Más de 500 niñas, niños y adolescentes del litoral central llevan años sin poder asistir a un colegio por falta de cupos. El Mineduc anunció la ampliación de colegios para aumentar las matrículas en 2024 y entremedio las municipalidades han creado medidas paliativas. Por mientras, mamás y papás pasan noches completas afuera de establecimientos educativos para tratar de conseguir matrícula y, a punta de rifas y kermesse, se levantan escuelas caseras que preparan a niños y niñas para rendir exámenes libres.
Nunca ha ido al colegio.
Ramiro tiene 11 años y nunca ha ido al colegio.
Cuando llegó el momento de inscribirlo en 1° Básico, quedó número 8 en una lista de espera que nunca corrió. “Volví a intentarlo al año siguiente, pero me dijeron que no había cupos nuevamente, así que mi hijo continuó sus estudios en una escuelita libre. Eso hasta julio de su 2° Básico, cuando ya no pude seguir pagando y lo tuve que sacar”, cuenta Ingrid Yametti, profesora y mamá de Ramiro.
Ese año, cuando el papá de su hijo dejó de pagar la pensión alimenticia, Ingrid comenzó a educarlo en casa. Así cursó las materias correspondientes a 3° y 4° Básico, que fueron evaluadas en exámenes libres junto a cientos de otros niños y niñas del litoral central que no han logrado obtener un cupo en los colegios de la zona.
La falta de matrículas es una situación que las familias de las comunas de la zona norte de la Provincia de San Antonio vienen advirtiendo hace más de cinco años, pero que sin duda empeoró luego de la pandemia, cuando muchas personas llegaron a habitar el litoral central, lo que aumentó el déficit de éstas. “Yo nunca había visto tanta gente rindiendo exámenes libres. Por primera vez abrieron una sede aquí (en El Quisco). No dan abasto para recibir a tantos niños desescolarizados”, dice Ingrid.
Rolando Espinoza, concejal de El Tabo que preside la comisión de educación de la comuna y ha estado trabajando en este tema, participó en una reunión donde se expuso un cruce de datos que los Departamentos de Administración de Educación Municipal (DAEM) de las municipalidades de Algarrobo, El Quisco y El Tabo llevaron a cabo a mediados de 2022.
Analizaron los nombres escritos en las listas de espera de los establecimientos educacionales de las tres comunas. Si bien los datos oficiales aún no se publican, el concejal asegura que en ese momento el cálculo arrojó que más de 500 niñas, niños y adolescentes de la zona estuvieron sin colegio durante 2022. Cifra no menor considerando que la población de la zona ronda los 35 mil habitantes.
En muchos casos lo que ocurre es que, al no existir matrículas en el lugar donde viven, el Sistema de Admisión Escolar (SAE) les envía a establecimientos que están en ciudades como Casablanca o San Antonio.
“Conocí el caso de un niño de Algarrobo de 1° Básico que lo mandaban a una escuela rural en Santo Domingo. Son localidades alejadas, no hay micro. Recorrer 10 kilómetros en Santiago es diferente que viajarlos en el litoral central. Acá hay mala conexión y poca locomoción, entonces las distancias se hacen más largas. Otro problema es que, por ejemplo, a un hermano lo mandan a El Tabo y al otro a Mirasol (24 km. de distancia). Es súper complicado”, dice Rolando Espinoza.
Escuelas libres en la medida de lo posible
Ante la falta de oferta educacional, madres y padres desesperados han organizado escuelas libres, que abundan en el litoral central. Entre otras cosas, preparan a los niños, niñas y adolescentes para rendir exámenes libres anuales para así certificar que cursaron el nivel correspondiente y poder pasar al siguiente.
En general, la mensualidad de estas escuelas ronda los 120 mil pesos, sin incluir materiales, comida ni transporte. Tampoco cuentan con psicopedagogas, psicólogas, Programa de Integración Escolar (PIE) ni capacidad de contratar formalmente a los y las docentes. Pero, en muchos casos, es la única posibilidad educativa que les queda a algunas familias.
