top of page
  • Instagram
  • Facebook

Un coleccionista fuera de su caja

Actualizado: 19 jun

Para Óscar Marchant dejar Venezuela fue más que un acto de migración: fue el inicio de una vida más honesta. Lejos de un hogar estricto y heteronormado, pudo convertirse en el coleccionista de muñecos Ken que siempre quiso ser, desde que era un niño que no encajaba en lo que esperaban de él. Hoy, esos muñecos no son un pasatiempo, sino una forma de memoria, un recordatorio de resistir y de reconstruirse lejos de casa.


Entre los años 80 y 90, Mattel desató un fenómeno comercial y cultural que arrasó con el mundo entero, y Venezuela no fue la excepción. Las Barbies se convirtieron en iconos omnipresentes en vitrinas y cumpleaños, pero su eterno acompañante, Ken, también tuvo sus propios seguidores, aunque más discretos. Uno de ellos fue Óscar Marchant (@oscar_ken.collection.cl).


El futuro coleccionista nació un 18 de abril de 1977, en Caracas, Venezuela. Sus padres trabajaban en un supermercado, hasta que la mamá dejó el empleo para cuidar de él y sus hermanos. Óscar era el del medio: un niño reservado, poco efusivo, pero muy observador. Desde pequeño se sintió diferente y creció bajo las estrictas normas de su hogar en la que tener un muñeco no era una posibilidad. “En Venezuela somos una sociedad en la que se vive de apariencias y donde la homosexualidad es tabú. No se habla de eso”.


Pero a pesar de tener a una sociedad en contra, no se olvida de que la primera vez que vio un Ken, tenía seis años. Fue en casa de sus vecinas, mientras ellas jugaban con las muñecas rubias de vestidos rosados y novios perfectos, a Óscar le llamaban la atención los Ken, sus trajes de gala, sus cabellos moldeados y sus portes de galán. Se acercaba con discreción, los miraba y a veces pedía jugar .“En mi infancia no pude tener uno. Me fascinaban, pero tenía miedo de que mi familia se diera cuenta y que no les gustara. Nací en un hogar machista, en el que no es bien visto que un varón juegue con muñecas”, recuerda.

Oscar Marchant llegó a Chile desde Venezuela en el año 2015. En la imagen aparece junto a su Mini Mi, un Ken de segunda que él mismo reparó y lo convirtió en una versión Mattel de él.
Oscar Marchant llegó a Chile desde Venezuela en el año 2015. En la imagen aparece junto a su Mini Mi, un Ken de segunda que él mismo reparó y lo convirtió en una versión Mattel de él.

Aunque lo marcó desde niño, durante mucho tiempo se mantuvo lejos de estos juguetes. Los Ken eran “para niñas”, le decían. Y él aprendió a mirar con resignación y distancia. Sin embargo, hoy los Ken son protagonistas en su vida. Y no como juguetes, sino como símbolos de lo que no pudo ser, pero de lo que hoy ya no necesita esconder.


Con el paso del tiempo, Óscar tuvo que enfrentar la adultez sin juegos. “Después de graduarme del colegio, me tocó trabajar como mensajero interno en la administración pública. Quería tener algo de independencia financiera”, cuenta. Y fue en ese mundo de pasillos grises y carpetas selladas donde tuvo su segundo encuentro con los muñecos. Ya no desde la orilla del deseo, sino desde la posibilidad. Corría 1999, Óscar tenía 22 años y, por fin se dio un gusto postergado: compró su primer Ken. Era el Príncipe Eric, de la película La Sirenita.


***

En 2007, Óscar se despidió de Venezuela con una mezcla de esperanza y tristeza. Antes de partir, tomó una decisión sencilla y simbólica: dejó atrás dos muñecos Ken especiales y se los regaló a su sobrino. El niño, como él a su edad, observaba los muñecos con una mezcla de distancia y curiosidad. Tiempo después, Óscar supo que su hermano los había tirado a la basura. “Ahí entendí que muchas cosas no han cambiado. Que en mi familia aún pesan los mismos prejuicios”, dice. Hace una pausa. Luego agrega, con la voz un poco más baja: “Es muy doloroso. Yo podría haber aceptado otro tipo de vida, hacerlos felices, pero rompí con eso”. En su país, muchos hombres gay se casan con mujeres para sostener una apariencia. “Yo le dije un día a mi mamá que no me gustaría dañar a una persona por complacerlos a ellos. Y no lo hice”, recuerda.


La vida en Argentina no fue fácil, pero sí liberadora. Se quedó hasta 2012 vendiendo paquetes turísticos y conociendo gente de todos lados. Entre apuros y aeropuertos, descubrió algo más que paisajes: encontró un universo nuevo, el del coleccionismo. Ya no compraba muñecos por nostalgia. Ahora los miraba como piezas de arte, como testigos silentes de una historia que, por fin, podía empezar a contar.“Hay machismo en todos lados, pero en Venezuela es más fuerte.

