempos de incertidumbre, la inestabilidad social y la pandemia, habrían hecho que los jóvenes encuentren en estas drogas un refugio frente al miedo hacia el futuro. Es una radiografía por distintos sectores de la capital, desde que empieza el carrete hasta que termina". Nuestro otro finalista es "El egreso de la generación container", un reportaje de Tomás Basaure, que cuenta cómo, tras el tsunami que en febrero de 2010 que arrasó con el Colegio Insular Robinson Crusoe en el Archipiélago de Juan Fernández, los alumnos recibieron una solución modular de forma transitoria. En noviembre de 2022, Seis jóvenes se graduaron y se transformaron en la primera generación en completar todos sus estudios escolares en un container, creciendo bajo la promesa de la construcción definitiva. Algo que nunca pasó". En el relato, publicado tras la graduación de los jóvenes, cuenta la historia, los recuerdos y reflexiones de un curso de niños y niñas afectados por una de las catástrofes más dramáticas de nuestra historia. Aprovechamos de felicitar a nuestros compañeros de Ciper Chile, un equipo que admiramos profundamente y al que le agradecemos su trabajo y contribución a la verdad. Revisa la lista completa de finalistas aquí

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