“Con esto, lo único que están haciendo es abrir más la brecha entre clases sociales. Están dejando un espacio muy grande para que los niños y adolescentes se pierdan. Sin un espacio para desarrollarse, especialistas, comunidad educativa… Todo lo que tiene que tener una escuela, lo que necesita un ser humano para desarrollarse sanamente”, concluye Ingrid.
Sin compañeros, sin curso
El sueño de Lukas es cursar 4° Medio, su último año de colegio, con sus compañeros y compañeras del Liceo Clara Solovera, de El Quisco. Algo no fácil de cumplir: el primer semestre de 2022 tuvo que irse a vivir a Santiago y, cuando volvió, se encontró con que ya no había cupo en su colegio para recibirlo de vuelta.
Como última medida para pasar 3° Medio, se inscribió para rendir exámenes libres: estudió durante semanas 5 horas diarias solo en su casa y logró pasar de curso. “Fue difícil sin la ayuda de un profesor. Había materias que no entendía y no tenía a quién preguntarle, así que a puro videos de YouTube o Google”, cuenta Lukas, de 17 años.
Aunque, para él, lo más difícil no ha sido el aprendizaje de materias, sino la falta de compañeros y compañeras. “Me gustaría compartir con más gente. Es difícil no ver gente de tu edad, conversar o hacer un trabajo juntos. En el colegio tienes con quien hablar, te distraes, ves a tus compañeros la mayoría del año, se te van dando las amistades. En cambio, en mi caso no voy a ir por la calle a conversar y conocer gente. Uno no sale de la casa, entonces uno no socializa, ese es el problema”, dice Lukas.
Ya postuló nuevamente a su liceo y está en la lista de espera, con ansias de que le digan el resultado. “Quiero estar en mi colegio. Es donde los profes me tienen cariño y tengo amigos ahí”, dice.
“Es necesario tener espacios de socialización. Yo aprendo a pensar el mundo cuando estoy en interacción con otros. La no escolarización es bien grave. Se está afectando el derecho a la educación de los niños, lo que implica que no acceden a las competencias que pide el mundo de hoy. También impacta en lo socioemocional: la escuela te da un lugar en el mundo y una identidad propia.No participar de lo que están participando todos provoca problemas de autoestima. Por otro lado, puede llevar a que se vayan muy luego al mundo del trabajo”, explica la Doctora en Psicología Edita Núñez.
Existen estudios que alertan sobre las consecuencias negativas para niños y niñas que no asisten regularmente a la escuela. Es algo que se ha estudiado especialmente post pandemia y en niños y niñas con discapacidades cognitivas, una población históricamente excluida del mundo escolar. En ambos casos se habla de “lost learning”.
Es lo que Andrea Alarcón, de Algarrobo, teme que le ocurra a su hijo José, de 6 años, quien tiene diagnosticado Trastorno del Espectro Autista (TEA). En 2022 debía matricularse en 1° Básico, pero no encontró cupo. “Él mismo me pide. Dice: ‘¿Mamá cómo va a ser mi colegio?’. ¿Cómo le explico que no quedó en ninguno?”, cuenta Andrea, quien es integrante de la Red Inclusión Algarrobo, que agrupa a mamás de niñas y niños con necesidades neurológicas especiales, como TEA o epilepsia. Del grupo, ninguna ha encontrado matrícula.
“Ha sido terrible, frustrante. Una trata de buscar soluciones pero no encuentra. Estamos en situación de abandono total, de vulneración. Yo estoy educando a mi hijo en casa pero no tengo las herramientas, aparte tengo que dejar mi vida de lado. ¡No puedo trabajar! No da para pagar las escuelas libres y aparte hay que pagar las terapias”, añade.