Allá es más común que no te contraten por tu orientación sexual. Yo lo viví, lo sufrí”, denuncia.


Con sus muñecos en la maleta, Óscar volvió a Venezuela. No duró mucho. En 2013, el país se hundía aún más. Nicolás Maduro asumía la presidencia y, con él, se aceleraba la caída.“La situación estaba empeorando. Ya no había dólares. Al año siguiente comenzó la escasez. Primero en los supermercados, luego en tecnología, juguetes, productos eléctricos. Fue un año muy difícil”, recuerda. La incomodidad se convirtió en urgencia. Había que partir otra vez. Esta vez, el destino fue Chile.

En la imagen aparece el muñeco del Príncipe Eric, el primer Ken que compró el coleccionista Óscar Marchant.
En la imagen aparece el muñeco del Príncipe Eric, el primer Ken que compró el coleccionista Óscar Marchant.

Llegó a Santiago en 2015. Como tantos otros, tuvo un comienzo áspero. Tardó tres meses en conseguir trabajo. Un local en Providencia le dio la primera oportunidad. Desde ahí, fue subiendo con paciencia. En los inicios de la pandemia trabajaba como conserje mientras estudiaba una carrera técnica en contaduría. Tres años más tarde, recibió su título. “Fue duro, pero siempre he sido alguien que se adapta”, dice.


Con algo de estabilidad, volvió a su viejo amor por los Ken. Empezó a comprarlos otra vez, a restaurarlos, a cuidarlos como quien recupera trozos de sí mismo. En Facebook conoció a otros coleccionistas, uno de ellos, un entusiasta de Batman, que lo animaron a asumir lo que ya era: un experto.


En 2024, en el Barrio Franklin, hizo su debut como expositor en la Expo Venta Muñecas Chile. Se enteró del evento por una página de Facebook. Era la primera vez que se presentaba frente al público con sus muñecos, sus tesoros. Nervioso pero feliz, mostró con orgullo lo que había cultivado durante décadas. “Fue un antes y un después. Sentí que por fin estaba mostrándome como soy”, cuenta.


Ya había empezado a mostrar su colección en Instagram con una propuesta original: su Mini Mi. Un Ken de segunda mano, restaurado, que viste como él y lo acompaña en sus viajes. Una especie de alter ego portátil. El Mini Mi ha recorrido con Óscar lugares tan diversos como Estados Unidos, Puerto Rico, la Isla de Pascua, Argentina y muchos rincones de Chile.


Todavía no todos en su familia comprenden su amor por los muñecos. Sus hermanos también viven en Chile, pero el contacto es esporádico. A sus padres los ve menos: siguen en Venezuela. Su madre cuida a su padre, que padece Alzheimer. Desde la distancia, Óscar los lleva en el corazón, aunque ha aprendido a no esperar validación.“Me encantaría que algún día mi familia pudiera admirar mi colección, pero no lo aceptan. Para ellos no son juguetes de hombre. Si fueran robots o autos Hot Wheels, sería diferente.”


Aun así, no está solo. Comparte casa con un primo que lo apoya y mantiene una relación cercana con una prima que vive en Estados Unidos. Y, sobre todo, ha construido una vida que le da paz. Trabaja todos los días en la Aduana, como administrativo de facturación, y complementa sus ingresos vendiendo algunos Ken. También colecciona vinos y revistas antiguas de Venezuela. Pero basta con que alguien mencione a los muñecos para que su rostro se ilumine. Hablar de ellos lo transforma.


En los estantes de su casa, los muñecos miran hacia el frente. Algunos llevan trajes de gala; otros, ropa hecha a mano. Todos han sido reparados, limpiados, vestidos con cuidado. Óscar los acomoda uno a uno como si tejiera, con cada gesto, la historia que no pudo contar de niño. Una historia que, a fuerza de exilios y renuncias, se volvió suya. No perfecta, pero verdadera. Una vida donde, al fin, puede habitar sin disfraces.

Óscar junto a algunos de los muñecos que colecciona / Fotos de Sofía Gálvez

5 Comments


Rodrigo Heredia
Rodrigo Heredia
Jun 20

Interesante la publicación, nuestra una realidad que cada vez es más cercana y sensible. Felicitaciones al equipo periodístico.

Like

olgajimenezjara
Jun 14

Una muy interesante historia que da cuenta del esfuerzo de un hombre por surgir siendo el mismo, en un país con ideas rígidas y sesgadas. Muy bien por seguir sus ideales.

Like

Daniel Diaz
Daniel Diaz
Jun 12

Muy buena Historia, felicidades 😃

Like

David Lamalfa
David Lamalfa
Jun 12

Es un fato para muchos de nosotros la verdad felicitaciones por seguir lo que amas y sobre todo por salir de donde no te sentías en tu lugar.

Like

David Lamalfa
David Lamalfa
Jun 12

Un gran coleccionista

Like
Regístrate en nuestro Newsletter

Entérate antes que cualquiera sobre nuestras actividades e información relevante.

¡Gracias por inscribirte!

bottom of page