Los pequeños y tranquilos cérvidos que transitan por diversos sectores de la Isla de Chiloé están bajo amenaza. Hasta la fecha ya han ingresado 30 pudúes heridos al centro de Rehabilitación Chiloé Silvestre a causa de ataques de perros.
Un día en la vida de un pudú podría ser más o menos así: en el denso bosque verde de Chiloé se encuentra el tranquilo y solitario cérvido más pequeño del mundo divagando entre la abundante vegetación. Con su hocico busca maqui o zarzamoras para poder alimentarse. Se pasea tranquilo porque en la zona no hay presencia de depredadores grandes como el puma o el zorro, o eso cree él. Pero de pronto escucha un ruido, alza sus pequeñas orejas redondeadas y enfoca la mirada al frente. Se queda quieto, inicialmente no logra detectar el peligro, solo se mantiene inmóvil analizando la situación con sus oscuros ojos, que son como pocitas de petróleo aterciopelado.
Su primer instinto nunca es arrancar, pero en cosa de segundos, el crujir de hojas secas que escuchó lo sigue el ladrido de un perro que corre rápido hacia él. Es un animal grande que probablemente tiene dueño, pero tal como acostumbra , al ver el portón de su hogar medio abierto, aprovecha la oportunidad de escapar y salir a cazar.
El pudú cae tumbado al suelo. Los puntiagudos colmillos del perro se incrustan fuertemente en la zona posterior de su pierna y pasan de ser blancos a estar manchados por sangre. Ya no es un solo perro, a lo lejos se ven dos más que vienen rápido. El pequeño está perdiendo energía, tiene la mirada entrecerrada, desorientada y respira cada vez con menos fuerza, intenta alzar su cabeza a causa de su curioso instinto, pero apenas puede moverse. Su cuerpo tiembla y cuando está a punto de fallecer los residentes de la zona se percatan de la trágica situación que ha ocurrido. ¡Teléfono, teléfono!, ¿qué hacemos en esta situación? “llamen al SAG”, grita alguien a lo lejos.
En situaciones así los pasos a seguir son inmediatamente llamar al Servicio Agrícola Ganadero (SAG) para que hagan el rescate y seguido de eso llamar al centro Chiloé Silvestre para que puedan entregar las indicaciones sobre qué hacer con el animal antes de que llegue el SAG o hasta el momento en que llegue. Entre las indicaciones que se entregan se encuentran dejar al pudú en un lugar tranquilo y aislado, donde no haya mucho ruido e idealmente en lo posible con proporcionarle alguna fuente de calor como un guatero o botellas con agua caliente.
Tras ser rescatado el pudú, con su brillante pelaje manchado con sangre, llega al centro de rehabilitación, tiene algunos de sus músculos rotos y presenta dificultad para pararse y caminar. La herida provocada por los perros durante la emboscada se empieza a infectar tomando un color cada vez más oscuro, casi negro, dejando atrás el aspecto rojizo que tenía en un inicio, es decir que la zona afectada se empieza a necrosar y por consecuencia a provocarle pérdida muscular, sin embargo, el apetito del pudú se mantiene y este no pierde el ánimo para luchar por su vida.
En los últimos años el ataque de perros a animales endémicos ha ido en aumento. Según cifras entregadas por el reconocido ‘doctor pudú’, el veterinario Javier Cabello, también director de la ONG Chiloé Silvestre, organización que cuenta con el único centro de rehabilitación de fauna silvestre en el archipiélago, dice que “en lo que va del 2024 ya han ingresado 30 pudúes en comparación a el año pasado en el cuál fueron 50 en total los que ingresaron y el antepasado donde fueron 60 (...) Es una cifra preocupante”.
En este momento el pudú se está recuperando progresivamente gracias a un tratamiento y a la ayuda que le proporcionan los profesionales que lo cuidan. Esta es una historia que muchos de su especie han vivido, pero lamentablemente no todos han logrado sortear la crítica situación de la misma manera que este ya que en estos casos el panorama de acuerdo con la gravedad de las heridas en la mayoría de las ocasiones es desalentador y conducen a un desenlace terrible.
El doctor pudú explicó que la mayor causa de ingresos al centro es debido a los ataques provocados por perros, señalando que un 75% de los pudúes que llegan heridos fallecieron, situación que afecta no sólo a los que habitan en la isla grande que es donde existe una mayor población de pudúes, sino que geográficamente esta especie habita desde la Región del Maule hasta la Región de Aysén.
Aunque el principal factor de ingreso de fauna a centros de rehabilitación es los ataques de perros hacia pudúes, no es el único ítem que atenta contra la integridad de estas especies, si no que se suman los atropellos en carretera producidos por conductores que van a exceso de velocidad, enfermedades transmitidas por otros animales domésticos, caza ilegal y la destrucción y alteración de su hábitat natural.
Existen tres categorías en las cuáles un animal se encuentra amenazado de extinguirse y esas son: en peligro crítico, en peligro y vulnerable. Los pudúes se encuentran rotulados como “vulnerables”, y si bien esa viene siendo la más baja, es importante tener la idea de que igualmente son una especie amedrentada en camino a la extinción.
Desde diversas organizaciones medioambientales hacen el llamado a que las personas disminuyan la velocidad, que aumenten también las sanciones y multas a propietarios de perros que maten a animales silvestres que no asuman una tenencia responsable y que se implemente una educación efectiva a nivel nacional en los colegios acerca de la importancia de respetar y cuidar la biodiversidad e implementar carreteras más seguras para la fauna silvestre para ir en ayuda o contrarrestar de cierta forma lo que está sucediendo.
Por ahora, el destino (y cuidado) de los pudúes queda en manos de los ciudadanos.
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