El año pasado, también por falta de cupos, tuvo que mandar a su hija de 16 años a vivir a Santiago, para que pudiera estudiar en un colegio. “Mi idea es que volviera a vivir conmigo, pero es imposible encontrar un cupo para ella. Así que ahora la veo solamente fin de semana por medio”, cuenta Andrea, que este año sí logró encontrar matrícula para su hijo de 9 años.
Solución a la ecuación
Como forma de institucionalizar el sistema de escuela libre, en marzo de 2022 la Municipalidad de El Quisco implementó el programa Saberes. La idea surgió hace un par de años desde una mesa de educación comunal compuesta por funcionarios de la Municipalidad junto a vecinas y vecinos. Estuvo encabezada por Cristian Vázquez, conocido dirigente social de educación del litoral quien falleció en enero del año pasado debido al Covid19, dejando esta herencia.
Saberes, hoy a cargo de la Dirección de Desarrollo Comunitario (Dideco), consiste en la habilitación de cinco sedes sociales como salas de clase de lunes a viernes de 8.30 a 13.30 hrs. Ahí, profesores y profesoras enseñan los temarios de 1° a 8° Básico a los niños y niñas de la comuna para que preparen sus exámenes libres. Además, se entrega orientación con respecto a los trámites de todo este proceso. Cuenta con equipo psicosocial y ofrece talleres variados. 173 niñas, niños y adolescentes participaron del programa en su primer año y el total aprobó sus exámenes libres. El plan es seguir con el programa en 2023, ampliando el alcance a 1° Medio.
El Tabo, por su parte, implementó otra medida. La Municipalidad compró un terreno para trasladar allí el actual Colegio El Tabo y aprovechar de ampliar su capacidad de 900 a 4 mil estudiantes. Si logran adjudicarse fondos del Ministerio de Desarrollo Social, planean comenzar la etapa de diseño en 2023 y de construcción en 2024.
Desde el Ministerio de Educación también están trabajando en el problema. En agosto, el subsecretario de Educación, Nicolás Cataldo, visitó distintas escuelas del litoral central, escuchó los requerimientos de los alcaldes y anunció la inversión de más de 1500 millones de pesos para mejorar la situación como parte de la política de reactivación educativa integral Seamos Comunidad. A corto plazo financiará la habilitación de nuevas aulas en colegios ya existentes y a largo plazo se promete implementar proyectos educacionales definitivos.
Esto destinado a mejorar la infraestructura de seis establecimientos de la Provincia de San Antonio: Escuela El Bochinche de Algarrobo, el Complejo Educacional Clara Solovera de El Quisco, el anexo de la Escuela Las Cruces en El Tabo, el Liceo Eugenia Subercaseaux de San Sebastián en Cartagena, el Instituto Comercial en San Antonio y el Colegio People Help People de Santo Domingo.
Mientras tanto, niños y niñas pasan el verano esperando.
Ramiro quiere ir al colegio. Ya se lo ha pedido varias veces a Ingrid. “Quizás te obliguen a cortarte tu trenza larga, ¿estás dispuesto igual?”. Ramiro, después de pensarlo un momento, la mira a los ojos y le dice que sí, que está dispuesto. Eso, dice Ingrid, significa que tiene muchas ganas de ir al colegio.
Por eso el 2 de enero a las 15.30 Ingrid se plantó afuera del colegio particular subvencionado El Alba dispuesta a esperar lo necesario para inscribir a su hijo en 6° Básico. Antes de ella había otras once personas en la fila. “Algunas llegaron el 29 de diciembre. Pasaron el año nuevo en la fila. Afuera del Colegio El Quisco había hasta gente acampando”, cuenta Ingrid. Esa noche, envuelta en una frazada, se mantuvo en vela hasta que a las 8.30 hrs. abrieron el portón. Escribió el nombre de su hijo en un papel con la misma esperanza que muchas otras mamás y papás: que el 2023, este año sí o sí, sus hijos e hijas puedan por fin entrar al colegio.
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